Capítulo 375
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Apenas hubo tiempo de reaccionar. De pronto, un brazo se interpuso velozmente
para desviar
a Pedro y la brasera se volcó, soltando trozos de carbón al rojo vivo. Algunos fueron a parar directamente al brazo que protegía al chico.
-¡Ah…! -De Alejandro escapó un breve quejido de dolor.
Por un par de segundos, la mente de Luciana se quedó en blanco..
-¡Alex! -exclamó, tomada por el pánico. Rápidamente tomó su brazo para revisarlo-. Déjame ver.
Tan solo un vistazo bastó para darse cuenta de la gravedad. La piel presentaba señales de quemadura por el contacto con el carbón hirviente.
-¡Vengan rápido! -ordenó, pero sin esperar a nadie. A jalones, se llevó a Alejandro hacia la habitación.
Una vez allí, abrió la llave de agua fría y colocó el brazo de Alejandro bajo el chorro.
-Espera un segundo -dijo, corriendo al baño para buscar un recipiente. Luego fue a la nevera y sacó cubos de hielo, llenando la palangana.
—¡Mete el brazo aquí!
Alejandro la miró, pero se quedó quieto un instante.
-¿Qué te pasa? —preguntó Luciana, impaciente. ¿Te paralizaste por el dolor?
Sin más, ella le tomó la mano para sumergir la parte afectada en el hielo. La verdad es que Alejandro no estaba aturdido por el dolor, sino sorprendido (y conmovido) por la preocupación de Luciana. Era muy raro verla reaccionar con semejante desespero. Eso le confirmaba que, en el fondo, sí le importaba.
Mientras mantenía el brazo lastimado bajo el hielo, Alejandro deslizó el otro alrededor de la cintura de Luciana, atrayéndola hacia él. Alzó la mirada y le sostuvo el rostro:
-Luciana… ¿estás preocupada por mí, cierto? -preguntó con la voz algo ronca-. ¿Podrías admitir que me quieres?
Con cada palabra, sus latidos se aceleraban. Tal vez intuía desde hace tiempo que Luciana sentía algo por él, pero nunca antes habían hablado de frente. Incluso ahora que estaban casados, deseaba oírlo de sus labios. Acariciándole el mentón, la forzó con suavidad a levantar
la cabeza:
-Por favor… respóndeme.
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Capitulo 375
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Luciana abrió ligeramente los labios. Estaba tan nerviosa como él, sintiendo un nudo en el estómago. 2
-Yo…
C1
Pero justo en ese momento, la puerta se abrió y Pedro entró acompañado de Martina. Sobresaltada, Luciana se soltó de inmediato, apartando la mirada. Alejandro, al verlos, arqueó las cejas con algo de frustración. Vaya momento para que apareciera su cuñado…
-Hermana… —murmuró Pedro con la cabeza gacha, consciente de que había cometido un
error antes.
-Vine con él -explicó Martina—. Le conté que no fue tu culpa ni la de Alejandro. El pobre se siente mal y quería disculparse.
Martina, compadeciéndose del chico, le lanzó a Luciana una mirada de súplica, pidiéndole que no lo regañara demasiado. Pero Luciana conservaba un gesto serio:
-Pedro, ¿sabes bien qué hiciste mal?
—Sí… —asintió con sinceridad. No debí salir corriendo ni desesperarme…
Alzó la vista hacia Alejandro, y, con la voz temblorosa, añadió:
-Perdón, cuñado. Te lastimé.
El muchacho estaba tan afligido que parecía a punto de llorar. Al ver esa escena, a Alejandro se le encogió el corazón:
—No pasa nada, no es para tanto. Estoy bien, de verdad.
Luego miró a Luciana:
-En serio, déjalo; todavía es un niño. Podemos enseñarle con paciencia.
Ella lo fulminó con la mirada:
-Hoy fuiste tú quien se quemó, ¿y si la próxima vez lastima a otra persona, o a él mismo? ¿ También lo dejarías pasar?
El argumento de Luciana fue tan contundente que Alejandro, sin palabras, solo levantó las manos como rindiéndose:
-Tienes razón. Continúa tú.
En ese instante, a Martina se le escapó una sonrisa al ver que, con Luciana, el firme señor Guzmán no tenía mucho margen de maniobra. Quedaba claro quién llevaba la voz cantante.
Captulo 375
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Aun así, Luciana lo hacía por cariño. Con un tono severo, pero maternal, habló largo rato con su hermano, insistiendo en los peligros de actuar sin pensar y lo importante que era aprender a protegerse.