Capítulo 377
–
Luci, ya terminé -anunció Alejandro desde el baño.
Sobresaltada, Luciana salió de ese estupor, respondió con un simple “ah” y dejó el celular de inmediato sobre la mesita. Antes de soltarlo, con un impulso irracional, tecleó la fecha de Mónica… pero la pantalla marcó “contraseña incorrecta“. Exhaló un suspiro de alivio, acomodó el teléfono y se esforzó en fingir normalidad.
Alejandro apareció, limpiándose con una toalla y ofreciéndole la mano:
-Vámonos, tengo hambre.
—Sí, yo también —murmuró Luciana, aceptando su mano y levantándose. Mientras salían, le echó un vistazo de soslayo, preguntándose qué sentía un hombre para poner de fondo de pantalla la foto dormida de su esposa.
***
Al día siguiente, tras almorzar, se dispusieron a volver a la ciudad. Luciana verificó el estado de Miguel para asegurarse de que no tuviera complicaciones y, más tarde, atendió de nuevo la quemadura de Alejandro. Como predijo, se habían formado pequeñas ampollas en la zona afectada.
Con una aguja previamente esterilizada, Luciana fue pinchándolas con suavidad y, después, aplicó pomada. Aun así, no estaba tranquila.
-Aquí no tenemos antibióticos orales; cuando estemos en la ciudad, ve al hospital por algo contra la infección. Si la herida se infecta, sería un problema mayor -advirtió, frunciendo el ceño con preocupación-. Además, es probable que te quede cicatriz, aunque con el tiempo quizás se atenúe un poco.
Alejandro la escuchó con una media sonrisa:
-¿Y qué si me queda una marca? No soy mujer; no me quita el sueño tener una cicatriz.
-Mientras a ti no te moleste… -respondió Luciana, encogiéndose de hombros. Se notaba que seguía intranquila.
que
-Por cierto, quería comentarte algo -dijo Alejandro, tomando su mano antes de ella pudiera apartarse-. Tengo la intención de que Simón te acompañe.
-¿Simón? -repitió Luciana, perpleja-. ¿Para protegerme?
-Eres muy lista–contestó él con diversión, dándole un suave toque en la nariz.
Tras el secuestro reciente, él y Miguel habían acordado extremar precauciones. Resultaba más
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Capitulo 377
seguro que alguien acompañara a Luciana todo el tiempo.
Luciana también lo comprendió al instante. No se apresuró a rechazar la idea; en cambio, preguntó:
-¿Son enemigos de la familia Guzmán?
Al oír eso, la mirada de Alejandro se oscureció un poco. Respondió de manera evasiva:
-Algo así. El abuelo ya tomó cartas en el asunto, pero ahora que eres mi esposa, no puedo exponerme a ningún descuido. ¿Lo entiendes?
-Sí–asintió Luciana, sin oponerse-. Prefiero ser precavida. Considerando que tengo a Pedro, no puedo darme el lujo de arriesgarme.
-Entonces, cada vez que salgas, Simón te acompañará.
-Bien -aceptó.
El tema quedó zanjado. Luciana, sin embargo, prosiguió con la aplicación de pomada en la quemadura de Alejandro.
-Luciana -la llamó él, bajando la voz-. ¿Tienes miedo?
Ella levantó la mirada y, pensándolo un segundo, afirmó:
-Sí, sí tengo miedo. Soy tan vulnerable como cualquiera. Pero…
Se detuvo un instante, suspiró y añadió:
-Confío en ti.
<<Qué dulzura>>, pensó Alejandro, que no pudo contener el impulso: con el brazo sano le tomó el mentón para atraerla, dándole un beso prolongado.
***
Terminados los preparativos, el grupo emprendió el regreso al muelle para tomar el yate de vuelta a Muonio. Luciana se encargaría de llevar a Miguel al hospital; mientras que Pedro se quedaría con Martina y Vicente. Salvador y los demás se dispersaron en direcciones distintas.
Al llegar a la clínica, Luciana entregó los reportes al médico y ayudó a instalar a Miguel en su habitación. Alejandro tampoco se quedó de brazos cruzados; estuvo pendiente de lo que ella
necesitara. 3
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