Capitulo 380
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Capítulo 380
Se preparó, combinando desayuno y almuerzo en una sola comida, y luego tomó su bolso para salir.
Al abrir la puerta, se encontró con Simón, que la recibió con una amplia sonrisa:
-Luciana, buenos días. Alejandro me pidió acompañarte siempre que salgas.
Simón alzó los hombros con gesto divertido:
-Tú no te preocupes; piensa en mí como en un chofer. Salvo que necesites algo, me mantendré apartado.
Como Luciana ya lo sabía por Alejandro, le sonrió:
-Gracias. Será un gran favor.‘
-De nada. Sube al auto–invitó Simón.
-Está bien.
Al llegar al hospital, Luciana se dirigió al área de consulta externa para cubrir el turno de Delio. Durante dos horas no paró ni un segundo, ni siquiera para beber agua. Terminó de atender a un paciente, imprimió la receta y se la entregó:
-Vuelva en la fecha indicada para su control.
-Gracias, doctora.
-Siguiente…
La puerta se abrió y entró un grupo de personas de golpe.
-¿Qué sucede? -protestó Luciana, desconcertada-. Pase solamente el paciente con un acompañante…
Ni siquiera pudo terminar la frase cuando un hombre de mediana edad, con la mirada encendida de rabia, irrumpió:
-¿Tú eres Delio?
Ella se quedó atónita. Evidentemente, no lo era.
-Perdone, ¿qué necesita?
¡Ja!-soltó el sujeto, con un tono agrio. Así que eres ese “famoso” doctor, ¿verdad? Resulta que a mi hijo le tocaba operarse, pero usaste tus influencias para meter a otro antes. ¡Y
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Capítulo 380
luego dicen que la vida de cada paciente vale igual! ¿Qué pasa, que quien tiene más dinero recibe prioridad?
Conforme hablaba, se agitaba más y más. De pronto, levantó la mano con la intención de golpear a Luciana.
-¿Qué te pasa?-exclamó Luciana, esquivando el golpe a tiempo.
Aun así, el hombre no se dio por vencido y continuó avanzando con furia:
-¡No te escondas! ¿Crees que puedes esquivarme siempre? Hoy vengo a exigir justicia por mi hijo.
—¡Por favor, alguien llame a seguridad! -gritó una de las enfermeras.
Antes de que el guardia pudiera llegar, Simón irrumpió en la sala y se colocó frente a Luciana, protegiéndola:
-Luciana, ¿estás bien?
—Sí… -respondió ella, respirando con alivio al ver que no estaba sola.
Con Simón sosteniéndole la espalda, Luciana intentó aclarar la situación:
-Lo de la cirugía se basa en la urgencia y condición de cada paciente. El doctor Delio jamás
recibiría sobornos…
-¡Tonterías! -gruñó el individuo, fuera de sí. No parecía dispuesto a escuchar. Agitaba los brazos con agresividad, intentando golpear a quien se le cruzara.
La tensión escaló en segundos, la sala se llenó de gritos y forcejeos. Simón habló con Luciana:
-Retrocede un poco. No es razonable.
-Sí–asintió Luciana, pero al retroceder, chocó contra un mueble.
—¡Ay! —soltó de pronto.
-¿Te lastimaste? -preguntó Simón, preocupado.
Al mirar hacia abajo, Luciana vio que su rodilla estaba enrojecida y rasgada:
-No es gran cosa, solo me di un golpe. -Intentó sonreír con calma.
-¡Vaya lío! -Simón se culpó al instante. Es mi responsabilidad cuidarte y ya terminaste
herida.
-¡Llamen a un médico! -vociferó él, nervioso.
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-No hace falta -rió Luciana, sujetándole la mano con cariño. ¿Recuerdas que soy médico? Y además, soy cirujana.
-Ah… cierto -musitó Simón, pasando la mano por su nuca, avergonzado-. Bueno, al menos avisaré a Alejandro.
-En serio, no es necesario…
Pero Simón ya
había sacado el teléfono para informar de lo sucedido. Con el alboroto, los guardias de seguridad aparecieron, controlando al hombre violento y sacándolo del lugar. Luciana, tras un rápido cuidado de su rodilla, volvió a sus consultas.
Mientras tanto, Simón llamaba a Alejandro:
-Alejandro, Luciana está lastimada.
Al otro lado de la línea, Alejandro fruncía el ceño con expresión sombría, bajo la mirada atenta de Sergio.
-¿Qué pasó?
Simón relató lo ocurrido, y acto seguido, se apresuró a disculparse:
-Fue mi error, no la protegí bien…
Alejandro rechinó los dientes con enojo:
-¡Claro que es tu culpa! ¡No pudiste ni cuidar de una chica!
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