Capítulo 387
Alejandro frunció más el entrecejo.
-Es que…”
-Ni siquiera es cuestión de hipótesis cortó ella-. Te lo digo directamente: no voy a disculparme, de ninguna manera.
Luciana soltó la mano de Alejandro y se volvió hacia Martina: 1
-Vámonos.
—Sí, vámonos —repitió Martina, siguiéndola.
En cuestión de un segundo, Alejandro se quedó pasmado.
-Alex… -Mónica, con una mirada de falsa inocencia. Lo siento mucho, todo esto es culpa
mía…
-No es tu responsabilidad -replicó él con un gesto de frustración-. Luciana te ha dicho cosas fuertes, así que en su nombre me disculpo. De veras, lamento lo sucedido. Debo irme…
—¡Alex! —lo llamó Mónica, pero no hubo manera de retenerlo. Lo vio alejarse con un aire sombrío, incapaz de intervenir. 1
En la expresión de Mónica se adivinaba un dejo de tristeza, pero también un ligero rastro de complacencia: después de todo, él y Luciana acababan de protagonizar una discusión pública.
***
En el estacionamiento, Alejandro alcanzó a Luciana y le sujetó la muñeca.
-Simón -ordenó-, por favor lleva a Martina a su casa.
–
-Claro.
Acto seguido, prácticamente obligó a Luciana a subir al auto. Ella advirtió de inmediato que él estaba disgustado. ¿Acaso se disponía a exigirle explicaciones?
-Lo de esta noche fue culpa mía -soltó él de pronto, sin rodeos-. Omití decírtelo porque temía que te molestara y,
te molestara y, al final, igual te enteraste.
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Luciana, con la mirada clavada en la ventana, no respondió.
-Luci… Alejandro posó una mano en su hombro, obligándola a voltear-. Admito mi error por ocultártelo, pero te equivocaste al decir esas cosas de Mónica. Hoy ni siquiera estuvimos a solas.
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En el auto estaban solo ellos dos, y aunque él mantenía su orgullo, se había permitido bajar un poco la guardia para disculparse. Sin embargo, Luciana no estaba dispuesta a medias tintas. -Todo lo que le dije a Mónica, va también para ti. No uses el pretexto de la “amistad” para una historia que no has terminado.
Sus palabras fueron directas y punzantes, sin dejarle escape. Alejandro hizo un gesto de irritación:
-¿Por qué decirlo de una manera tan hiriente? Sabías que en el pasado planeé casarme con ella. Nunca lo oculté. ¿Quieres que finja no conocerla? ¿Eso te haría feliz?
-No. -Luciana negó con calma-. Si llegan a cruzarse, un simple saludo me parece normal…
la interrumpió él, con un dejo de frustración-. Mónica no es
-Pero no estoy de acuerdo
una conocida cualquiera para mí.
—¿Ah, no? —repitió Luciana, captando su insinuación. Una leve risa se asomó en sus labios—. Entonces, ¿es tu “amor imposible“, tu “gran arrepentimiento de la vida“?
Mientras el auto se internaba en Rinconada y finalmente se detuvo, Luciana meneó la cabeza con sarcasmo, abrió la puerta y bajó de un salto.
-¡Luciana! -Alejandro bajó tras ella, notando que sus palabras habían sido un error. Le sujetó el brazo-. No fue lo que quise decir. Sé que estoy casado y no pienso traicionar eso. Con Mónica… es solo que me siento en deuda. Quiero ayudarla hasta donde pueda, nada más.
El viento meció el largo cabello de Luciana. Alejandro trató de acomodárselo detrás de la oreja:
-De verdad, no hay otro motivo.
Tras escuchar sin interrumpir, Luciana suspiró:
-Entiendo. Comprendo tu postura, pero no la acepto.
-¿Perdón? -Alejandro frunció el ceño.
-Ya que no puedo controlar lo que haces, tú tampoco puedes forzarme a aprobarlo, ¿verdad?
-¿A qué te refieres?
Sencillo. Si en otra ocasión se repite lo de esta noche, mi reacción será la misma mientras sigamos casados. -Sacudió la muñeca que él apresaba-. ¿Me sueltas ya?
Aturdido, Alejandro relajó la mano y se quedó en silencio. 1
***
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Como al final no pudieron ver la película, la noche aún era relativamente joven. Tras darse una ducha, Luciana se dirigió al estudio para continuar con su preparación. El examen se acercaba y no podía perder tiempo. 16