Capítulo 389
-¿Y ahora? Hay gente lastimada. ¡Deberíamos llevarlos al hospital!
El conductor, tan alarmado como el resto, intentó calmarlos:
-¡Por favor, tranquilidad! La policía de tránsito ya llegó, y la ambulancia viene en camino.
Efectivamente, pronto los agentes aparecieron para ayudar a los pasajeros a descender uno a uno, indicándoles que se dirigieran a la ambulancia estacionada en la esquina.
-¡Luciana! -entre el bullicio, oyó una voz familiar.
Miró y distinguió a Fernando que, sorprendido, se abría paso hasta ella.
-Desde lejos juré reconocer tu silueta. ¿Estás bien? -preguntó, notando de inmediato la herida en su frente-. ¡Tienes sangre! ¿Te golpeaste mucho?
-No te preocupes–respondió Luciana, intentando sonar tranquila, aunque la cabeza le dolía –. Me golpeé con el respaldo, no parece grave. ¿Y tú, estás bien?
—Sí, mi auto está allá atrás, solo que el tráfico quedó bloqueado. Pero no sufrí daños.
-¡Pasen, pasen! ¡Rápido, hay que llevar a la gente al hospital!
La fila avanzaba y la gente apremiaba a Luciana. Ella se giró hacia Fernando:
-Van a subirnos a una ambulancia para hacernos un chequeo…
–
-Te acompaño respondió él sin titubeos, ofreciéndole el brazo para que apoyara el suyo. Al ver su indecisión, agregó: No perdamos más tiempo, hay personas detrás esperando.
Ante la urgencia, Luciana asintió y dejó que Fernando la ayudara a subir a la ambulancia. Allí, con sirenas a todo volumen, se encaminaron al hospital más cercano.
Debido a un grave accidente vial, la sala de emergencias del hospital estaba abarrotada de pacientes. Todos los heridos de la colisión debían someterse a revisiones exhaustivas.
Sin embargo, la situación de Luciana era particular: estaba embarazada, y varios de los estudios necesarios implicaban radiación, lo cual no era apropiado para ella. Al final, los médicos solo le vendaron la frente y le recetaron un medicamento tópico.
Aun así, el médico de guardia se mostraba preocupado: -En tu estado, lo mejor sería que permanezcas en observación veinticuatro horas.
Luciana dudó: -¿De verdad no hay forma de irme antes?
Te recomendaría quedarte —insistió el doctor, echándole un vistazo a Fernando-. Si no lo
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Capítulo 389
aceptas, que tu esposo firme la negativa.
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Por la experiencia que ella misma tenía como profesional de la salud, Luciana entendía la postura del médico. Lo más prudente era acatar el consejo: -Está bien. Me quedaré en observación.
-De acuerdo. Te entregaré la orden para la sala de observación.
-Gracias, doctor.
Al salir de la zona de emergencias, Fernando tomó los papeles y señaló los asientos de la sala de espera: -Ve y siéntate un momento; yo me encargo de pagar.
-Fernando… empezó a decir ella.
-Ya sé lo que vas a decir la interrumpió con un ademán-. Entiendo que estás casada, pero al fin y al cabo somos viejos compañeros de estudios. Si esto le pasara a Martina, tampoco me quedaría de brazos cruzados.
Luciana no encontró palabras para replicar y guardó silencio.
-Espera aquí. -Fernando le dio una palmadita en el hombro-. Regreso enseguida.
En unos minutos, él completó el trámite y Luciana fue instalada en la sala de observación. Apenas se recostó en la camilla, le sonó el teléfono. El identificador mostraba el nombre de Alejandro. Ella contestó:
-¿sí?
-¿Ya no estás descansando? -preguntó él con un tono que parecía conciliador.
-No… Luciana se mordió el labio.
Se dio cuenta de que no podría ocultarle que el médico había indicado 24 horas de vigilancia. Mejor decir la verdad:
-Alejandro, estoy en el Hospital De Jesús, en la sala de emergencias. Me dejaron en observación.
-¿Cómo?-inquirió él, con la voz repentinamente tensa. ¿Qué pasó?
Hubo un accidente automovilístico y me vi afectada -explicó Luciana con sencillez-. No es nada grave. Si estás ocupado, no te preocupes; mañana probablemente me den de alta.
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