Capítulo 390
+25 BONO
Alejandro, al otro lado de la línea, sintió cómo una ola de rabia e impotencia lo abrumaba. ¿ Luciana involucrada en un accidente y ella lo invitaba a ignorarlo? ¿Creía que no se preocuparía por su esposa y su bebé?
-Entonces, ¿para qué me llamas? -soltó él, molesto. 1
Ella quedó desconcertada por esa pregunta:
-Bueno… si regresabas a casa y no me encontrabas, supuse que te preguntarías dónde estaba.
Alejandro soltó una risa seca y silenciosa. Si su esposa desaparecía sin avisar, por supuesto que él preguntaría dónde estaba. Pero, por lo visto, para ella solo era eso.
En ese instante, su enojo se disparó al máximo.
-Luciana, ¿lo hiciste a propósito? -soltó, convencido de que se trataba de una venganza por lo ocurrido la noche anterior.
-¿Qué dices? -repitió ella, sin entender.
Él se dijo que, a estas alturas, fingir desconocer la situación resultaba absurdo. Para Alejandro, estaba claro que Luciana lo hacía para causarle angustia. Aun así, respiró profundo y contuvo su furia, aunque en su voz todavía rezumaba tensión:
-Espera ahí. Voy en camino.
—Ah… —Fue lo único que alcanzó a decir Luciana antes de que colgara. Sintió un nudo en la garganta. Al parecer, estaba muy molesto. ¿Pensaba que ella lo forzaba a venir? Si no tenía tiempo, podría habérselo dicho.
-Luciana -escuchó la voz de Fernando, quien acababa de regresar tras una llamada telefónica.
Ella se volvió, observándolo con cierta incomodidad:
-Debes de andar ocupado. No hace falta que te quedes, puedo arreglarmelas sola.
Fernando miró el reloj de pulsera:
-Prefiero esperar a que llegue el señor Guzmán. Seguramente estará aquí pronto, ¿no?
-Sí… -admitió ella, esbozando una sonrisa tensa.
Hubo un silencio, Luciana notó una pequeña bolsa de medicinas que Fernando había traído consigo y ocultaba tras su espalda. Al verlo, recordó la supuesta enfermedad de Victoria.
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Capítulo 390
+25 BONO:
-¿Eso es para tu mamá? ¿Sigue delicada de salud?
Fernando respondió con un ademán de escepticismo y una sonrisa casi vacía:
-No es para ella. Mi mamá está perfectamente. En realidad… nunca estuvo enferma.
-¿Qué…? Luciana se quedó perpleja. Recordaba que supuestamente Victoria tenía un tumor cerebral maligno, lo cual explicaba la ruptura de Fernando con ella tres años atrás.
Aquello resultó muy revelador: al fin y al cabo, Victoria llevaba tiempo intentando separarlos. Parecía que no había cambiado nada, ni antes ni ahora, y seguía empeñada en arruinar la vida de su hijo mientras la suya no corría peligro.
Luciana pensó en Fernando, que de nuevo era herido por sus propios padres.
-¿Estás… bien?
Él se encogió de hombros:
-Si se puede llamar estar bien. Pero no moriré por eso, supongo.
Luciana creyó entrever cierto matiz de desgana en sus palabras, como si estuviera harto de todo. Observó de reojo la bolsita de medicinas y tuvo la impresión de que tal vez eran para él mismo. Aun así, no quiso meterse más. Con lo complicado que era su vínculo actual, preguntar de más solo generaría más problemas.
En ese momento, se oyó a alguien en la entrada:
-Perdón, ¿Luciana se encuentra en esta sala de observación?
Era Simón.
-Sí–respondió la enfermera-. Está en la sala de observación número 7.
Simón detectó a Luciana y le dedicó una sonrisa:
-¡Luciana…!
De inmediato, se asomó al pasillo y avisó:
-¡Alejandro! Está aquí. ¡En esta sala! 6
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