Capítulo 392
-¡Luciana…! -gritó Alejandro con rabia, los ojos encendidos.
-¿Me vas a matar? -dijo ella con un tono de desafío-. ¿Cuál es el problema? ¿Tú sí puedes ver a Mónica cuando se te antoja y yo no puedo tener contacto con Fernando?
-¡Exacto! -bramó Alejandro, con una furia que estremecía el ambiente-. Hay cosas que yo puedo hacer… y tú, no.
Por un segundo, todo pareció detenerse. Luciana sintió que el pecho se le oprimía. <<<Hay cosas que él puede… y yo, no». ¡Vaya descaro de doble rasero!
Sin mediar más, Luciana dio un tirón de la sábana y se bajó de la camilla, temblando de furia. Agarró su mochila de la silla y salió corriendo.
-¿A dónde vas? -se alarmó Simón, que estaba fuera, bloqueando la puerta de la sala de observación.
-¡Déjala! -gritó Alejandro, furioso, sin moverse de su sitio-. ¡Si ella ya no quiere estar conmigo, no hay nada más que
hacer!
Un “¡vaya cinismo!” se dibujó en la cara de Luciana. Sin responderle, sorteó a Simón y salió casi corriendo.
Alejandro apretó los dientes al ver que se iba. «¿Corriendo? Con lo avanzado de su embarazo y aun así corre… Si ni ella se cuida, ¿qué hago preocupándome yo?», pensó entre rabia y
amargura.
-Alejandro -se atrevió a decir Simón-. ¿De verdad no vas a ir tras ella?
Antes de
que pudiera responder, el teléfono de Luciana empezó a sonar sobre la mesita junto a la cama. Era su celular, que se había dejado olvidado. En la pantalla aparecía la clínica de maternidad.
-¿Sí?-contestó Alejandro al deslizar el dedo.
-¿Hola? -la voz al otro lado titubeó—. ¿Señor Guzmán? Habla la enfermera de la Clínica Ayer, de maternidad. Llamábamos para saber si la señora Guzmán vendría a ponerse la nutrición intravenosa esta tarde. Tenía la cita programada, pero no ha llegado.
-¿Nutrición? ¿De qué nutrición hablas? -repitió Alejandro, dándose cuenta al instante de que Luciana le había ocultado algo.
La enfermera, sorprendida, continuó:
-Ah… ¿no lo sabía? ¿No se lo comentó?
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Capitulo 392
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-¡Corta la charla inútil y dímelo todo de una vez! -exclamó él, impaciente.
Con algo de temor, la enfermera le narró el motivo: la doctora Benítez había recomendado a Luciana colocarle líquido nutritivo por vía intravenosa debido a ciertas complicaciones en su control prenatal. Mencionó con detalle cuándo comenzó, la frecuencia y el estado de Luciana durante las últimas revisiones.
Al final, Alejandro cerró los ojos con un suspiro contenido:
-De acuerdo, gracias–colgó, sintiendo un nudo en el pecho.
-¡Luciana! -Simón, de pronto, sonó aliviado.
Alejandro giró la cabeza y descubrió que Luciana había regresado. Probablemente se había percatado de que olvidó su teléfono, pues iba directo hacia él con la mano extendida.
Él, sin embargo, no aflojó el agarre sobre el celular.
-¿Qué haces? -Luciana frunció el ceño-. Es mi teléfono, ¿no puedo llevármelo?
-Luci… Alejandro la atrajo de la muñeca, obligándola a acercarse. Ella, atónita, lo miró a los ojos.
-¿Por qué no me lo contaste? -inquirió él con firmeza.
Luciana se quedó confundida hasta que comprendió:
-¿Te llamó la clínica? -soltó, dándose cuenta de la situación-. Seguro querían saber por qué no fui…
Alejandro asintió:
-Ayer tuviste control prenatal. ¿Por qué no me lo dijiste?
Había cierta recriminación en su voz, lo que provocó que Luciana riera con un dejo de resentimiento:
-No te lo dije… porque tú mismo habías quedado de pasar por mí, y al final no apareciste.
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