Capítulo 402
En el estudio, Alejandro se sentía tan irritado que sacó un cigarrillo dispuesto a encenderlo, pero se detuvo. «Luciana está embarazada. Detesta el olor del tabaco y me prohibió fumar
adentro.>>>
Bufó con frustración y arrojó el cigarro a un lado sin encenderlo. Justo entonces, su teléfono sonó. Era Sergio.
-¿Qué pasa? -respondió, con voz áspera.
-Primo… -Sergio titubeó un poco, como conteniendo la emoción-. No sé si debería
contarte esto.
–¿Ah? -Él comenzaba a impacientarse-. Si lo ibas a soltar, suéltalo de una vez. ¿Para qué
llamas si te vas a quedar callado?
Está bien —respondió Sergio, tragando saliva antes de continuar-. ¿Recuerdas la mariposa … el broche para el cabello?
Alejandro entrecerró los ojos, jugueteando con su encendedor. De pronto, se irguió en la silla.
-¿Te refieres al broche de mariposa?
-Sí–confirmó Sergio.
Aquel pasador de mariposa que Alejandro había comprado en una subasta años atrás, con la intención de regalárselo a “Mariposita“, la chica de su infancia. Desde que perdió contacto con ella, esa era la única pista que podía conducirlo a encontrarla. Pero, con el tiempo, ella parecía haberse esfumado sin dejar rastro, igual que el broche. Alejandro había terminado por rendirse, pensando que tal vez nunca volvería a verla.
Pero ahora, el hecho de que Sergio lo mencionara otra vez… ¿significaba que había alguna noticia?
-Habla -pidió Alejandro, conteniendo la respiración y sintiendo cómo su puño se cerraba sobre el encendedor.
-Creo que tenemos suerte. El broche de mariposa… ha vuelto a aparecer.
-¿Cómo dices? -soltó él, notando el repentino nudo en su garganta-. ¿Quién lo está vendiendo?
-Aún no lo sabemos. Parece que salió en el mercado negro y, como comprenderás, es difícil rastrear a la persona. Apenas me llegó la información y quería consultarte: ¿seguimos adelante con la búsqueda o lo dejamos así?
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Capítulo 402
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Sergio vacilaba porque, hoy por hoy, la situación de Alejandro era distinta. Se había casado con Luciana y no era ningún secreto que tenía sentimientos hacia ella. ¿Valía la pena reabrir el pasado y remover esa antigua obsesión?
Alejandro también vaciló unos segundos. «¿Buscar o no buscar?» Pensó en Luciana, en su matrimonio… Pero al mismo tiempo, “Mariposita” era su anhelo de juventud, un sueño enterrado que jamás había podido soltar. Quería, al menos, asegurarse de que ella estuviera bien; quizás ya ni el broche ni ella tuvieran la menor conexión. Sin embargo, ahora existía la posibilidad de hallarla.
Finalmente, fijó la mirada en la ventana y respondió con voz grave:
-Búscala.
-Entendido —dijo Sergio, con un tono de formalidad al notar la resolución de su jefe. z
Al colgar, Alejandro sintió que en su corazón se mezclaban la esperanza y la confusión. «< Mariposita… ¿Después de tantos años, de verdad existe una mínima oportunidad de encontrarla?» Y justo ahora, cuando ya estaba casado. «Incluso si la hallo, ¿de qué serviría?»>
Cerró los ojos, dándose cuenta de que su mente era un remolino de dudas. Ni la aparente tranquilidad de la noche podía calmarlo.
El tiempo siguió corriendo mientras Luciana leía concentrada en su habitación. No se movió de allí hasta que escuchó que golpeaban la puerta.
-Luciana… —asomó Amy-. Ya es algo tarde. ¿Tienes hambre? ¿Quieres cenar?
Luciana miró el reloj y se sorprendió.
-¿Tan tarde es ya? Sí, claro, gracias. Déjame arreglarme un poco y bajo enseguida.
-Perfecto. Iré a avisarle al señor Alejandro.
-Bien -asintió Luciana, dejando el libro sobre la mesita de noche. Se lavó las manos y salió. Encontró a Amy saliendo del estudio con expresión de aprieto.
-¿Qué sucede? -preguntó Luciana, fijando la mirada en la puerta del despacho-, ¿No quiere venir?
—
-El señor dijo… que no va a cenar susurró Amy con voz preocupada-. Me comentó que, y cito: “Estoy tan molesto que con el coraje tengo suficiente; no me cabe la comida.”
Luciana guardó silencio unos segundos.
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