Capítulo 403
Entendía perfectamente de qué iba todo esto. Aun así, le pidió a Amy:
-No te preocupes, hablaré con él.
–Entonces iré a la cocina a preparar lo demás respondió Amy, aliviada.
-Gracias–contestó Luciana.
Con paso decidido, se dirigió a la puerta del estudio y llamó con suavidad.
-Está abierto se escuchó desde el interior, con un tono áspero y cargado de enojo.
–
Luciana tomó aire antes de entrar. Encontró a Alejandro reclinado en su gran silla ejecutiva, con las piernas apoyadas en el escritorio y la vista fija en la pantalla de la computadora. Para no molestarlo en caso de que fuera trabajo, se quedó a una distancia prudente.
-¿Sigues ocupado? Ya es hora de cenar le dijo.
Alejandro no apartó la mirada de la pantalla, y su respuesta fue cortante:
-No voy a comer.
-¿Por qué no? -Luciana enarcó una ceja. Esto es ridículo, pensó, ¿en serio va a dejar de comer solo para seguir con su berrinche?
-No hagas pucheros infantiles. Vamos, vamos a cenar.
La reacción de Alejandro fue levantar la vista, algo sorprendido.
-Así que… al menos reconoces que estoy de mal humor.
-Claro que sí. -Luciana suspiró-. Por eso mismo vengo a pedirte que dejes el berrinche y
cenes con nosotros.
—¿Eso es todo? —-replicó él, incrédulo.
-¿Qué más quieres que te diga? -respondió ella, impaciente.
La actitud de Luciana, en lugar de calmarlo, lo irritó aún más. Apuntó hacia la puerta con rabia.
-¡He dicho que no voy a comer! ¡Vete!
El tono de su voz era tan fuerte que Luciana retrocedió un par de pasos, sobresaltada. Entonces también ella se sintió indignada. Si no quiere cenar, que no lo haga, pensó. Ya estoy harta de atenderle el capricho.
-Te pregunto por última vez -dijo con voz fría-: ¿vienes o no vienes a cenar?
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Alejandro ni siquiera se dignó a contestar y siguió fingiendo indiferencia. Bien. Luciana dio media vuelta y salió del estudio, cerrando la puerta con cuidado. Allá él.
Durante unos segundos, Alejandro se quedó mirando la puerta, atónito. ¿Se fue? ¿En serio se marchó? Con los ojos llenos de rabia y sorpresa, pensó: ¿Acaso ni siquiera va a insistir un poco?
Para colmo, ¿no era ella la responsable de lo que pasó hoy? ¿No tendría que darme alguna explicación sobre ese “viejo” con el que se vio? Él se sentía ignorado, que no le importaba a Luciana ni un poco. 1
-¡Ugh! -exclamó con furia, llevándose la mano a la frente. De un manotazo, barrió con todo lo que había sobre el escritorio: la computadora, los libros, los documentos y hasta el cenicero se estrellaron contra el piso.
Pero la rabia seguía bullendo dentro de él. Se levantó y, con un impulso violento, pateó la gran silla que cayó estrepitosamente al suelo.
En el comedor, Amy notó que Luciana bajó sola.
-¿El señor Alejandro no piensa cenar?
-No -confirmó Luciana mientras tomaba asiento-. Por favor, sírveme a mí. Tengo mucha
hambre.
-Está bien… -respondió Amy con un dejo de preocupación. Le llevó el plato y los cubiertos –. Aquí tienes.
-Gracias -dijo Luciana esbozando una leve sonrisa antes de empezar a comer. Durante el embarazo se había vuelto más sensible al hambre, y su apetito últimamente era excelente.
Amy la observó masticar con ganas, aunque no dejaba de inquietarse por Alejandro, que seguía encerrado en su estudio. Esperó a que Luciana casi terminara el plato para atreverse a hablar:
-Luciana, ¿podrías convencer al señor Alejandro? Dicen que uno no puede vivir sin comer, ¿ verdad? Me preocupa que pase la noche sin probar bocado…
Luciana se enjugó los labios con la servilleta y bebió un poco de sopa.
-Ya fui a buscarlo, pero no hay forma. Está molesto y no me hace caso.
-Ay… —Amy suspiró, luego se inclinó un poco y bajó la voz-. El señor Alejandro siempre fue así. Cuando más quiere a alguien, más caprichoso se pone. Desde muy pequeño no tuvo papá ni mamá; el único familiar cercano que lo cuidaba era su abuelo. Pero a veces su abuelo estaba tan ocupado que no podía prestarle atención, y él se ponía igual que hoy. 1
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-¿De veras? -Luciana se sorprendió un poco con esa historia. «No sabía que también creció sin padres», pensó, recordando sus propias circunstancias.
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