Capítulo 410
Hizo una mueca señalando la puerta.
-Podríamos pedirle a nuestros muchachos que te entreguen a la policía. Al fin y al cabo, esa pieza no es tuya.
El hombre tragó saliva, con el rostro pálido.
-¿C… cómo saben que no es mía?
-¡Responde! -Sergio le gritó de pronto-. ¡Deja de dar vueltas!
-Está bien, hablaré… —contestó el sujeto, temblando. No era más que un hombre común, sin agallas para soportar ni la más mínima presión-. Lo… lo robé.
“¿Robado?” Alejandro y Sergio cruzaron miradas. «<Así que no era de él ni de alguien de su confianza». Sin esperar indicaciones, Sergio continuó con el interrogatorio:
-¿A quién se lo robaste?
Alejandro contuvo el aliento, ansioso por la respuesta.
-Pues… no sé de quién era… -El tipo negó con la cabeza, francamente confundido.
-¿Intentas engañarnos? -lo increpó Sergio.
—¡No, no! —se apresuró a responder-. Si supiera de quién era, entonces no sería un robo. Eso … eso me lo llevé sin saber nada.
-¿En qué lugar sucedió? ¿Era hombre o mujer? ¿No me digas que tampoco lo recuerdas?
El hombre asintió con más seguridad esta vez:
-Lo robé en el metro, fue a una mujer. En realidad, me llevé su estuche de maquillaje pensando que encontraría una billetera o un celular… pero…
-¡No nos interesa la historia! -Sergio notó la impaciencia de Alejandro y frenó al ladrón antes de que siguiera divagando.
Entre semejante multitud en el metro, ¿cómo se supone que encontrarían a alguien? Lo único rescatable era saber que se trataba de “una mujer.”
Los ojos de Alejandro se entrecerraron.
-¿Cuántos años crees que tenía esa mujer?
—Eso… no lo sé muy bien… -El hombre se encogió de hombros. Se veía joven, pero no me
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atreví a mirarla con detenimiento.
Alejandro guardó silencio unos segundos, asimilando la posibilidad: «¿Era una chica joven? ¿ Podría ser “Mariposita“? De ser así, ¿significaría que está en Muonio?»
Se levantó del asiento y le dio una orden a Sergio:
-Págale. Cómprale el broche. 2
-Sí.
-¡Oh, gracias, muchas gracias! -balbuceó el tipo, respirando aliviado al ver que las amenazas
cesaban.
Alejandro salió primero de la cafetería y esperó en el auto. Poco después, Sergio llegó con el broche.
-Toma -dijo, entregándole la mariposa de metal.
Alejandro la sujetó con cuidado, examinándola con una mezcla de nostalgia y melancolía. Habían pasado años, pero el broche conservaba su forma original, lo que indicaba que su dueña lo había cuidado bien.
-Sergio… -murmuró finalmente.
-Dime.
Cerrando el puño alrededor de la joya, Alejandro concluyó:
-Consigue la forma de encontrar a la mujer que perdió este broche. 1
-De acuerdo -asintió Sergio, pensando que Alejandro seguía aferrado a la idea de Mariposita.” Dadas las circunstancias, era muy probable que esa mujer fuera ella.
“(
***
Cuando Alejandro regresó a casa, ya rozaban la medianoche. Entró en silencio para no despertar a Luciana, se dio una ducha rápida y se metió en la cama con cuidado.
él
Medio dormida, Luciana percibió el ligero movimiento y se dio la vuelta, arrimándose a acurrucarse. Alejandro se quedó inmóvil, temiendo haberla despertado. Pero ella, lejos de espantarse, buscó su calor y siguió durmiendo, acomodada en su pecho.
para
Él se quedó atónito por un instante; después, sus labios dibujaron una sonrisa suave. «Ella se está acostumbrando a mí… bajó la guardia». Inclinó la cabeza para besarle la frente y susurró:
-Ya regresé. Buenas noches. 2
A la mañana siguiente, Luciana se levantó muy temprano. Había quedado de verse con Martina
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para ir a la fábrica de su familia. Alejandro seguía durmiendo, así que esta vez fue ella quien se movió con discreción.
Entró al vestidor para cambiarse y, al ver que Alejandro había dejado la ropa sobre la butaca, la tomó para colgarla. De pronto, «clac», algo cayó del bolsillo y rodó hasta meterse debajo de un mueble.