Capítulo 418
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Con las mejillas llenas de fideos, Luciana meneó la cabeza, sin siquiera alzar la mirada. El corazón de Alejandro se oprimía; sabía que la había dejado plantada, haciéndola pasar hambre y preocupaciones.
-Mañana por la noche, ¿qué te parece? Reservaré un lugar y prometo llegar antes.
-No hace falta. -Ella negó con la cabeza y tomó una rebanada de jamón-. Esta es la última rebanada…
-Déjame traerte más. —Alejandro se apresuró a recoger el platito vacío.
Sin embargo, enseguida notó que no tenía idea de dónde podría haber más encurtidos. Revisó el refrigerador y nada.
-Tal vez llame a Amy…
-No.
-Tranquila, no es problema… —insistió él.
–
-Te dije que no. La voz de Luciana se hizo más tajante; dejó su tenedor y lo miró con molestia―. ¿Por qué te empeñas en decidir por mí? ¿Puedo o no puedo opinar yo misma?
Él comprendió que estaba molesta y, con resignación, volvió a dejar el plato en su sitio:
-De acuerdo. Te escucho.
Con un suspiro cansado, Luciana continuó comiendo en silencio hasta acabar sus fideos. Después soltó un suspiro de alivio:
-Al fin. Ya me siento mejor.
Al intentar levantarse, Alejandro, atento, movió la silla para
-Gracias —dijo ella, esbozando una leve sonrisa.
facilitarle el paso.
-No hay de qué -respondió él, tomándole la mano con suavidad. ¿Podrías dejar de estar enojada conmigo? 2
Ella exhaló despacio:
-Decirte que no estoy enojada sería mentir. No puedo fingir eso.
-Dime entonces… —Alejandro percibió un rayo de esperanza-. ¿Qué puedo hacer para que se te pase?
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Capítulo 418
+25 BONO
-Ni yo misma lo sé–admitió Luciana, encogiéndose de hombros. Suéltame, por favor… no me apetece hablar en este momento.
Sin embargo, ella forcejeó un poco y notó que él no la soltaba:
-¿Me sueltas?
-No quiero. –Alejandro ladeó la cabeza-. Sé que cometí un error esta noche. Pero solo era una cena; podemos comer mañana o pasado. Habrá más ocasiones…
-¿Ah, sí? -Luciana soltó una risa sarcástica, entrecerrando los ojos. ¿“Solo era una cena?”
Alejandro se quedó pasmado, dándose cuenta de que había sonado pésimo.
-¿Dónde estuviste esta noche? -preguntó ella, mirándolo de frente-. ¿Con quién estabas? ¿ Con quién cenaste?
La mandíbula de Alejandro se tensó; se quedó callado, como si de pronto hubiera olvidado cómo articular palabras. A Luciana le pareció sumamente extraño su silencio, lo que la llevó a lanzar una sospecha:
-¿Estuviste con… Mónica?
Alejandro se sobresaltó y un chispazo de desconcierto cruzó sus ojos.
-Vaya… -murmuró ella con un ligero temblor en la voz-. Entonces era eso.
Sintió un frío que le invadía el pecho. «Cómo no habérselo imaginado… Se trataba de un día tan importante para él, obviamente preferiría estar con la persona que le importa.>>
-En fin -agregó Luciana con desánimo-. Estoy agotada. Voy a darme una ducha y a dormir.
Intentó zafarse de la mano de Alejandro.
-Luciana, escúchame… -insistió él.
-¡Ah!
–se quejó, llevándose la otra mano al puño que la retenía.
-¿Qué pasó? —Alejandro notó su gesto de dolor. Inmediatamente le soltó la mano y la alzó para revisarla. Observó varios cortes, hinchazón y enrojecimiento, como si se hubiera lastimado con piezas muy finas.
El ceño de Alejandro se frunció, con la mirada clavada en las heridas.
-¿Qué te pasó? ¿Cómo te hiciste estos cortes?
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