Capítulo 42
En la exposición de arte, Mónica notó que el humor de Alejandro no parecía estar en su mejor momento. Mientras su mirada recorría las obras, su mente seguía regresando a la imagen de Luciana sonriendo y dándose la vuelta… «Ella realmente no le importa», seguía pensando.
-Alex–la voz de Mónica lo sacó de sus pensamientos, mientras movía suavemente la mano que tenía enganchada en su brazo. Alejandro volvió en sí, notando la expresión de leve incomodidad en el rostro de ella.
-¿Estás pensando en el trabajo? ¿O es que la herida te molesta? -preguntó Mónica, con una nota de preocupación en su voz.
—No es eso —respondió Alejandro con un suspiro interno. «¿Qué estoy pensando?» se reprochó. <<Que a Luciana no le importe debería ser lo normal, ¿no? Ella es mi esposa solo de nombre, nada más. Ni siquiera ese título durará mucho. La mujer que tengo a mi lado es con quien pasaré el resto de mi vida.»
-Estaba absorto en la pintura -dijo Alejandro de manera casual, desviando la conversación mientras mostraba su preocupación por Mónica-. ¿Hay algo que te guste? Si ves algo que te llame la atención, lo compramos.
-Eh… -Mónica forzó una sonrisa, mientras se llevaba una mano al cuello, algo incómoda-. Prefiero seguir mirando, todavía no he encontrado nada que me encante.
En realidad, a Mónica no le interesaba en lo más mínimo el arte. ¿Para qué comprar una pintura? Para ella, las joyas y los bolsos tenían mucho más atractivo.
Alejandro la miró con sus oscuros ojos, observándola fijamente por un momento.
-Está bien, sigamos viendo entonces -respondió con calma.
Él no era alguien fácil de engañar; era evidente para él que Mónica no entendía ni disfrutaba del arte. Desde que entraron, su mirada había estado dispersa. Que no le gustara, no importaba; cada quien tenía sus propios intereses. Lo que Alejandro no comprendía era por qué lo había invitado a un lugar que a ella no le interesaba. Su humor, que ya no era el mejor, empeoró.
Estaba a punto de sugerir que se fueran, cuando algo captó su atención por el rabillo del ojo. Sin pensarlo, comenzó a caminar hacia un punto específico en la galería.
-¿Alex? -Mónica lo siguió, confundida por su repentino interés.
Alejandro se detuvo frente a una pintura de paisajes de Kervens Bocanegra. Recordaba que Luciana sabía dibujar. Después del incidente con la pulsera, que la molestó tanto, ni siquiera pudo dársela. Se preguntó si esta pintura le gustaría. «Mejor comprarla», pensó. Levantó la mano y de inmediato un asistente se le acercó.
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Capítulo 42
+25 BONUS
-Señor, ¿en qué puedo ayudarle?
Alejandro señaló la pintura de Kervens Bocanegra.
-Quiero esta.
-Gracias, señor.
-Señor, ¿le gustaría que la entreguemos en su domicilio? -preguntó el asistente mientras Alejandro completaba los datos para el pago.
Alejandro negó con la cabeza.
-No, es un regalo.
<<<¿Un regalo?>> Mónica, que había estado mirando el precio con asombro, sintió un rayo de felicidad al escuchar esas palabras. Entonces, pensó, «es para mí». Se sintió encantada; Alejandro realmente la trataba bien. Una pintura tan cara y ni siquiera parpadeó al comprarla para ella.
-Por favor, indíquenos la dirección… —comenzó a decir el asistente.
Mónica, emocionada, estuvo a punto de dar la dirección de la casa de los Herrera, pero Alejandro la interrumpió, negando con la cabeza de nuevo.
—No, pónganla en mi maletero, la llevaré yo mismo. 2
-Como usted diga, señor.
ella? Tuvo ganas
La sonrisa de Mónica se desvaneció en un instante. ¿No era para
de preguntar a quién iba dirigida la pintura, pero se contuvo; su relación aún no era lo suficientemente sólida como para hacer ese tipo de preguntas. Sin embargo, una sensación extraña e incómoda comenzó a surgir en su interior.
***
Después de la exposición, Mónica tenía una escena nocturna en el set, así que Alejandro la llevó al lugar de rodaje antes de regresar al hospital. Al llegar a la entrada de su habitación, se encontró con Luciana. Ella acababa de terminar su turno, ya no llevaba su bata blanca; solo unos pantalones capri y una camiseta blanca con el logo de la UCM. Su largo cabello estaba recogido en una sencilla cola de caballo, dándole un aire fresco y desenfadado.
-¿Ya saliste del trabajo? —Alejandro asintió con la cabeza, saludándola de manera amistosa.
Luciana se sorprendió un poco, pero sonrió.
-Sí, ya terminé.
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Capitulo 42
El hombre habló con un tono cálido, aunque algo titubeante.
-Esta noche… cenemos juntos.
¿Hmm? Luciana parpadeo, lo había escuchado bien, pero no entendia por qué