Capítulo 420
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Capítulo 420
Probablemente, desde el principio, había pensado celebrarlo con Mónica. «Bien», se dijo, «< será mejor no volver a tomarme tantas molestias. Él no lo necesita, yo hago el esfuerzo y al final solo término humillándome.»>
Acostada en la cama, apagó la luz, dispuesta a dormir. De pronto, escuchó un leve ruido en la puerta, como si alguien estuviera maniobrando la cerradura. Se incorporó de inmediato.
Tal como temía, la puerta se abrió; la luz inundó la habitación. Alejandro entró y, sin mirar atrás, lanzó una llave sobre el sofá con indiferencia. Luciana se quedó atónita. Había olvidado que esta era su casa, y obviamente él tendría una llave de cada puerta.
Alejandro avanzó hasta llegar junto a la cama y, sin pedir permiso, se sentó en posición de loto sobre el colchón.
-¿No me dejas entrar? ¿Entonces dónde se supone que voy a dormir? Esta es nuestra habitación… la mitad es mía.
Luciana lo miró un par de segundos, asintió con la cabeza y se levantó:
-Entonces tú te quedas aquí, yo me voy a la habitación de invitados.
<<Como si ella no supiera que en Casa Guzmán hay cuartos de sobra», pensó Luciana. Dio dos pasos hacia la puerta, pero Alejandro la sujetó por la muñeca.
-La habitación de invitados está sin preparar -objetó él con fastidio-. ¿Vas a despertar a Amy a estas horas para que la arregle?
Luciana se mordió el labio. En efecto, detestaba incomodar a la gente y lo sabía.
-Entonces dormiré en el estudio -propuso sin titubear—. Hay un sillón allí, con una cobija
basta.
-No -respondió Alejandro de inmediato. Estiró el brazo y la jaló hacia sí, atrapándola en un abrazo—. Luciana, hoy es mi cumpleaños. ¿Podrías perdonarme?
Luciana se quedó sorprendida por su recurso tan directo. Sacudió la cabeza con una mueca de
burla:
-Deja de bromear. Esas tácticas no van conmigo.
-¿Entonces con quién? -preguntó él, alzando la vista.
Ella trató de apartarlo:
-Tú lo sabes mejor que nadie.
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Capitulo 420
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Pero Alejandro no pensaba soltarla. Al contrario, la afianzó con más fuerza y suavizó el tono de
VOZ:
-Sí, estuve con Mónica esta noche, pero no fue precisamente por mi cumpleaños. Ya no soy un niño que necesite un pastel sí o sí. Simplemente… lo olvidé.
-Ajá replicó Luciana con escepticismo-. Entonces, ¿qué hacían juntos? ¿Me lo podrías explicar?
Él se quedó en silencio por unos instantes. «Si le contaba lo de “Mariposita,” tal vez se desataría otra tormenta…» Recordó haberle confesado antes a Luciana lo importante que eral esa persona para él. Y, siendo sinceros, su relación con Luciana no era tan sólida como para. soportar algo así. «Menos problemas, menos riesgo», decidió.
-Nada especial -dijo al fin –. Solo nos vimos un momento como simples amigos. Ni siquiera estábamos solos: yo fui con Sergio y ella con su representante. No hubo nada indebido.
-¿En serio?-replicó Luciana con una risita amarga-. ¿De verdad crees que me tragaré ese cuento?
Sin darle tiempo a Alejandro para explicarse, Luciana continuó:
-¿Plancas seguir viéndote a escondidas con Mónica, así, en secreto?
¡Luciana!
exclamó él, perdiendo por fin la calma-. Entiendo que estés molesta, pero no
digas esas cosas. Mónica y yo no tenemos nada que ocultar.
Había sido su expareja, sí, y aunque ahora él supiera que ella era “Mariposita,” no habían hecho más que hablar. Además, él ya estaba casado; ¿qué podía suceder a estas alturas?
-¿Ah, no?-replicó Luciana con una risa agotada, sin ánimos de discutir-. Tú créete lo que quieras. Uhm…
De pronto, se quedó sin aliento: Alejandro la había alzado en brazos…
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