Capítulo 424
Alejandro sintió cómo crecía en su interior una sensación amarga. Cuando habló de nuevo, hizo con un reproche que se escapó de sus labios sin filtro:
-¿Le agradeces haber arriesgado la vida para salvarte o… no puedes dejarlo ir?
-¿Qué? -Luciana lo miró con asombro, digiriendo sus palabras-. ¿Insinúas que todavía tengo sentimientos por él?
-Si te expones al cansancio y al estrés del hospital sin importarte el bebé -replicó él en un tono que pretendía ser frío-, pues… me da razones para pensar que no lo has olvidado.
lo
-Vaya… -soltó Luciana una carcajada irónica, de pronto recordando la peineta de mariposa que vio en el cabello de Mónica. «¿Con qué derecho me cuestiona?» pensó. Y, en lugar de discutir, decidió “admitirlo” con un aire desafiante—. Tienes razón. Fernando es mi primer amor y eso no se supera de la noche a la mañana.
La mano de Alejandro se crispó alrededor de la muñeca de Luciana, haciéndole daño.
-¿Así que lo confirmas? -espetó él, con gesto adusto-. Si es así, ¿por qué rompiste con él en primer lugar?
-¿Por qué? —repitió ella, soltando un bufido. ¿De verdad no lo sabes?
La expresión de Alejandro se ensombreció más. «<Claro que lo sé: fue por mi abuelo.>>
-Sí, lo sé–murmuró con un atisbo de sarcasmo-. Pero ya te casaste conmigo, ¿entiendes? No admito que sigas pensando en él. No. Lo. Permitiré.
Sin más, se inclinó, la alzó en brazos y la sostuvo con firmeza. En voz alta, ordenó:
-Sergio, quédate aquí. Llevaré à Luciana a descansar y luego regreso.
-¿Eh? Está… bien–alcanzó a contestar Sergio, perplejo.
Antes de que pudiera añadir algo más, Alejandro ya se estaba yendo con Luciana en brazos hacia el ascensor.
Ella, llena de indignación, golpeaba con sus puños la espalda de Alejandro.
-¡Bájame! ¡Te digo que no me voy, suéltame!
Pero él no cedía ni un milímetro.
-¿Dejarte ahí para que mires a tu exnovio con ojos de borrego a medio morir? -soltó con un tono en el que se mezclaba el recelo y cierto dolor-. Ni siquiera a mí me has mirado así.
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Capítulo 424
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-¡Tú…! —Luciana contuvo un grito de furia y se arrepintió al instante de haber soltado ese comentario sobre lo que sentía por Fernando-. Escucha, solo lo dije por rabia. Fernando y yo terminamos hace mucho tiempo, pero me salvó la vida. ¿Cómo voy a irme en este momento?
-Aun así, no dejaré que arriesgues tu salud -replicó Alejandro, más terco que nunca-. Y lo que le debas a Fernando, lo arreglaré yo.
-¿Te crees que todo se soluciona con tu dinero? -soltó ella, frustrada-. Además de la plata, hay principios de humanidad. Es totalmente absurdo que me vaya mientras él está debatiéndose ahí dentro.
-Basta. El ascensor se abrió y Alejandro entró con Luciana en brazos-. No importa lo que digas, no te quedarás. ¡Tienes que reposar!
En cuanto descendieron, la metió en el coche y ordenó al chofer que emprendiera la marcha. Luciana se cruzó de brazos, exasperada, y lo miró con una mezcla de ironía:
-Alejandro, ¿en serio pretendes mostrar celos o “preocupación” por mí? ¿Crees que soy fácil de engañar?
-¿Cómo dices? -Alejandro entrecerró los ojos.
-Lo que escuchaste. Tú fingiéndote celoso, “preocupado,” no es más que una manera de
someterme.
La mirada de él se endureció.
-Somos esposos -respondió con frialdad-. Tengo derecho a preocuparme, a ponerme celoso. ¿No es normal?
En vez de responder a eso, Luciana soltó la bomba:
-Hoy vi ese broche de mariposa.
-¿Cuál? -indagó Alejandro, confundido. En medio del tumulto, Simón no presenció el encuentro entre Luciana y Mónica, así que él ignoraba que se hubieran visto.
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