Capítulo 425
Luciana dejó de sonreír. Con semblante serio, repitió:
-¿Cuál crees?
Alejandro se quedó inmóvil. «¿Será…?»
-Acertaste–prosiguió Luciana-. El mismo broche que le regalaste a tu “Mariposita.”
De pronto, sintió un nudo en la garganta, incapaz de pronunciar palabra. Un escalofrío le recorrió la espalda, manifestándose en un leve sudor frío. Luciana soltó un suspiro:
-La vi, ¿sabes? Felicitaciones… por fin encontraste a tu “Mariposita.” -Y añadió con una punzada de rencor-: Mónica Soler.
La mirada de Alejandro lo delató todo. Luciana comprendió que, en efecto, él estaba al tanto. En cuestión de segundos, recordó la imagen del broche que una vez vio en fotografías; en el instante en que lo vio en el cabello de Mónica, todo cobró sentido..
Luciana se recargó contra la ventana del auto, abrumada. “Resulta que fui una entrometida en su gran historia… la villana que separa a la pareja principal,” pensó con amargura.
—Luci… —musitó Alejandro, tomando su mano con fuerza.
Ella intentó zafarse, pero él no la dejó. Al fin, cedió y dejó la mano inmóvil sobre la suya. Él respiró hondo y soltó la verdad:
—Sí. Anoche me enteré de que Mónica es “Mariposita.”
<<¿Anoche?»>, pensó Luciana al instante. Entonces, la noche en que él no apareció fue porque estaba con “Mariposita.” Por lo visto, por más que se separen, no pueden mantenerse alejados. Un leve pinchazo de dolor atravesó su pecho.
Aun así, esbozó una sonrisa irónica:
-Vaya… felicidades. Tanto tiempo buscándola y resulta que era Mónica. Supongo que el destino les tenía reservada su “historia de amor,” ¿no?
-¡Luciana! -la interrumpió Alejandro con un tono cargado de angustia y frustración-. No hables así, no soporto oírte hablar de esa forma.
-¿Por qué? -preguntó Luciana con genuina extrañeza-. ¿No habías dicho que ella era la mujer que
amabas?
Una risa seca escapó de sus labios:
-Me lo confesaste con tus propias palabras, ¿o lo olvidas?
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Capitulo 425
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Alejandro no pudo negar su afirmación:
-Sí… pero eso fue en el pasado. ¿Acaso tú no tienes un pasado también?
-¿El pasado? -repitió ella en un tono agudo -Antes no la habías encontrado; ahora que lo hiciste y descubriste que es Mónica, ¿estás seguro de que tus sentimientos son los mismos? ¿O quizá son más fuertes?
Alejandro guardó silencio, con el ceño fruncido.
-No te angusties por eso. Estoy casado contigo y pienso respetar mi compromiso…
No te apresures a jurar lealtad —lo cortó Luciana con sorna-. Apenas la encontraste; es lógico que estés confundido. Nadie te pide que decidas ahora. Tómate el tiempo que necesites para aclararlo todo. Cuando lo tengas claro, lo hablamos.
Sus ojos se mostraban racionales y fríos, aunque en el fondo le doliera. Y para Alejandro, ese aparente desapego la hacía lucir más lejana que nunca.
-Vaya, mi esposa, muy comprensiva de tu parte. ¿Te doy las gracias?
-No hace falta -repuso ella-. Solamente te pido que, si decides marcharte con tu
Mariposita,” me lo digas. Quiero estar preparada para irme de forma digna. Te prometo que no armaré ningún escándalo.
¿Darle su lugar?
Alejandro sintió que algo se rompía en su interior. Ni siquiera había tomado una decisión y Luciana ya planeaba desaparecer.
-¿Quieres marcharte? -sus ojos centellearon-. Lástima. Fue tu propia voz la que le prometió a mi abuelo que seguirías en esta unión, aunque no te gustara. ¡Estás amarrada a mi, a esta familia, le pese a quien le pese!