Capítulo 427
-¿Absurdo? ¿De qué estás hablando…? La voz de Alejandro adquirió un matiz más sombrío.
-¿No lo captas? -bufó Luciana-. Está bien, lo diré con todas sus letras. Nunca me cuentas a dónde vas realmente. ¿O acaso olvidas las veces que me lo ocultaste?
Ella se refería claramente a sus visitas a Mónica, aquellas tres veces que le había mentido desde que se casaron.
-Dicen que “la tercera es la vencida.” Pues bien, ya no confío en lo que me digas. Si no eres sincero conmigo, no finjas un informe de tus movimientos, no lo necesito.
Alejandro se quedó mudo, con la ira subiéndole a la garganta. «¿De verdad ahora era un error llamarla?»>
-Haz lo que quieras. Si así te sientes mejor, no volveré a llamarte. -Y sin más, colgó.
Luciana miró el teléfono un segundo y esbozó una risa seca antes de dejarlo a un lado y continuar cenando. Una vez satisfecha, decidió ir al hospital.
En cuanto salió, Simón apareció:
-Luciana, es tarde. ¿A dónde vas?
-Voy un rato a la clínica -admitió ella—. Quiero ver cómo sigue Fernando.
Recordó que, en la tarde, se había marchado en medio de la tensión, y no le parecía correcto dejarlo así. Simón frunció el ceño con preocupación, consciente de que Alejandro no lo aprobaría.
-Bueno… -aceptó con desgana, y mientras Luciana no lo veía, envió un mensaje discreto a Sergio:
[Luciana va a ver a Fernando.]
En el trayecto, Simón recibió la contestación:
[Alejandro ordena que no la dejes verlo. Si fallas otra vez, mejor regresa a tu pueblo.]
Simón tragó saliva, imaginándolo desde antes. Me ponen en un aprieto, pensó, pero no me queda otra. Al llegar a la clínica, Luciana quiso abrir la puerta para bajar, pero la encontró bloqueada.
-¿Simón?
Él dejó escapar un suspiro lleno de resignación:
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-Lo siento, Luciana, son órdenes de Alejandro. No quiere que veas a Fernando.
-¿Con qué derecho me prohíbe algo así? -exclamó ella, incrédula primero, para luego soltar una risa amarga—. A quién visito es mi decisión, ¿no crees?
Tironeó de la manija:
-¡Simón, abre la puerta!
-No puedo. No me lo pongas más difícil contestó él, apenado.
Furiosa, Luciana tomó su teléfono y marcó directamente a Alejandro.
-¿Mi amor? -respondió él casi de inmediato, en medio de un ambiente ruidoso-. Creí que no te interesaba mi agenda.
-Quiero ver a Fernando -replicó ella, sin rodeos.
-No.
La tajante respuesta de Alejandro la descolocó.
-¿Otra vez con ese afán de posesión enfermiza? -espetó Luciana con sarcasmo-. ¿Tan grave es que quiera visitar a un amigo?
-A un amigo, no hay problema. Pero a alguien que estuvo dispuesto a arriesgar la vida por ti…
- no.
—¡Tú…! —El enfado de Luciana se disparó ante la intransigencia. Sin más, colgó el teléfono con un chasquido.
Simón la miró con cautela.
-¿Regresamos a la casa?
-¿Volver? -ella bufó-. Ni hablar. Llévame al departamento de Martina.
…
-Él frunció el ceño, dudando.
-¿Qué pasa ahora? -suspiró Luciana, impaciente. Quiero ir a ver a mi amiga. ¿Alejandro también te prohibió eso?
-No, no. -Simón no tuvo más opción que obedecer y conducir hasta la dirección de Martina.
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Apenas Luciana subió al departamento, Simón se apresuró a llamar a Sergio para reportar la situación.
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A solas con Martina, Luciana desahogó toda su frustración.
-Es una locura… si Fernando no hubiera intervenido, la que estaría en el hospital sería tú. ¡Y ni siquiera te dejan visitarlo!
-Sí que es injusto -respondió Martina con el ceño fruncido-. Pero al menos quédate tranquila, fui a ver a Fernando y está fuera de peligro.
En la clínica se mantuvo bajo discreción el incidente del sujeto armado, sin llegar a la prensa, pero todos en el hospital se habían enterado.
-Lo sé ―asintió Luciana-. Al tener contactos en cirugía y con Jhonny de su lado, estaba segura de que no corría riesgos graves.