Capítulo 428
-Pero quería verlo, agradecerle personalmente… y Alejandro no entra en razón.
Se dejó caer en el sofá, aferrando un cojín, cada vez más indignada.
-¿Te importa si duermo aquí hoy?
-¿Que si me importa? -Martina rió con complicidad. Sería un gusto. Nos acomodamos juntas y nos ponemos al día de todo.
-Me parece perfecto.
***
Abajo, un Bentley negro se estacionó lentamente frente al edificio de apartamentos. Alejandro consultó el reloj; eran casi las diez. Por lo general, a esa hora Luciana ya estaría alistándose para dormir.
Bajó del auto y marcó el número de Luciana, alzando la vista hacia el quinto piso donde las luces seguían encendidas.
-¿Qué pasó?-contestó ella con frialdad.
-¿Disfrutando la charla con tu amiga? -preguntó Alejandro, masajeándose las sienes, evidenciando un ligero mareo por el alcohol-. Estoy abajo para llevarte a casa. Ven, por favor.
-Hmm -Luciana soltó una risa sarcástica-. Vete solo, me quedaré aquí toda la noche.
Alejandro detuvo el paso, frunciendo el ceño.
-Si hay algo que aclarar, hagámoslo en casa. ¿Qué ganas con quedarte afuera hasta tan tarde?
-Gano que quiero. -Luciana notó su enfado y lo ignoró-. ¿Te molesta? Ni modo. Ya sé cómo te las gastas con tus imposiciones, pero las puertas de este edificio están bien cerradas. Si tanto quieres, ve y rompelas a la fuerza.
Sabía que no podría hacer semejante escándalo en un edificio residencial y, sin decir más, cortó la llamada,
Alejandro, con el teléfono en la mano, se quedó pasmado e iracundo. No pensaba irse así como así; subió con paso firme hasta el quinto piso. Para su frustración, se topó con una reja de seguridad y, detrás, la puerta de madera, ambas bajo llave.
-¡Luciana, ábreme! -dijo golpeando con fuerza.
Dentro, Martina se alarmó un poco:
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-¿Deberíamos abrir?
-No, ni te molestes -respondió Luciana-. Alguien lo va a poner en su lugar.
Tal como ella predijo, pronto aparecieron vecinos molestos.
-¿Oiga, qué escándalo es este? ¡Estamos descansando!
-¡Basta! Si sigue golpeando, llamaré a la policía.
-¡Exacto! ¿Nos van a dejar dormir o no?
El rostro de Alejandro se volvió de piedra, las sienes le palpitaban. Sin otra salida, tuvo que soltar un suave “disculpen” y marcharse. Adentro, Martina y Luciana reprimieron la risa hasta que rompieron en carcajadas.
-¡Esto es justicia poética! -bromeó Martina entre risas.
Con la mandíbula tensa, Alejandro bajó al primer piso. Abajo, Sergio y los demás lo observaron sin atreverse a decir palabra. Tras un silencio incómodo, Alejandro hizo un ademán:
-Ustedes retírense.
-Sí…
respondieron, y solo entonces cayeron en la cuenta de que Alejandro se quedaría solo. ¿Es que no pensaba marcharse?
En efecto, no pensaba hacerlo. Alejandro estaba convencido de que si esa noche se iba, al día siguiente sería imposible convencer a Luciana de nada. Despidió a todos y se quedó en el auto, encendiendo un cigarrillo con un encendedor nuevo que no se sentía tan cómodo como el anterior. Aspiró con fuerza y soltó el humo, alzando la mirada hacia la ventana del quinto piso, que de pronto se oscureció cuando la luz se apagó.
***
A la mañana siguiente, Martina se levantó primero. Se vistió y bajó para comprar el desayuno. Sin embargo, al salir del edificio, se topó con el Bentley negro estacionado a un costado. Parpadeó con asombro, preguntándose si Alejandro había regresado a esa hora o si, por el contrario, había pasado la noche ahí.
Dentro del auto, Alejandro también la vio, salió y le asintió a modo de saludo:
-¿Vas a comprar comida?
—Sí… pensaba traer algo para Luci.
No hace falta -repuso él—. A Luciana le gusta la comida de casa, y me temo que si pruebas con algo distinto, puede que ni lo pruebe y termine sintiéndose mal.
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Martina no pudo evitar pensar en lo que Luciana decía: «es un buen hombre, pero a veces tiene una forma de hablar que… no ayuda.»>
Entonces, Alejandro se dirigió a la cajuela y sacó un termo grande de comida.
-Ven, en casa acaban de preparar su desayuno habitual.
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