Capítulo 43
-¿Me estás invitando a cenar? -preguntó, claramente intrigada, aunque no se atrevió a preguntar directamente por qué. En su lugar, bromeó-: Pero no puedes salir. Me hice de la vista gorda cuando te escapaste para ver a tu novia, pero soy tu doctora a cargo, no puedo acompañarte en tus travesuras.
-Tanta habladuría -Alejandro apretó la mandíbula, marcando con fuerza la línea de su barbilla. Su nuez de Adán se movió mientras tragaba-. Solo di si quieres cenar o no.
-Supongo… que sí -dijo Luciana, al ver la expresión seria en su rostro. Principalmente, quería saber por qué la invitaba.
Alejandro esbozó una leve sonrisa, satisfecho.
-Nos vemos en mi habitación en un rato.
***
La habitación VIP de Alejandro no tenía nada que envidiarle a una suite presidencial. Tenía sala, comedor e incluso una cocina. Aunque la cocina no se usó, porque Alejandro ordenó comida a domicilio. Cuando Luciana llegó, el chef que había traído la comida acababa de terminar de arreglar la mesa.
-Que disfruten su cena -dijo el chef antes de retirarse.
Luciana, algo sorprendida, agradeció en voz baja.
Alejandro la miró de reojo.
-Ya basta, no pongas esa cara como si nunca hubieras visto algo así.
-Es que nunca había visto algo así -replicó Luciana sin molestarse, dándole un toque de humor a la situación. ¿Me vas a dejar comer o no? Si sigues quejándote, me voy.
-No me atrevería -Alejandro respondió con un leve bufido, aunque acto seguido le sostuvo la silla-. Por favor, siéntate.
-Con gusto -Luciana aceptó con una sonrisa mientras echaba un vistazo a la comida. Respiró hondo-. Esto se ve delicioso.
Los dos se sentaron frente a frente. Luciana, antes de empezar a comer, lo miró con curiosidad.
-Primero, dime, ¿a qué se debe esta cena? No estaré tranquila si no lo sé.
Alejandro tosió ligeramente, llevándose una mano a la boca. Luego se levantó y caminó hacia una pared. Luciana giró la cabeza para seguirlo, y fue entonces cuando notó que había algo
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apoyado en la pared, cubierto por una tela.
-¿Qué es eso? -preguntó.
Con un rápido movimiento, Alejandro retiró la tela que cubría el objeto.
-¡Dios mío! -Luciana se levantó de un salto, acercándose con ojos brillantes-. ¿Es… una obra de Kervens Bocanegra?
Alejandro sonrió con satisfacción, observándola con la cabeza ligeramente inclinada. Sabía que ella entendería y le gustaría.
-Es para ti -dijo él.
—¿Qué? —Luciana quedó atónita por un momento, y enseguida negó con las manos—. No, no puedo aceptarlo, es demasiado valioso.
El ceño de Alejandro se frunció, claramente irritado.
-¿Por qué eres tan complicada? La pulsera no te gustó porque otra persona tenía una igual, y ahora no aceptas la pintura porque es muy cara. ¿Qué, acaso quieres que me quede en deuda contigo para siempre?
Luciana quedó perpleja. ¿Así es como lo interpretaba él? Estaba tan sorprendida que no supo qué responder. Parecía que cualquier rechazo se vería como una negativa malintencionada.
-Ya está, es tuya —dijo Alejandro con impaciencia-. ¿Muy caro? No lo creo, es solo una pintura.
Sin darle más vueltas, Alejandro hizo un gesto hacia la mesa.
-Estoy hambriento, comamos.
-…Oh. A pesar de todo, Luciana seguía inquieta. Una pintura de Kervens Bocanegra valía una fortuna, y ella no se sentía cómoda aceptándola. ¿Cómo podía rechazarla sin ofenderlo? Se quedó ahí, sin moverse, dándole vueltas a la cabeza, sin decidirse a regresar a su asiento.
-Apúrate. -Alejandro, al verla dudar, le agarró la muñeca con la intención de ayudarla a sentarse. Pero de repente, una voz femenina, dulce y seductora, resonó en la habitación.
-Alex, ¿dónde estás? ¿En el baño o en el comedor?
¡Era Mónica! Alejandro se tensó, y al cruzar miradas con Luciana, una sensación de pánico se apoderó de él. Sin pensarlo dos veces, aún sujetando su mano, la arrastró hacia el baño, que estaba más cerca. Abrió la puerta, la empujó hacia adentro y cerró la puerta tras de sí.
-Quédate aquí, no hagas ruido -le susurró rápidamente mientras apagaba la luz del baño y cerraba la puerta con cuidado.
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Durante todo ese proceso, Luciana no entendía nada. ¿Qué estaba haciendo Alejandro? Parecía como si fueran una pareja de amantes furtivos.
-Ja —Luciana soltó una risa sarcástica. Aunque intentó controlarse, finalmente decidió no
salir.
Desde la oscuridad del baño, podía escuchar lo que
-Alex–llamó Mónica.
sucedía afuera.
-Mónica, ¿qué haces aquí? -respondió Alejandro, tratando de sonar normal.
-Hubo un problema con la locación y cancelaron la escena de esta noche. Te extrañaba, así que vine. ¿Te alegra que haya venido?
Alejandro no respondió de inmediato.
-¿Estás contento o no? -Mónica lo miró con ojos brillantes.
-…Sí, claro Alejandro finalmente contestó, pero su voz sonó tensa.
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