Capítulo 433
«La familia Herrera… ¡sí, ellos podrían ser el problema!»>
Hace años que Luciana tenía un resentimiento arraigado con los Herrera, no era un asunto de vida o muerte, pero el rencor era profundo. «Además, Ricardo está internado en esta misma clínica y luce enfermo; Mónica lleva días insistiendo en que le done parte del hígado…>> De pronto, Luciana imaginó la posibilidad de que, al no poder presionarla a ella, hubieran decidido tomar a Pedro. «¡Imposible dejar pasar esto!»>
Tomó una resolución inmediata: fuera o no una remota posibilidad, necesitaba aclararlo. Salió de la sala con determinación:
-Iré a la casa de los Herrera. Aunque la probabilidad sea mínima, no puedo quedarme quieta -murmuró, decidida.
Casa de los Herrera.
Mónica llegó apresurada y no encontró rastro de Clara.
-¿Y mi mamá?
–
-Está en la bodega de atrás —explicó una de las empleadas.
-Entendido -respondió Mónica, y se encaminó hacia la puerta trasera. Incluso antes de abrir, escuchó la voz de Clara:
-Vamos, Pedro, sé bueno, prueba un poquito de comida. Si no comes, te vas a debilitar…
Al otro lado de la puerta, Mónica no escuchaba respuesta alguna de Pedro. Se atrevió a golpear ligeramente.
-¿Quién es? -exclamó Clara, con cierto nerviosismo.
-Mamá, soy yo,
ábreme.
pasar
Tras unos segundos, Clara asomó apenas el rostro por la puerta y luego, de un tirón, hizo a Mónica al interior. La bodega estaba pobremente iluminada con una luz anaranjada, que resultaba incómoda a la vista a pesar de ser de día. Mónica fijó la mirada en Pedro, acurrucado en un banquito en la esquina, con los ojos clavados en el piso y las manos fuertemente entrelazadas sobre sus piernas.
-¡Mamá! —exclamó Mónica, fulminando con la mirada a Clara-. Sí que eras tú… ¿Para qué demonios te lo trajiste?
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Capitulo 433
Clara la miró con altivez:
-¿Para qué? ¿De verdad me preguntas? No es suficiente con que mi hígado no sea compatible y que Luciana, esa condenada, se rehúse… solo queda Pedro.
-¿Ah, sí? —murmuró Mónica con un dejo de ironía, apuntando al chico-. Pues Pedro no es totalmente independiente. ¿Secuestrarlo te va a garantizar que done parte de su hígado?
-¿Cómo que no es independiente? -refunfuñó Clara, sin darle importancia―. Tiene catorce años, y si lo cuidamos bien, ¿por qué no accedería a salvar la vida de su padre? Es un niño, basta con manipularlo un poco; no hay imposibles.
Mónica contuvo la respiración ante lo descabellado del plan. «¿En serio mi madre cree que esto va a funcionar?»
-Entonces, ¿ya lograste “convencerlo” de algo? -preguntó con sarcasmo, mirando a Pedro, quien se veía muerto de miedo.
-Recién llegamos -bufó Clara-. Hay que tener paciencia con los niños.
-¡Mamá! -protestó Mónica, con la cabeza a punto de estallarle-. Entérate: Pedro desapareció, y si a mí se me ocurrió que podrías ser tú, ¿no crees que Luciana también va a sospechar? Seguramente vendrá aquí.
-¿Ah sí? -espetó Clara con un mohín-. ¿Y qué con eso? Aunque adivine, no va a cambiar nada. Tengo a Pedro encerrado aquí, y si se presenta Luciana, no admitiré nada. ¿O qué? ¿Va a registrarme la casa? Ella no es policía.
-¡Mamá! -Mónica empezaba a desesperarse, apretando los puños con frustración—. ¡ Luciana ya llamó a la policía!
-¿Cómo dices? -El rostro de Clara se volvió pálido al instante-. ¿C–c–crees que vengan a revisar esta casa?
Se mordió el labio, tratando de buscar una justificación:
-Pero, incluso si aparecen, ¿qué? Pedro es hijo de tu padre, yo soy su madrastra, traerlo a casa no es un crimen.
-Dios mío… -Mónica no sabía ni por dónde empezar-. Sí, claro, técnicamente no es ilegal, pero Alejandro desconoce nuestra relación de familia. ¿O se te olvidó que quieres seguir siendo su “suegra” algún día, quizás?