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Capitulo 440
Capítulo 440
-No te preocupes, puedo ir por mi cuenta.
-Hazme caso -insistió Alejandro-. Permíteme ocuparme de esto, todo está descontrolado y no quiero añadir más preocupaciones. ¿Sí?
-De acuerdo, haré lo que dices–replicó Mónica con una obediencia sumisa.
Una vez que se marchó, Alejandro se quedó pensativo. «Las palabras de Mónica siguen en mi cabeza… Clara se encontró a Pedro solo, ¿por qué andaba solo?» Quizá había más historia detrás de todo esto.
***
En la habitación del hospital, reinaba un silencio pesado. Pedro no despertaba, pues tenía sedantes para el dolor. Luciana, exhausta y abatida, se había quedado dormida apoyada en la orilla de la cama.
Alejandro entró, la observó unos segundos y se acercó con cuidado. Con un suave movimiento, la levantó y la llevó a un pequeño sofá–cama:
-Mmm… -Luciana frunció el ceño, medio murmurando dormida, pero al instante se calmó. Aun así, su semblante mostraba intranquilidad.
Alejandro, con un gesto cariñoso, apartó un mechón desordenado de su frente.
—Mamá… —soltó Luciana de pronto, con un gemido casi inaudible.
La mano de Alejandro se quedó inmóvil. Ella repitió, con voz temblorosa: “Mamá… mamá…” y acabó con un débil sollozo, lágrimas rodando por sus mejillas.
<<Debe de estar recordando a su madre…» pensó Alejandro conmovido. «Cuando uno se siente vulnerable, anhela la protección de mamá.>> Con infinita ternura, se acostó a su lado y la rodeó con el brazo, dándole palmadas suaves en la espalda. El cuerpo de Luciana empezó a relajarse, y poco después, abrió los ojos lentamente, sintiendo que las lágrimas nublaban su vista.
Se llevó la mano al rostro para secarse, pero antes de que pudiera hacerlo…
-No uses la mano dijo Alejandro.
—
Le sujetó la muñeca y sacó un pañuelo de su bolsillo. Déjame limpiarte añadió, con delicadeza.
El alivio en los ojos de Luciana fue inmediato, pero en cuanto recobró la claridad, notó que él estaba recostado a su lado. Su expresión se endureció. Se incorporó:
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Suéltame. Quiero sentarme.
-De acuerdo
contestó él, pero en lugar de soltarla, la alzó de la cintura y la ayudó a
incorporarse en el sofá.
Luciana trató de apartarlo, con el ceño fruncido:
-No me agarres así.
-El doctor está listo -explicó Alejandro-. Llamé a un especialista en psicología. Cuando Pedro despierte, lo evaluarán y, si hace falta, empezará un acompañamiento. ¿Te parece bien?
Ella no pudo objetar; lo hacía por el bien de su hermano. «Alejandro sabía perfectamente cómo apelar a su lado frágil.» Luciana, con la voz algo ronca, murmuró:
-Gracias.
Aun así, empujó sus manos para liberar las suyas.
-Todo esto te lo agradeceré siempre. -Dicho esto, se levantó y se dirigió otra vez a la cama
Pero ahora quiero quedarme con Pedro. Tú… haz lo que tengas que hacer.
La expresión de Alejandro se contrajo. «¿Lo está echando?» Desde que todo sucedió, no se había separado de ella, organizando todo y mostrando apoyo, pero la frialdad de Luciana parecía aumentar con cada hora. «¿Qué rayos para que me tratara así?»
Ocurrió
Una oleada de impotencia lo recorrió. Se mordió los labios, mirándola con frustración, y se marchó de la habitación con el ánimo hecho pedazos.
Afuera, en el pasillo, se encontró con Sergio y los demás esperando noticias. Alejandro hizo un gesto con la mano:
-Simón, ven acá.
-A la orden -dijo Simón, acercándose casi corriendo. ¿En qué puedo ayudarte?
-Dime, ¿qué fue exactamente lo que pasó hoy? Desde tu perspectiva.
Simón se rascó la cabeza, algo avergonzado:
-Pues… no lo tengo muy claro. Cuando entré, ya estaba Pedro lleno de sangre., 2
<<No sacaría mucho de ahí», pensó Alejandro, algo impaciente. De pronto, Simón se animó a mencionar algo más:
-Aunque hay otra cosa, no sé si lo sabías…