Capítulo 45
Intentó soltar su muñeca, indicando que la dejara ir.
-¿Puedo irme ya?
-¿A dónde vas? La voz de Alejandro seguía cargada de mal humor.
Luciana, que ya estaba molesta, frunció el ceño, su expresión se endureció.
-¿Y tú por qué me hablas así? Tú fuiste quien me invitó a cenar, pero me dejaste encerrada en el baño por una o dos horas. ¿No debería ser yo la que esté enojada?
Alejandro se quedó en silencio, sin saber qué responder. Su semblante se oscureció aún más. No entendía por qué estaba tan irritado, ni por qué había metido a Luciana en el baño. Fue un acto impulsivo, y ahora, arrepentido, se sentía atrapado entre la culpa y la frustración.
Luciana suspiró, luego le sonrió con suavidad.
-Tranquilo, solo estaba bromeando, no estoy enojada. En esa situación, entiendo que tu novia era la prioridad.
Ella tenía razón, pero, en términos estrictos, ella era su esposa, aunque solo fuera en nombre. Una relación complicada, imposible de simplificar.
Sin embargo, Alejandro no soltaba su muñeca.
-Aún no has comido…
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-Es cierto. Luciana miró alrededor, señalando la mesa con los restos de la cena—. Entonces, ¿puedes soltarme, por favor? -Bromeó-. No pretenderás que coma las sobras, ¿ verdad? Soy una persona, no un perro. —Rió y añadió. Además, señor Guzmán, apuesto que ni sus perros comerían esto.
Alejandro no encontró el comentario gracioso; su rostro se mantuvo frío.
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-Ya, no más bromas. -Luciana giró un poco la muñeca, tratando de liberarla-. De verdad tengo hambre, ¿me dejas ir a comer, por favor?
Alejandro finalmente la soltó, pero insistió.
-Espera, voy a pedir que nos traigan otra cena.
-No hace falta. -Luciana dejó de sonreír y lo miró seriamente. Señor Guzmán, entiendo que elegiste estar con tu novia y que eso te hizo romper tu promesa conmigo, pero ahora mismo, no tengo ganas de cenar contigo. Dicho esto, se giró y salió rápidamente.
-Luciana… Alejandro intentó detenerla.
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Capítulo 45
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En ese momento, justo cuando ella abría la puerta, Jhonny aparecía con una bolsa de comida para llevar.
-¡Luciana, qué bien que llegaste! Justo llegó la comida. Vamos a la sala de guardia. -Jhonny agitó la bolsa con una sonrisa.
-Claro, me parece bien. -Luciana asintió, sonriendo mientras se frotaba la muñeca dolorida, y se fue con Jhonny.
Detrás de ella, Alejandro se quedó con una expresión vacía. Observó al joven médico, que miraba a Luciana con evidente afecto. «Seguramente está enamorado de ella», pensó.
Tenían la misma edad, la misma profesión, parecían una buena pareja. Alejandro reflexionó sobre esto mientras cerraba la puerta con un fuerte golpe. Su mirada se desvió hacia la pintura de Kervens Bocanegra, aún apoyada contra la pared. Sentía una incomodidad creciente en el pecho.
No sabía por qué, pero todo en su interior se sentía mal, terriblemente mal.
Al día siguiente, Luciana se levantó tarde después de haber pasado la noche trabajando en una traducción. Salió apresurada del dormitorio y se encontró con Jhonny.
—Luciana, ¿vas al departamento? Súbete, te llevo -Luciana miró la hora; efectivamente, estaba a punto de llegar tarde. Sin pensarlo mucho, se subió al asiento trasero de la bicicleta de Jhonny-. Gracias.
-¡No hay de qué! -Jhonny pedaleó con fuerza en dirección al hospital.
Mientras tanto, la noche anterior, Alejandro tampoco había pasado mucho tiempo en la habitación. Volvía al amanecer y, al llegar, vio a Jhonny llevándose a Luciana en bicicleta.
-Luciana, ve tú primero, yo estaciono.
Está bien. Luciana asintió y entró al edificio. No esperaba encontrarse con Alejandro en el ascensor. Lo incómodo era que solo estaban ellos dos. Luciana se quedó en una esquina, en silencio.
-Vaya, qué sorpresa -comentó Alejandro, mirando al frente sin voltear a verla, pero claramente dirigiéndose a ella. ¿Ahora andas con alguien que va en bicicleta? ¿Esa bicicleta es de él o es una de esas de alquiler? ¿Tu objetivo ha bajado tanto? ¿Es por lo del bebé que te has visto obligada a conformarte?
Luciana no respondió.
Cuanto más callaba ella, más se enfurecía Alejandro, y su tono se volvía más hiriente.
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Capítulo 45
-Pero, dime, ¿ese chico sabe que llevas a alguien dentro? ¿Está dispuesto a aceptarlo? ¿O acaso es el verdadero padre de ese bastardo?
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