Capítulo 450
«Después de lo que ha hecho por mí… Sería un detalle manifestarle mi agradecimiento>>, pensó. Pero, al mismo tiempo, recordó la decisión de no dejarse llevar otra vez por sus sentimientos.
-Ay… -suspiró, regañándose internamente por ser tan voluble-. ¿No había jurado mantenerme firme?
Tras pensarlo, cerró la tapa de la cajita, dispuesta a dejarlo para otra ocasión. Se metió al baño a darse una ducha.
Poco después, Alejandro entró a la habitación. Al oír el agua corriendo, supuso que Luciana se bañaba y prefirió no interrumpirla. Se quitó el saco y se sentó en el sofá, cuando notó una cajita pequeña en la mesa de centro.
-¿Qué es esto?
も
La tomó con curiosidad, pensando que tal vez era una caja de reloj. La abrió y encontró un objeto metálico de apariencia artesanal: un encendedor. «¿Un encendedor?» En el extremo inferior se apreciaban unas letras grabadas finamente: “Para Alex.”
–“Para Alex“… —leyó en voz baja, sorprendido. Se le dibujó una sonrisa involuntaria. «<¿Será
que Simón me comentó del regalo de cumpleaños de Luciana?» Probablemente sí.
lo
Apretó la pequeña pieza en la mano, sintiendo un calor reconfortante en el pecho.
El agua en la regadera dejó de correr, Luciana salió envuelta en su toalla y descubrió a Alejandro sosteniendo la cajita.
-¡Alejandro…! -exclamó con un ligero rubor mientras se acercaba corriendo.
-Ya es tarde soltó él, divertido, alzando el brazo para que no pudiera alcanzarlo. Sabes que soy más alto, no me la quitarás fácilmente.
Luciana se quedó quieta, al final él lo había visto y sostenía el encendedor. «Tal vez sea el destino». Suspiró, rindiéndose ante la evidencia:
-No pretendo arrebatártelo.
-¿Ah, no? —dijo Alejandro, aprovechando para rodearla con un brazo-. ¿Es porque en realidad es para mí?
Ella sintió cómo su rostro se calentaba al apoyarse en él:
—Sí, lo hice para tu cumpleaños.
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Capítulo 450
+25 BONOS
-¿Lo fabricaste tú misma?
-Sí…
Alejandro, de un humor excelente, la besó en la mejilla:
-Entonces, ¿me aprecias tanto como para dedicarme todo ese tiempo? -preguntó en broma mientras tomaba sus manos, notando las diminutas cicatrices-. Aún veo esas pequeñas cortadas. ¿Te dolió? ¿O me tenías tanto en mente que el dolor ni lo notaste? -Sonrió con picardía. ¿Soy tu anestesia?
-¡Alejandro! -protestó Luciana, poniéndole una mano en la boca, con el rostro encendido—. ¡No digas tonterías!
A él no parecía importarle. Aprovechó para besarle la palma, provocando que ella retirara la
mano con premura:
-¡Alejandro…!
L
Él la siguió y la besó en los labios:
-Tranquila, solo un beso.
-Pero anoche ya… -se quejó ella, empujándolo un poco.
-Lo sé, solo quiero besarte un momento, déjame -soltó, con una sonrisa traviesa-. Estoy muy feliz. Luciana, gracias. Me encanta tu regalo.
***
Al día siguiente, cuando visitaron a Miguel, este preguntó enseguida por los resultados de la revisión prenatal. Al enterarse de que tanto Luciana como el bebé estaban en buen estado, se alegró enormemente.
-Perfecto, maravilloso -comentó con los ojos brillantes-. Con eso, siento un gran alivio. Al menos, si un día ya no estoy aquí, tú… —dirigió la mirada a su nieto-, Alex, no estarás solo; habrás formado tu propia familia… 2
-Abuelo… —lo interrumpió Alejandro con el ceño fruncido, algo molesto.
-No te pongas así -repuso Miguel, moviendo la mano con despreocupación-. Sé que no te agrada hablar de estos temas, pero, hijo, la vida es así. Yo seré el primero en partir. No hay nada que pueda hacerse.
Viendo que la cara de su nieto se ensombrecía aún más, el anciano cambió de conversación:
—¿Qué se sabe de Canadá últimamente? ¿Ha estado tranquilo? 7
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