Capítulo 453
Simón, al verla tan afectada, se acercó con cautela:
-¿Estás bien, Luciana?
Ella negó con la cabeza. «“Bien” no era la palabra»; su pecho se sentía a punto de explotar. Se había enterado de que alguien a quien amó, y que la amó a ella, estaba enfermo… muy enfermo.
Sin saber cómo consolarla, Simón optó por llevarla de vuelta a Rinconada. Avisó a Felipe y Amy para que la atendieran. Luego llamó a Alejandro para informarle de todo, aclarando con énfasis:
-Luciana no fue a ver a Fernando; solo revisó su historial médico.
-Entendido contestó Alejandro, colgando con el ceño fruncido. «¿Depresión? ¿Fernando sufre depresión?» Pensó con inquietud.
Esa noche, al regresar a Rinconada, Alejandro encontró a Luciana profundamente dormida. Se sentó al borde de la cama, notando el leve enrojecimiento de sus párpados, que indicaban un llanto prolongado. Sintió un nudo de celos y compasión a la vez. «Está llorando por otro
hombre…>>>
-En fin… -susurró para sí, intentando serenarse-. Esta vez pasaré por alto tu tristeza por él.
Pero solo esta vez… 1
***
Agotada por la jornada, Mónica regresó a casa. Ni bien abrió la puerta, escuchó los gritos desesperados de su madre:
-¡Habla de una vez! ¿Ricardo, te comió la lengua el gato?
Era evidente que Clara estaba fuera de sí. Desde que Ricardo salió del hospital hacía un par de días, el matrimonio discutía por cualquier cosa. Al no haber un donante de hígado, él seguía con tratamiento conservador, sin poder hallar una solución definitiva.
-¿Qué quieres que explique? -respondió Ricardo con cansancio-. ¡Ya te dije que no hay nada raro!
-¿Nada raro? -Clara se echó a reír con un tono helado-. ¿Te parece “nada”? ¡Ricardo, eres un cínico…!
Fue en ese instante que Mónica se asomó:
—¿Ahora qué pasa, mamá, papá? ¿No se cansan de pelear todo el tiempo?
Clara aprovechó su presencia para jalarla del brazo, señalando a Ricardo:
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Capítulo 453
+25 BONO
-Hija, llegas en buena hora. ¡Tienes que ayudarme! Tu padre… jél tiene a otra! -lo soltó entre sollozos, con un dejo de dramatismo.
—
-¿Otra? Ricardo resopló molesto-. ¿Pero qué dices? No inventes.
-¿Lo niegas? -Clara chasqueó la lengua con enojo y se acercó más a él-. Entonces, explícame, ¿para quién son esas cosas que compraste a escondidas y guardaste en el cuarto de atrás?
La reacción de Ricardo fue un mutismo total. Clara, al verlo así, rompió a llorar con más fuerza, dándole puñetazos suaves en el pecho:
-¡Contesta! ¿Por qué no dices nada?
El semblante de Ricardo se ensombreció, lucía aún más pálido por su delicada salud:
—¡Mamá! —exclamó Mónica, temiendo que la agresión empeorara la condición de su padre-. No sigas golpeándolo, acaba de salir del hospital…
-¿Y a mí quién me cuida? -reclamó Clara, bajando la mano pero sin frenar su retahíla-. ¡ Estoy segura de que aún tiene energías para divertirse con otra, ya ves!
-¡Tú…! -siseó Ricardo.
-¡Mamá, por favor, no digas eso! -intervino Mónica, con la cabeza a punto de estallar. Esas palabras son demasiado crueles, casi como si maldijera a su propio esposo.
Volteó hacia Ricardo:
-Papá, ¿qué pasa de verdad? ¿Cuál es la historia detrás de todo esto?
Sinceramente, le costaba imaginar a su padre, en ese estado de salud, saliendo con otra mujer. Ricardo se frotó las sienes:
-No pasa nada, créeme. Son fantasías de tu mamá.
-¿Fantasías? -Clara soltó una carcajada hiriente-. Muy bien, aguarda un segundo.
Se fue con pasos enérgicos hacia la parte trasera de la casa. Poco después, regresó cargando varios paquetes y bolsas que tiró con fuerza al piso, ante el asombro de Mónica.
-¿Pero qué haces? -exclamó Ricardo con el ceño fruncido-. ¡Podrías romperlos!
Esa actitud de “preocuparse” por las cajas fue la gota que colmó la paciencia de Clara. Bufó con
rabia:
-¿Romperlos? ¡Pues los voy a pisotear también…!
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Y acto seguido, levantó el pie y comenzó a patear y pisar los objetos con furia.
—¡Tú…! ¡Eres una mujer insoportable, sin remedio! -exclamó Ricardo- ¡Ya pareces una loca!
-¡¿Me dices loca?! —aulló ella. ¡No aguanto más! ¡Dime ahora mismo quién es esa zorra! reclamó con un gesto frenético.