Capítulo 456
Se separó de él y se despidió con la mano:
-Espéranos afuera. Regresaremos pronto.
-Bien -musitó Alejandro, sin despegarle los ojos mientras ella entraba al quirófano.
La puerta se cerró. Desde el exterior, solo quedaba esperar. Alejandro nunca había sentido tan agobiante la lentitud del tiempo. Miró el reloj varias veces, inmerso en el correr de los minutos.
Cerca del mediodía, llegó Sergio:
-Alejandro, aún no sabemos cuánto más durará la cirugía. ¿Por qué no comes algo?
Pero él negó con la cabeza:
-No puedo… no tengo apetito.
La angustia se reflejaba en su entrecejo fruncido. Volvió a mirar su reloj con el ceño cada vez más apretado.
-¿Cómo es posible que tarden tanto? -exhaló en un murmullo. Luciana le había explicado que para Delio esta operación no sería muy compleja y que, si todo iba bien, a mediodía Miguel estaría fuera. Pero ya se acercaba la hora y no había noticias. Su inquietud creció hasta volverse insoportable. Se sentó y se levantó varias veces, sin hallarle acomodo al cuerpo.
Sergio y los demás guardaban silencio; sabían que cualquier frase de consuelo le resultaría inútil.
Los minutos transcurrieron con exasperante lentitud, hasta que, pasadas las 2:00 de la tarde, se abrió la puerta del quirófano:
-¡Abuelo! -exclamó Alejandro, yendo al encuentro de la camilla.
Sergio y los otros lo siguieron de cerca.
Una de las enfermeras empujaba la camilla donde Miguel reposaba, con el suero aún conectado. Delio, quitándose la mascarilla, se acercó a Alejandro:
-Señor Guzmán…
-¿Delio? ¿Cómo salió todo?
-La cirugía fue un éxito. -Delio asintió con una sonrisa―. Dada su edad y su estado general, pasará 48 horas en la UCI para observación, pero si evoluciona bien, lo trasladaremos a una sala normal.
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Alejandro sintió un peso enorme liberarse de su pecho. Su voz tembló de alivio:
-¡Gracias, de verdad, muchísimas gracias, Delio!
-Nada que agradecer, es mi trabajo. Ahora tenemos que llevarlo a la UCI. Necesito también unas firmas suyas para dejar todo en regla.
-Claro. Por favor, adelante.
Acompañó el traslado de su abuelo a la Unidad de Cuidados Intensivos. Una vez que terminaron los procedimientos y confirmaron que todo estaba en orden, Alejandro por fin pudo tomar aire y relajarse un poco. «Había salido bien…>>, pensó con un nudo de emoción. «< Luciana cumplió su promesa: protegería a mi abuelo. Él sigue conmigo…>>
De pronto, se sobresaltó, como si su cerebro hiciera clic:
-¿Y Luciana? -largó, volteando con urgencia hacia Sergio.
-No la hemos visto -respondió él, encogiéndose de hombros. Desde que salió tu abuelo, no ha aparecido.
-¡Rayos! -maldijo Alejandro para sí, sintiéndose un tonto por no haberla buscado antes. Sacó el teléfono y marcó su número, pero la llamada no entraba. «Tal vez tenga el celular apagado…>>
Justo entonces, Delio salió de la UCI, terminando de dar indicaciones al personal:
-¿Busca a Luciana? -preguntó al notar el rostro de Alejandro—. Ella salió conmigo del quirófano, pero la vi muy cansada y le dije que fuera a cambiarse. ¿No se contactó contigo?
-No -replicó él, con el gesto sombrío.
<<¿Agotada y sola?» ¿Y si le pasó algo? Delio se dio cuenta de la agitación de Alejandro y lo tranquilizó:
-Quizá sigue en la zona de vestidores. Pruebe a entrar por la puerta de personal. Yo llamaré para avisar que llegará.
-Gracias, Delio. -Alejandro no perdió tiempo y se dirigió al pasillo que conducía al quirófano.
La enfermera que custodiaba la puerta del área de cirugía lo dejó pasar, advirtiéndole:
-Solo usted puede entrar, señor Guzmán.
-Entendido.
Se puso
la ropa y calzado esterilizados y siguió a la enfermera por el pasillo hasta llegar a la sala de descanso para el personal de cirugía.
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-Herrera salió para cambiarse, supongo que sigue aquí. -La enfermera sacó sus llaves y abrió la puerta. Alejandro se adelantó, empujándola con un gesto brusco. Al mirar el interior, su expresión cambió de golpe:
-¡Luciana! -exclamó, con el corazón encogido por la escena que vio dentro.
