Capítulo 458
-Entre, por favor.
—Sí. —La mujer asintió, empujando la puerta.
Dentro, un hombre delgado y otro robusto la esperaban. Al verla llegar, se pusieron en pie. El más delgado habló primero:
-¿Trajiste el dinero?
En C. Piedras Negras, la “zona negra” de Muonio, se realizaban transacciones clandestinas. El acuerdo era en efectivo, sin excepciones.
-Sí–respondió ella con frialdad, sosteniendo un bolso de viaje que puso sobre la mesa.
El hombre grueso y el hombre delgado se miraron, abrieron el bolso y contaron el contenido. Verificaron que la cantidad fuera correcta, y el delgado miró a la mujer:
-De acuerdo, comprendemos lo que debemos hacer.
-Perfecto. -Ella inclinó la cabeza-. Cuando terminen, vuelvan aquí y les daré el resto.
-Trato hecho.
La mujer se dispuso a marcharse; en un lugar así, no quería prolongar la visita. Sin embargo, al darse vuelta, su sombrero se le cayó. Se apresuró a recogerlo, pero el hombre delgado fue más rápido y se lo tendió con una sonrisa ambigua:
-Tenga.
Ella tomó el sombrero, notando cómo él la miraba fijamente. Un escalofrío de desagrado le recorrió la espalda:
-¿Qué tanto miras? -soltó ella con un tono agrio y a la defensiva.
-Oh, solo que me resultas familiar, como si nos hubiéramos visto antes en algún lado…
-¡Bah! -espetó ella con brusquedad-. ¡Claro que no!
Dio media vuelta y se alejó con prisa, deseando poner tierra de por medio. No redujo el paso hasta salir de aquel callejón y subir a su auto. Una vez dentro, se sacó la mascarilla y respiró agitada, aferrando el volante con los nudillos tensos. «Jamás imaginé encontrar a esos dos en la lista de “contactos” del mercado negro…» y, por poco, la reconocían. Por fortuna, no le vieron el rostro. <<Tendré que extremar precauciones la próxima vez»>, pensó con un escalofrío,
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Capítulo 458
+25 BONO!
A la mañana siguiente, luego de entregar guardia y hacer su ronda, Delio llamó a Luciana a su despacho y le soltó la noticia:
-El tema del posgrado sin examen de ingreso… ya está aprobado.
-¿En serio? -La mirada de Luciana se iluminó con sorpresa. Aunque estaba al tanto de la solicitud, escuchar que se había concretado la dejó completamente emocionada.
-¿Te quedaste muda? -bromeó Delio. No, no es una broma. El comité académico lo autorizó, y como soy tu supervisor y jefe de departamento, te lo anuncio oficialmente. La notificación formal te la enviará la universidad.
-¡Muchas gracias! —exclamó, con una amplia sonrisa.
-Bien, me alegra. —Delio asintió—. Sé que tu estado no te facilita estudiar para exámenes rigurosos, así
que esto te quita un gran peso y podrás enfocarte en tu labor en el equipo.
—Sí, lo entiendo, y se lo agradezco mucho -repitió ella, aún conmovida.
-Con respecto a tu plaza fija… habrá que esperar un poco más. Hablaré con el departamento de personal para vincularte oficialmente con el hospital.
Delio le sonrió, pues como su maestro estaba gestionando todo con esmero. Luciana no hizo más que expresar su gratitud:
-Gracias, de verdad, profesor.
-No tienes nada que agradecerme -repuso él con gesto paternal-. Esto es fruto de tu propia dedicación. Yo solo allano el camino.
Al salir del despacho, Luciana sacó su teléfono con impaciencia. «¡Tenía que compartir la gran noticia!>> Marcó el número de Alejandro y, en cuanto atendió, oyó su voz profunda:
-Luciana.
-¡Alejandro! -espetó ella con una alegría que se notaba incluso al otro lado de la línea—. ¡Me acaban de confirmar que entraré al posgrado sin examen!
-Vaya. Su contestación sonó algo serena.
Luciana frunció el ceño, decepcionada:
-¿Y esa reacción? ¿Tan frío?
-Es lo que esperaba -comentó con simpleza, aunque con un matiz de orgullo-. No me sorprende… Eres la mejor.
-Así que ni te inmutas -refunfuñó ella, aunque con un tono divertido.
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Capitulo 458
+25 BONOS
Acto seguido, él añadió:
-Bueno, con tanta buena noticia, ¿qué te parece si en la noche voy por ti y cenamos algo rico?
El rostro de Luciana se iluminó por segunda vez en el día.
-Quiero camarones blancos y pasta con bistec a la italiana.
-¡Hecho!
Cortaron la llamada, y antes de que Luciana pudiera guardar el teléfono en el bolsillo, volvió a sonar. Esta vez aparecía Mónica. Instintivamente, Luciana frunció el ceño: «¿Para qué llamará ella otra vez?» Sin vacilar, rechazó la llamada.
El timbre se detuvo, pero enseguida entró un mensaje de texto.
[¿No te interesa saber quién fue el hombre con quien estuviste en el Hotel Real aquella noche?]
