Capítulo 46
Un silencio mortal cayó sobre ellos.
El rostro de Luciana se había vuelto pálido, sin una gota de color. Alejandro sintió un pinchazo de culpa en el pecho, deseando poder abofetearse a sí mismo. ¿Por qué, cada vez que se enfadaba, decía tantas tonterías?
-Luciana…
Alejandro intentó disculparse, pero no sabía cómo hacerlo. No era mi
intención decir eso, solo quería…
Luciana esbozó una pequeña sonrisa, levantando el mentón.
-Tienes razón, lo que llevo dentro es un bastardo. Alguien como yo no merece tu
preocupación, así que te agradecería que no te metas en mi vida nunca más. —En ese momento, el ascensor se detuvo.
-¡Luciana! —Alejandro intentó detenerla mientras ella salía apresurada, pero su mano quedó en el aire, sin alcanzarla.
De repente, lleno de frustración, Alejandro levantó el puño y lo estrelló contra la pared del ascensor. La rabia y la incomodidad lo abrumaban, haciendo que hasta respirar se le hiciera
difícil.
***
Cuando Luciana llegó a revisar a su paciente, Sergio le informó que Alejandro quería darse de alta. Desde una perspectiva profesional, Luciana le sugirió que se quedara unos días más para que las suturas en el abdomen se absorbieran completamente. Sin embargo, Alejandro estaba ansioso por salir; su trabajo no le permitía descansar, y estar en el hospital solo le añadía estrés. Ante su insistencia, Luciana no tuvo más opción que aprobar su alta y le extendió la orden correspondiente, mientras Sergio se encargaba del papeleo.
-Después de salir, necesitas seguir teniendo cuidado por un tiempo… -comenzó a decir Luciana, mientras ambos evitaban mirarse directamente, manteniendo una conversación cargada de una incomodidad palpable. La atmósfera estaba teñida de una extraña tensión. Justo cuando Luciana terminaba de darle las indicaciones, Sergio regresó corriendo, agitado y con el rostro lleno de preocupación.
-¡Alex! -exclamó, apenas pudiendo contener el pánico en su voz-. ¡No es bueno! Tu abuelo se enteró de que estuviste hospitalizado y se preocupó tanto que ha caído enfermo.
y
El rostro impecable de Alejandro se oscureció al instante, reflejando una mezcla de furia preocupación. Había intentado ocultar su hospitalización precisamente para evitar que su abuelo se enterara y se preocupara de esa manera. El abuelo de Alejandro no era una persona que estuviera pendiente de las redes sociales, por lo que, hasta ese momento, no se había
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Capítulo 46
enterado de nada. Sin embargo, de alguna manera, la noticia había llegado a sus oídos.
Sin decir una palabra, Alejandro se dirigió apresuradamente hacia el edificio de la VIP del área de medicina interna, seguido de cerca por Sergio, Juan y Simón. Todos sabían lo importante que era Miguel para Alejandro; después de todo, él era su único familiar directo.
Luciana dudó por un segundo, pero finalmente decidió seguirlos.
Dentro de la habitación, los médicos estaban en pleno proceso de reanimación. Una enfermera intentó detener a Alejandro en la puerta:
-Señor Guzmán, no puede entrar.
—¡Déjame pasar!, respondió Alejandro con una expresión sombría y peligrosa, muy alejada de su habitual compostura.
-Señor Guzmán, si entra solo complicará nuestra labor… —la enfermera intentó cumplir con su deber, sujetándolo para que no entrara.
Alejandro la miró con desdén, a punto de estallar en ira.
-¡Alejandro! —Luciana llegó justo a tiempo para detenerlo. Lo tomó del brazo y le dijo con firmeza : Déjame entrar a mí. Soy doctora en este hospital; puedo entrar y asegurarme de que tu abuelo esté bien. Te prometo que haré todo lo posible por devolvértelo sano y salvo, ¿de acuerdo?
Alejandro la miró por un momento y, con un nudo en el pecho, asintió. Confiaba en ella. Después de todo, ya le había salvado la vida una vez; estaba seguro de que también salvaría a su abuelo.
-Está bien–aceptó, su voz cargada de tensión.
Todos en la sala respiraron un poco más tranquilos.
-Quédate aquí, por favor -le dijo Luciana a Alejandro antes de seguir a la enfermera hacia la habitación. La puerta se cerró, separándolos en dos mundos diferentes.
Media hora después, la misma enfermera salió a buscar a Alejandro.
-Señor Guzmán, su abuelo está fuera de peligro, puede entrar.
Alejandro asintió, se levantó y abrió la puerta. Al entrar, escuchó los susurros de las
enfermeras a sus espaldas.
-¡Qué susto! El anciano tenía una flema tan espesa que se le había atorado en la garganta; ni siquiera con el aspirador pudimos sacarla -murmuraba una de ellas.
—
-Sí, si no hubiera sido por la doctora Herrera, que sin guantes y con sus propias manos sacó
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poco a poco la flema, el anciano no lo habría logrado -respondió otra.
-Con guantes no habría podido hacerlo
comentó otra.
-¿Será pariente de ese señor? Si no, ¿por qué la dejaron entrar? Se esforzó tanto…
-Debe serlo, porque esa flema estaba llena de bacterias y ella no dudó en ensuciarse para salvarlo…
Dentro de la habitación, Luciana estaba sentada junto a la cama, sosteniendo la mano de Miguel.
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Capitulo 47