Capítulo 461
Sergio clavó la mirada en el rostro sombrío de Alejandro, sin atreverse a soltar palabra. El auto continuaba avanzando a toda velocidad.
-¿Dónde está Simón? -inquirió Alejandro, apretando la mandíbula.
Sergio entendió al instante y marcó el número de Simón, pero al cabo de unos segundos se volvió hacia él con el rostro tenso:
-No contesta. Su teléfono está apagado.
-Maldición… —susurró él. «Si no responde, o está con Luciana o… algo peor.>>
Sergio tampoco quería presionar; la situación era cada vez más apremiante. Alejandro
reflexionó unos segundos y tomó su celular para llamar a Salvador.
-Salvador, soy yo -dijo con tono urgente, describiendo los hechos de la forma más concisa posible.
Al otro lado de la línea, su amigo captó de inmediato:
-¿Quieres que vaya por Luciana?
Hubo una leve pausa, casi imperceptible, y al fin Alejandro respondió:
-Sí.
-No hay problema, pero… ¿estás seguro? Podríamos intercambiar roles. Yo comprendo que hay que rescatar a las dos, pero Luciana… no será lo mismo si voy yo en vez de ti.
Alejandro guardó silencio. «De poder elegir, por supuesto que querría ir por Luciana». Pero Mónica también estaba en peligro; no olvidaba que Mónica era su “Mariposita,” a la que tanto había buscado. <<A las dos las quería a salvo». Y en ese momento, se encontraba mucho más cerca de la ubicación de Mónica. Dejar a Salvador a cargo de Luciana parecía lo más sensato. 3
Apretó los dientes:
-Te lo encargo, Salvador. En cuanto pueda, me reuniré contigo. 1
-Hecho–respondió Salvador, sin perder el tiempo en formalidades.
Alejandro colgó, su gesto seguía tenso, sin relajarse un ápice. Llegaron al lugar del primer punto: una zona de edificios pequeños, aparentemente semideshabitados, donde los vecinos ya habían sido desalojados. Sergio se inquietó al ver la magnitud del lugar: «<con tan poca gente para buscar, esto será un martirio…>> 2
-Sergio, llama a refuerzos —ordenó Alejandro con el ceño fruncido.
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Capítulo 461
+25 BONOS
-Ya lo hice en el camino -aclaró él-. Pero esto surgió de repente; tardarán en llegar.
Alejandro respiró hondo, sin poder dejarse caer en la desesperación. Hizo un gesto hacia Juan:
-Sergio, quédate. Juan, tú y yo empezamos a revisar. No podemos quedarnos esperando.
-Sí, señor.
Señalando direcciones opuestas, Alejandro distribuyó tareas:
-Juan, tú cubre la parte este, yo iré al oeste.
-De acuerdo.
Sin perder un segundo, se dispersaron para iniciar la búsqueda.
La tarde comenzaba a caer cuando Alejandro buscaba a Mónica a través de las ruinas, iluminando con una linterna.
-¡Mónica! ¿Me oyes? ¡Soy Alex! ¡Mónica, contéstame!
Mientras tanto, en un rincón de una casa abandonada, Mónica yacía con manos y pies atados, y la boca sellada con cinta adhesiva. Semiconsciente, parpadeó con esfuerzo y creyó oír la voz de alguien que la llamaba a lo lejos. Prestó atención, y sus ojos se abrieron de par en par:
-¿Alex?
Un atisbo de esperanza le llenó el pecho: «Alejandro había venido a rescatarla». Sintió unas lágrimas que le brotaban, presas de alivio e incertidumbre. Intentó responder:
-Mmm… mm… —soltó un sonido gutural, muy débil. Con la cinta sobre los labios, era imposible que él la oyera.
Pero, en vez de desesperarse, se dijo que Alejandro jamás la abandonaría. Si había llegado hasta allí, de alguna forma la encontraría. Cerró los ojos, musitando en su mente:
<<Alex, estoy aquí… ven por mí, tengo miedo…>>
Sin embargo, al cabo de unos segundos, la voz se escuchó cada vez más distante:
-¡Mónica…! —gritaba él, mas su tono se debilitaba, como si se alejara.
<<¡No, no te vayas!» pensó. «Estoy justo aquí». Empezó a moverse para llamar su atención, aunque con las manos y pies atados no tenía muchas opciones. Apoyada contra la pared, se dejó caer hacia el piso, con un golpe que la hizo retorcer de dolor.
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