Mi multimillonario 463

Capítulo 463 

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-¡Sergio, agárrala! -gritó Alejandro, entregando a la persona que llevaba. En un pestañeo, dejó a la mujer en brazos de Sergio y dio la vuelta, corriendo de nuevo al interior. 

-¡Alex! -exclamó Sergio, aterrado-. ¿A dónde vas? ¡Es peligrosísimo! 

Pero él no se detuvo. «¿Qué podría ser tan importante para arriesgarse otra vez?>> 

Bajo la humareda espesa, Alejandro comenzó a toser, doblando el torso para evitar la inhalación directa. 

-Cof, cof… -Entre el caos y la penumbra rojiza, buscaba con afán-. ¡Diablos, ¿dónde estás?! 

-masculló, hasta que, de reojo, vio brillar algo al rojo vivo. 

El encendedor. Aquel presente que Luciana le fabricó con sus propias manos. Sin titubeos, extendió el brazo y lo recogió de entre las llamas. 

-¡Ah…! -el fuego lamió su piel, causando un dolor punzante en su mano y brazo. Frunció el ceño con fuerza, pero aferró el pequeño objeto y salió corriendo sin mirar atrás. 

-¡Primo! -Sergio saltó al verlo reaparecer-. ¡Estás bien? 

Con el rostro contorsionado por el dolor, él sujetó su brazo herido: 

-Me quemé la mano. Necesito un médico. 

-La ambulancia llegó hace poco–informó Sergio, echando un vistazo a la conmoción alrededor. Los bomberos también acababan de llegar, y se sentían gritos y sirenas por doquier. 

Alejandro, con la respiración agitada, preguntó: 

-¿La mujer que saqué…? ¿Era Mónica? 

—Sí… -Sergio se mordió los labios-. Pero su estado es bastante grave. 

El corazón de Alejandro se encogió. De inmediato se dirigió hacia la ambulancia donde un grupo de paramédicos ya atendía a la joven. Al subir, se topó con la impactante escena: Mónica seguía inconsciente, recostada con máscara de oxígeno y un suero conectado. 

Pero lo que más le sobrecogió fue el estado de su piel: todo el costado izquierdo, desde la mano hasta la parte inferior de la mandíbula, se hallaba ennegrecido, con áreas de carne viva. Semejante visión heló la sangre de Alejandro. La rabia, la pena y la impotencia se mezclaron en su interior: 

-¿Qué hacen? ¡Muévanse, llévenla de inmediato al hospital! 

-Sí, señor -asintió uno de los paramédicos, ordenando al chofer partir al instante. 

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Capítulo 463 

*** 

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Simón fue el primero en despertar, probablemente gracias a su complexión más fuerte. Al abrir los ojos, se encontró inmerso en la penumbra y lo primero que percibió fue el intenso frío. 

<<¿Dónde demonios estoy…?» pensó, y luego advirtió la estructura metálica, una especie de cámara con aire helado. «Esto parece un congelador o un almacén frigorifico». Su siguiente pensamiento fue para Luciana: 

-¿Luciana? -farfulló, mirando en derredor. 

A tientas, sacó su teléfono del bolsillo, comprobando que, por supuesto, no tenía señal alguna, pero le serviría como linterna. Al encender la luz, la parpadeante iluminación del celular le reveló una figura acurrucada a unos pasos de distancia. 

-¡Luciana! -exclamó con alivio al reconocerla y se apresuró a arrodillarse junto a ella. 

La vio con el rostro pálido, frunciendo un poco las cejas, tal vez al borde de despertar. 

—Luciana, ¿me oyes? ¡Despierta! —apoyó una mano sobre su hombro. 

Ella frunció el ceño en un gesto de incomodidad, intentando abrir los ojos, pero sin fuerzas para reaccionar del todo. No podía articular palabra. 

-Al menos estás viva -murmuró Simón, soltando un suspiro de alivio. No sabía cuánto tiempo llevarían inconscientes, pero ese lugar helado ponía en serio peligro a Luciana, que encima estaba embarazada. 

<<¿Cómo habían acabado allí?» Simón recordaba vagamente haber bebido algo que Mónica le ofreció antes de desplomarse, y ahora estaban ambos encerrados en un frigorífico. «¿Ella… fue la responsable?» No tenía lógica, pero no podía explicarse de otro modo. 

-Tranquila, Luciana. Primero salgamos de aquí -soltó, intentando pensar con frialdad. 

Observó los muros metálicos y calculó la salida. En la pared notó un ventilador o extractor de aire. <<Si logro abrirlo, podríamos escaper». Se levantó con determinación; sin embargo, la imagen de Luciana temblando lo detuvo. Ella se acurrucaba con fuerza para contener el frío, abrazándose los brazos y temblaba con la cara pálida. 

-¿Tienes frío, Luciana? -preguntó, aunque la respuesta era evidente: su piel se veía algo amoratada y no dejaba de tiritar. 

Ella era incapaz de responder, medio desvanecida, pero se oía un suave “mmm” de queja. 

Simón no lo pensó mucho. Se despojó de su chamarra y, con un titubeo: 

-Perdóname, no es mi intención incomodarte, pero necesito cubrirte con mi ropa… Lo siento. 

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Capitulo 463 

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Tras envolverla con su abrigo para darle algo de calor, Simón se dirigió hacia aquel extractor que había visto.