Capítulo 464
Tras envolverla con su abrigo para darle algo de calor, Simón se dirigió hacia aquel extractor que había visto.
<<<Debo darme prisa». Por más que la abrigara, Luciana no resistiría mucho tiempo en un espacio tan gélido.
A la tenue luz del celular, descubrió los cables del extractor; tiró de ellos hasta romperlos y esperar que el ventilador se detuviera. Después sacó de su bolsillo una navaja multiusos, de tipo militar, y comenzó a desmontar la pieza. Le tomó casi media hora desenroscar los tornillos y forcejear hasta arrancarla por completo.
-¡Lo logré! -exclamó, sin alzar demasiado la voz para no asustar a Luciana.
Corrió de inmediato hacia ella:
-Luci… —pero se detuvo al ver que ella balbuceaba algo con la voz casi inaudible.
Al acercar el oído, captó la palabra que murmuraba:
-Alejandro…
-¿Extrañas a Alejandro? -susurró él, apretando los labios-. No te preocupes, te sacaré de aquí y te llevaré con él, ya verás.
Con cuidado, la levantó en brazos, y ella se acurrucó contra su pecho, temblando mientras soltaba una queja débil:
-Frío… -murmuró con voz temblorosa.
—Sí, sí… —repitió él—. Ya casi salimos y el frío se acabará.
De pronto, Luciana soltó un breve llanto:
-Alejandro, tengo frío…
Simón parpadeó, sorprendido:
-Te llevaré con Alejandro. Pronto, pronto…
El conducto de ventilación era lo bastante amplio para arrastrarse con Luciana en brazos, aunque el avance era muy lento y trabajoso. Moviéndose con la velocidad de un caracol, Simón intentaba no golpearla y esquivaba las estructuras metálicas.
Mientras tanto, afuera, Salvador llegaba con un buen número de gente.
-¡Sepárense! Registremos todo a fondo. Volteen cada rincón si es necesario, pero
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encontremos a la señora Guzmán -exclamó con determinación.
El grupo se dispersó con rapidez, cubriendo la zona. Simón, arrastrándose dentro del conducto, escuchó ese movimiento y agudizó el oído:
-¡La esposa del señor Alejandro Guzmán! ¡Fíjense bien en su foto, no la vayan a lastimar! gritaban afuera—. ¡Revisen también si el tal Simón está aquí!
Simón casi se iluminó de alegría. «¡Habían venido a rescatarlos!» Alzó la voz desde el interior:
-¡Estamos aquí! ¡Auxilio! —gritó, al tiempo que hacía lo posible por avanzar.
Las voces respondieron, y al fin alguien desmontó la rejilla exterior.
-¡Simón! ¿Está también la señora Guzmán contigo?
—¡Sí! —contestó él—. Está aquí, pero sin conocimiento.
-¡Avisen al señor Salvador! ¡Encontramos a la señora Guzmán!
En cuestión de minutos, Salvador mismo llegó a la zona. Simón emergía a la superficie con ayuda de los demás, sosteniendo a Luciana en brazos. Salvador, al verlo, curvó una leve sonrisa:
-Vaya, con razón salió tan bien. Simón estaba aquí para protegerla.
Rápidamente dio instrucciones a su equipo:
-¡Llévenla de inmediato a la ambulancia!
Enseguida, Salvador llamó a Alejandro. En esos momentos, Alejandro seguía manejando a toda prisa para llegar a la dirección indicada.
-¿Salvador? ¿Alguna novedad? -le preguntó sin siquiera saludar.
-No hace falta que vengas aquí -respondió Salvador-. Ya encontramos a tu esposa; van a llevarla al hospital.
-¿En serio? -La voz de Alejandro se cargó de alivio, aunque no bajó la guardia-. ¿Se lastimó?
-No parece tener heridas visibles. Parece más un asunto de hipotermia, pero Simón estuvo con ella, así que supongo que está fuera de peligro.
Después de rodeos:
–
que Salvador le explicara brevemente lo ocurrido, Alejandro no se anduvo con
Bueno, entonces iré directo al hospital.
-Muy bien–asintió Salvador.
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En el camino, ambos llegaron casi a la par. Al bajarse de su automóvil, Alejandro alcanzó a ver cómo Simón llevaba a Luciana en brazos hacia la unidad de urgencias:
-Simón lo llamó al acercarse.
-Alex–respondió él, deteniéndose y cediéndole a Luciana con cuidado.
Alejandro recibió a su esposa entre sus brazos, con expresión mezcla de preocupación y alivio, y entró directo al área de emergencias.
-¿Alejandro…? -murmuró Luciana, abriendo ligeramente los ojos en un estado semiinconsciente.
-Tranquila, aquí estoy -susurró él, inclinándose para besarle la frente-—. Ya todo pasó.
Ella apenas emitió un “Hmm…” y se acurrucó más contra él, volviendo a cerrar los párpados.
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