Capítulo 468
Y lo que no… Luciana lo había deducido con sus propios ojos.
Agachó la mirada y soltó con cuidado:
-En adelante, sugiero que regresemos a la situación inicial, como al principio. En cuanto al futuro…
-Espera -Alejandro la cortó-. ¿A qué te refieres con “como al principio“?
-¿No lo entiendes? -respondió Luciana, sin disimular su exasperación-. Sería volver a ser esposos solo de nombre, sin ninguna cercanía real, y sin interferir el uno en la vida del otro.
-Ja. -Alejandro soltó un bufido sarcástico-. ¿Pretendes retirar algo que ya consumimos? ¿ La comida que ya probaste la devuelves?
-¿Qué? -Luciana entrecerró los ojos-. ¿Te opones? ¿Por qué?
-¿Por qué? -repitió Alejandro, con la rabia asomándole en la voz-. ¡¿Todavía lo preguntas?!
Por un instante pareció que iba a explotar, pero respiró hondo, bajando el tono:
-Luciana, ¿es que me reprochas no haber ido primero a rescatarte? Entiendo que, si lo ves desde tu punto de vista, tengas motivos para enojarte. Puedes desahogarte conmigo, pero…
-Ah, con que entiendes que en mi lugar debería enfadarme… -lo interrumpió Luciana, con una frialdad que le heló la sangre.
Alejandro captó de inmediato que ella estaba molesta de veras. Se agachó ante ella, apoyando una rodilla en el piso:
-Sí, comprendo. Pero, por favor, Luciana, fue una situación límite. Pensé que si me regresaba por ti, solo perdería más tiempo y tú de todos modos tenías a Simón, además yo envié a Salvador…
-Ya lo sé concedió Luciana, en un tono sereno, pero tan gélido como la nieve.
Él se quedó perplejo:
-Entonces… ¿por qué…?
¿Por qué lo rechazaba de ese modo si comprendía sus razones? Luciana soltó un suspiro casi imperceptible:
-¿Has oído decir que “el amor es ciego“? -preguntó.
Alejandro no entendía qué pretendía decir con esa frase:
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Capítulo 468
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-¿A qué viene eso?
Con una sonrisa vacía, Luciana replicó:
Cuando pasa algo tan grave, si de veras estuvieras loco por mí, no hubieras podido pensar con tanto raciocinio. Eso demuestra que, sí, podrías quererme, pero no lo suficiente. No al nivel
que sientes por tu “Mariposita“.
—¡Luciana…! —soltó él, con el impulso de rebatir.
-Crees que fue la elección más “lógica,” pero, en realidad, tu subconsciente eligió a Mónica, elegiste a tu “Mariposita,” y tu corazón te empujó a priorizarla. -Luciana apretó los puños, tratando de conservar la calma-. Ella es tu primer amor, la mujer que te dejó marcado. Solo seguiste lo que tu interior dictaba. No tienes por qué disculparte conmigo.
—No… no es así -protestó Alejandro, un tanto desorientado. La urgencia de explicarse lo dominaba . Jamás pensé… 2
-Sí lo hiciste, aunque no lo tengas claro -repuso Luciana, suspirando-. Esa es la naturaleza
del subconsciente. Tus actos hablan por ti.
-Pero yo… -balbuceó él, sin encontrar las palabras para justificar su proceder.
—Hasta aquí. —Luciana se levantó de la silla—. Seguiré fingiendo ante tu abuelo, no le daré ningún disgusto. Pero más allá de eso, puedes contar con el espacio que quieras. Y si deseas terminar antes, avísame.
Dicho esto, hizo ademán de marcharse.
-¡Luciana, no te vayas! —exclamó Alejandro, levantándose también, bloqueándole el paso.
Ella parpadeó, fijándose en las quemaduras de su brazo y sugirió con franqueza:
-Sé que te preocupa Mónica, pero tu brazo también está lastimado. Deberías ir a que te lo revisen. Ahora mismo ella no te necesita, ¿verdad?
Quiso apartarse y ya había tomado la perilla de la puerta, tirando de ella
para abrir.
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