Capítulo 469
Sin embargo, en ese instante Alejandro se adelantó, extendió su brazo y la empujó de nuevo con un golpe sordo:
<<¡Pum!»>
El pálido reflejo de la luz se filtró por la rendija mientras la puerta se cerraba de golpe otra vez. Alejandro, pegado a su espalda, cubrió su espacio con un tono grave:
–
De acuerdo, iré a ver al médico. Pero vas conmigo.
-¿Eh? -Luciana giró un poco la cabeza-. ¿Por qué debería acompañarte yo?
—Luciana… —Alejandro frunció el ceño con una mezcla de furia y frustración. esposa! ¡Debes acompañarme!
¡Eres mi
-¿Tu esposa? Sí, lo soy -admitió ella con una risa corta y sin emoción , pero… esa herida en tu brazo, ¿no fue por salvar a otra? ¿Por qué tendría que ocuparme de ti si la protegías a ella?
-¡Luciana…!
-Ah, cierto soltó ella con un dejo de ironía-. Mónica ahora no puede cuidarte, pero tú tienes dinero de sobra, ¿no? Contrata a una enfermera, o a dos…
-¡Luciana! cortó Alejandro, perdiendo la calma. Su voz sonó tensa, llena de enfado–¿ Tienes idea de lo injusta que estás siendo? Mónica se quemó gravemente por mi culpa. Si no la ayudara, ¿qué clase de persona sería?
-No te estoy pidiendo que la abandones -replicó Luciana con aparente inocencia. Creo que haces bien en atenderla. Por supuesto que debes estar con ella…
-Entonces, ¿por qué armar este escándalo? -exclamó Alejandro, endureciendo la mirada—. ¡ No entiendo!
-¿Escándalo? -repitió Luciana, soltando un suspiro burlón-. Por favor, señor Guzmán, esto no es un “escándalo.” Comprendo y asumo tu decisión, y he optado por la mía. ¿Qué hay de malo?
Alejandro entornó los ojos con un deje de rabia:
—¿Tu “decisión”? ¿Volver a la farsa, al matrimonio de apariencias? ¡Es una locura!
-¿Locura? -Luciana mantuvo un semblante sereno-. No olvides que fuiste tú el primero en proponer esa “farsa,” ¿no?
Él apretó la quijada, recordando el pasado:
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Capítulo 469
-Lo que dije al comienzo no se asemeja a lo que está pasando ahora.
-Para mí no hay tanta diferencia -sentenció ella-. Entonces amabas a Mónica… y ahora sigues amándola. Así que cedo, me aparto de en medio para que estén libres sin engaños. ¿No es lo mejor?
<<¿Ceder? ¿Para que estuvieran juntos?» Alejandro sintió un ardor punzante en el pecho, como si algo se le estuviera incendiando por dentro. Dolor, ira, confusión. 1
Con una risa casi irónica, preguntó:
-Entonces, ¿debería darte las gracias por tu gran generosidad?
-No hace falta -replicó Luciana encogiendo un poco los hombros-. Solo dejo de interferir; eso sí, no cuentes conmigo para encubrirlos ante tu abuelo. Arréglatelas tú.
Lo empujó a un lado para abrir la puerta:
-Buena suerte -fue lo último que dijo antes de salir.
Alejandro, sin pensar, dio un paso para seguirla:
-¡Luciana…!
Pero en ese preciso momento, Juan apareció con prisa:
-¡Alejandro! El doctor de la señorita Soler quiere hablar contigo. Sus padres ya están en el despacho.
<<¿Los padres de Mónica?» Luciana escuchó y soltó una sonrisa helada, apresurando su paso en sentido opuesto. Alejandro quedó inmóvil, mirando con impotencia cómo Luciana se alejaba. Apretó los puños y optó por dirigirse a la reunión. «Necesitaba ocuparse de Mónica, mientras Luciana… lo abandonaba.»> 3
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Más tarde, en la oficina médica
Clara lloraba sin control, refugiada en los brazos de Ricardo, cuyo rostro se mantenía inexpresivo y severo. 1
-¡Señor Guzmán, mi pobre hija Mónica está así por su culpa, no puede desentenderse!
sollozaba Clara.
-Descuide–gruñó Alejandro, con el ceño fruncido-. Me haré responsable.
–
-¡Mi hija, mi pobre hija…! -Clara se aferró a Ricardo, sollozando con un dramatismo que saturaba el ambiente. Ricardo permanecía callado, observando a Alejandro con una mirada
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Capitulo 469
pensativa.
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Mientras tanto, Luciana volvía a su habitación. Sentía el cuerpo tan pesado que apenas se tendió sobre la cama, sin fuerzas. Un hueco amargo le taladraba el pecho. «Había esperado…>>
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