Capítulo 47
El anciano había recuperado la conciencia, y sus ojos, llenos de lágrimas, expresaban lo que sus labios no podían articular. Luciana lo comprendía todo.
-Abuelo, Alex está bien. Sé que se lastimó, pero lo he estado cuidando todo este tiempo. ¿No confía en mí? -le dijo con suavidad.
Miguel parpadeó, relajando la tensión en su rostro. Alejandro, al ver esto, se acercó
rápidamente y tomó la mano de su abuelo, inclinándose sobre él.
-Abuelo, aquí estoy. Mírame, estoy bien le aseguró Alejandro con voz firme.
Miguel intentó decir algo, susurrando con esfuerzo.
-Abuelo, ¿necesita algo? -preguntó Alejandro, inclinándose más.
El anciano, con gran esfuerzo, unió la mano de Luciana con la de Alejandro, colocándolas suavemente una sobre la otra. Su mensaje era claro: quería que cuidaran el uno del otro.
La garganta de Alejandro se sintió obstruida, como si tuviera una piedra.
-Abuelo, no se preocupe, estamos bien —dijo, su voz cargada de emoción.
Miguel, agotado pero tranquilo, cerró los ojos con la satisfacción de saber que su deseo había sido comprendido.
-Dejemos que descanse -sugirió Luciana, dándole unas palmaditas en el hombro a Alejandro, tratando de reconfortarlo.
***
Al salir de la habitación, Luciana intentó tranquilizar a Alejandro.
-No te preocupes tanto. Aunque el estado de tu abuelo parecía grave, en realidad…
Pero Alejandro la interrumpió abruptamente.
-¿No tienes nada más
que decirme?
-¿A qué te refieres? -preguntó Luciana, confundida.
Antes de que pudiera reaccionar, Alejandro se inclinó hacia ella. Con una mano en su cintura y la otra en su espalda, la atrajo hacia su pecho en un abrazo firme. Su cuerpo era fuerte y cálido, emanando un suave aroma a colonia de menta. Luciana quedó paralizada, sin saber cómo responder. Sus manos colgaban a los lados, y no se atrevía a moverse.
-Alejandro… -murmuró, sus labios secos rozando su nombre.
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Capitulo 47
+25 BONUS
-Solo un momento -dijo Alejandro, apoyando la cabeza en su hombro como un niño necesitado de consuelo. Déjame abrazarte un rato.
<<¡Qué tonta eres! ¡Qué idiota!» pensaba Alejandro. Ella había salvado la vida de su abuelo y no había dicho una palabra al respecto. Si no hubiera escuchado a las enfermeras hablar de ello, jamás lo habría sabido…
Quería agradecerle, pero las palabras «gracias» parecían insuficientes para expresar lo que sentía en ese momento. No era solo gratitud; había algo más que lo impulsaba a abrazarla.
-Está bien… -respondió Luciana en voz baja, sin atreverse a interpretar lo que ese gesto realmente significaba.
Pero su estómago, inoportuno, rugió en ese momento, rompiendo el hechizo. Alejandro, despertado de su ensoñación, la soltó de inmediato. Miró su abdomen con una expresión que rozaba la ingenuidad.
-¿Tienes hambre? -preguntó, casi con curiosidad.
—Sí —respondió Luciana, sonriendo con timidez mientras se frotaba el estómago.
-Entonces, ¿a qué esperamos? —dijo Alejandro, tomando su muñeca—. Vamos a comer algo.
Luciana se dejó llevar, aunque no pudo evitar sentirse un poco desconcertada. Para ella, una simple comida en la cafetería del hospital hubiera sido suficiente, pero Alejandro insistió en conducir durante media hora. O tal vez más.
De hecho, pasaron cuarenta minutos antes de llegar al restaurante. En el reservado, Alejandro se acomodó con autoridad y ordenó los platos.
-Que sea rápido, tenemos hambre.
-Enseguida, señor Guzmán -respondió el gerente con diligencia, sin la menor intención de hacer esperar a un cliente tan importante.
Los platos llegaron pronto. El primero fue un pescado al vapor.
-Toma, come esto -dijo Alejandro, quitándole las espinas con cuidado antes de poner un trozo en el plato de Luciana.
-Gracias -dijo ella, tomando un bocado con el tenedor.
De repente, una sensación de náuseas la invadió con fuerza.
—¡Ugh…! —Luciana se tapó la boca, sintiendo cómo la sangre abandonaba su rostro.
—¿Qué pasa? —Alejandro se levantó de inmediato, preocupado. Se acercó a ella, sin saber cómo ayudarla-. ¿Quieres vomitar?
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Capítulo 47
+25 BONU!
Luciana asintió con la cabeza repetidamente, mirando alrededor en busca de un cubo de basura. Ninguno de los dos pudo encontrar uno. En su desesperación, Alejandro levantó la mano y la puso frente a ella.
-¡Vómitame en la mano si es necesario!
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