Capítulo 470
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<«<Quizá un cambio en Alejandro, un impulso que la hiciera creer de nuevo en él. En ellos.» Pero ahora, comprendía que era el momento de despertar de ese espejismo.
<«<Cerró los ojos, diciéndose a sí misma que debía descansar». Pronto reemprendería su vida, atendería su trabajo, su embarazo… «No había tiempo que perder con un amor que insistía en herirla.>>>
Aquella noche, durmió profundamente. Al amanecer, sintió algo que pesaba sobre su brazo. Lo primero que vio al abrir los ojos fue la cabeza de Alejandro, recostada con cansancio en el borde de la cama, agarrándole la mano. 2
<<<Con razón me dolía tanto…» pensó, notando la presión. Desconocía a qué hora habría llegado él, ni tampoco le interesaba saberlo.
Quiso retirar su brazo, pero la fuerza de Alejandro le impedía moverse. Entonces, sin contemplaciones, lo llamó: 2
-Alejandro, despierta. Me estás dejando el brazo dormido.
-¿Hmm…? -Masculló él, incorporándose de golpe. Al erguirse, Luciana sintió la circulación regresarle al miembro entumecido.
-Luciana, ya… despertaste -murmuró, intentando entablar conversación.
<<¿No es obvio?>> pensó ella, ignorando el comentario. Pulsó el timbre de la cabecera. Enseguida entró una enfermera.
-Señora Guzmán, la encuentro despierta. ¿Desea que la ayude a asearse?
-No, gracias. Estoy mucho mejor y quiero darme de alta.
La enfermera se sorprendió:
-¿De alta tan rápido? De acuerdo, lo consultaré con el médico.
Apenas se fue la enfermera, Luciana se levantó con naturalidad, mientras Alejandro la
observaba de cerca.
—¿Por qué no esperas al menos un día más? Deberían supervisarte un poco, así podría cuidarte mejor -sugirió él.
Luciana no respondió y se dirigió al baño, cerrando la puerta en su cara. Alejandro, algo contrariado, quiso abrir, pero ella había echado el seguro. No le quedó sino aguardar afuera.
Al cabo de unos minutos, Luciana salió con ropa propia, dejando claro que pretendía
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Capítulo 470
marcharse de inmediato.
-Luciana… empezó él, tomándola del brazo-. Si de verdad deseas salir, al menos permanece un día más en observación. Me sería más sencillo ayudarte.
Ella lo miró de reojo:
-No hace falta. Yo cuidaré de mi bebé y de mí misma. No es asunto tuyo.
Aquello fue como una estocada para el corazón de Alejandro. «¿Acaso estaba renunciando de pleno a todo?» Su voz quiso sonar firme:
-Sigo siendo tu esposo y ése es mi hijo -replicó con un deje de fastidio-. No pienses que puedes desvincularme así como así.
-¿De veras? -murmuró Luciana, esbozando una sonrisa irónica. Supongo que lo cuidarás igual que a Mónica…
Sin desear prolongar la discusión, se soltó de su mano—. Quiero que me den el alta ya. Voy a gestionar mi salida.
-Luciana… Alejandro trató de frenarla.
Ella se giró y, con el gesto más serio, le espetó:
-Alejandro, ¿qué te pasa? ¿No entiendes que no necesito que decidas por mí?
Él notó la severidad de su mirada y decidió controlarse, temiendo que insistir la enfadaría más:
-Bien, de acuerdo. Haz lo que quieras. Espera aquí, yo tramito tu alta.
-Como gustes.
Se quedó en la cama, mientras él salía de la habitación. «Si tanto empeño tiene, que se encargue de los trámites». Pronto volvió, con el papeleo hecho.
-Todo listo -anunció, dejando sobre la mesa los documentos-. Puedes marcharte.
Luciana apenas tenía un bolso con lo indispensable, así que, en lo práctico, no había mucho que recoger. Vio que Alejandro lo tomaba con la mano izquierda, pues la derecha seguía visiblemente lesionada.
El instinto profesional de Luciana se activó:
-¿Te han revisado el brazo?
-No aún -admitió él, parpadeando-. Te dije que quería que me acompañaras. 2
-Ja… -soltó ella con un resoplido sarcástico-. Pues te quedarás con las ganas. Más te vale
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que lo revisen pronto, porque con las quemaduras uno nunca sabe: se puede complicar y afectar el funcionamiento de los órganos.
Tras pensarlo, añadió con aparente indiferencia:
—
-Aunque supongo que ya lo sabrás bien, ¿no? Tu “Mariposita” está peor que tú; seguro investigaste todo sobre las quemaduras.
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