Capítulo 474
-¡Claro que no! ¡Ya tengo novio!
Salvador parpadeó, sorprendido. Eso le dio a Martina la oportunidad de arrebatarle por fin la bolsa con la bebida, sonreír con cierto triunfo y darse la vuelta para entrar.
—¡Oye, espera! –Salvador la detuvo, curioso-. ¿Quién es?
-¿Quién es qué? -Ella se quedó perpleja antes de comprender—. Ah, ¿preguntas por mi novio? Pues sí lo conoces: Vicente.
-Oh, él… -Salvador chasqueó la lengua con desagrado—. Tu gusto no es muy bueno, que digamos. 1
-¡Oye! -resopló Martina-. ¿Qué tiene de malo Vicente? ¡Y suéltame! ¿A dónde crees que vas?
Salvador, sin inmutarse, avanzó hacia el interior del departamento. Con una exclamación de protesta, Martina le tomó del brazo:
-¡Te digo que salgas! ¿No me oíste? a
Salvador desvió la mirada hacia su mano. «Vaya, su cara es redondita, pero sus dedos resultan finos». Sintió un cosquilleo que le secó la garganta y tragó saliva:
-Marti… me estás tocando, ¿eh? Tienes que hacerte responsable por mí.
-¿¡Ah…!? -Martina soltó su brazo con un respingo, horrorizada por la declaración.
—Jajaja… -se carcajeó Salvador. «¡Vaya chica tan divertida!» Pero recordó por qué había ido allí y, sin más, se adentró en la sala.
En la mesa estaba Luciana, concentrada en el sancocho, pescando trozos de carne:
-Marti, ¿qué estabas hablando con el repartidor? ¿Verdad que estaba bien guapo? Ya sé que te fascina lo bonito…
Al oír eso, Salvador detuvo sus pasos y miró de reojo a Martina. «¿Además de adorable, es una total “fan de las caras lindas“?>>>
-¡Oye, ya! ¿Cómo que “me gusta lo bonito“? -respondió Martina con las mejillas infladas, corriendo hacia ella-. ¿Me estás llamando “chica superficial“?
—¿Eh? —Luciana, sorprendida, alzó la vista… y distinguió a Salvador-. Salvador, ¿qué haces aquí?
Él se acercó con unos pasos seguros, sin preámbulo:
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Capítulo 474
+25 BONOS
-¿Terminaste de comer?
Luciana, confundida, ni alcanzó a contestar. Salvador continuó:
-No importa. Aunque no estés satisfecha, pronto tendrás otra cosa que “comer.” -dijo con un tono irónico. Luego estiró un brazo-. ¿Irás por tu cuenta o prefieres que te lleve?
-¿Llevarme a dónde? -inquirió Luciana, sin entender.
Salvador sonrió:
-Señora Guzmán, su marido está hospitalizado. Quiere que lo cuides.
-¿Alejandro? -respondió Luciana, cayendo en la cuenta-. Si está en el hospital, de sobra tiene médicos y enfermeras…
—la
-No son ellos los que él quiere la interrumpió Salvador con frialdad-. Imagino que no vendrás por tu propio pie… Así que
tendré que actuar.
Levantó la mano en señal de disculpa:
-Perdón por
lo
que haré.
Y, sin más, tomó la muñeca de Luciana con un apretón firme, levantándola con facilidad de la silla:
-¡Oye, oye, espera! -exclamó Martina, desconcertada-. ¡¿Qué haces?! ¡Suéltala!
-Tranquila, Marti -respondió Salvador con una calma irónica-. Solo la llevaré al hospital a cuidar de su esposo. No haré nada malo.
Martina no pudo replicar. «¿Por qué le explicaba a ella?» Salvador, sin soltar a Luciana, la arrastró fuera del departamento, haciendo caso omiso de sus protestas. Al bajar, la metió en su auto, Martina corrió tras ellos, con la impotencia reflejada en el rostro: 1
-¡Bájate! ¡No te la lleves!
Salvador se volvió y, como quien mima a una niña, le dio un par de palmaditas suaves en la cabeza:
-Otra vez será, pequeña Marti. Te traeré refrescos y alitas extra. Pórtate bien. 3
Hecho esto, entró al vehículo y se marchó con Luciana a la clínica, sin atender más súplicas de la atónita Martina. 15