Capítulo 477
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Sin más, inclinó la cabeza para besarla con ímpetu, casi con rabia, presionando sus labios con una mezcla de frustración y deseo contenido. La mordisqueó, no con violencia desmedida, pero sí con un ligero rastro de enojo.
Luciana, que de por sí no estaba de humor, se encolerizó aún más. Él la estaba atacando- aunque fuera un beso ardiente–y su reacción fue inmediata: le devolvió la mordida, pero mucho más en serio, con un mordisco real que rasgó la piel.
-¡Hmm! -gimió Alejandro, sintiendo el escozor y el sabor metálico que se esparcía en sus labios. Aun así, lejos de soltarla, intensificó la presión, como si quisiera hundirse más en ese gesto desesperado.
<<¿Se había vuelto loco?» Luciana pensó, aturdida. Lo cierto era que, cuanto más vehemente se ponía él, con más saña lo castigaba ella. La lucha duró hasta que el sabor cobrizo de la sangre se intensificó, y Alejandro, a punto de su límite, finalmente se rindió, aflojando el agarre.
Al separarse, Luciana vio que tenía la comisura de la boca manchada de rojo. Pero él sonreía, pese al dolor evidente. Se pasó la yema de los dedos y comprobó las gotas escarlatas.
-Vaya, sí que
fuiste cruel. No te contuviste ni un poco.
Luciana parpadeó, intentando recomponerse, con el corazón batiéndole a mil. «Tal vez se me fue la mano… pero, ¿cómo no hacerlo?>>
Lo fulminó con la mirada:
-¡¿Quién te mandó besarme?! ¡Te lo buscaste! (1
-¿Ah, sí? -murmuró Alejandro, entrecerrando los ojos con un brillo desconocido-. ¿Ahora ni siquiera puedo besar a mi propia esposa?
Tras soltar esa última frase, se dio la vuelta y salió del baño casi dando un portazo.
Ya en la habitación, Luciana comprobó por qué el hombre parecía alterado. A un lado, descubrió que habían traído toda su maleta: «Martina había enviado su equipaje entero». Así que por eso se encontraba tan ofuscado… clarísimo que ella pensaba instalarse fuera de su alcance.
Tomó algo de ropa del equipaje y regresó al baño a vestirse. Cuando salió, se percató de que Alejandro no se hallaba en la cama ni en la silla. Miró a su alrededor y lo vio en el balcón, apoyado en la baranda, con un cigarrillo encendido. Sus hombros parecían tensos y su perfil se dibujaba contra la luz con un aire de desconsuelo.
<<Nunca lo había visto tan… derrotado». pensó Luciana, mordiéndose el labio.
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Capítulo 477
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Sin dedicarle más atención, Luciana se acomodó en la cama para acompañantes. Tenía el cabello mojado, pero se sentía demasiado impaciente para secarlo, así que se tendió boca arriba, cerrando los ojos.
Poco después, Alejandro regresó al interior. Caminó hasta quedar frente a ella y habló con tono firme:
-Levántate.
Ella, con los párpados cerrados y dándole la espalda, fingió no escuchar.
-Levántate -repitió él-. O tendré que cargarte otra vez.
Al pronunciar eso, extendió el brazo y, sin esperar respuesta, la levantó con suavidad pero con
firmeza.
-¡Eh! -protestó Luciana con fastidio—. ¡Déjame! Yo solo quiero dormir. ¿No entiendes que estoy aquí en contra de mi voluntad? ¡No pretendas que encima te cuide!
Él la contempló en silencio un par de segundos, sin soltarla. Aguardó hasta que ella se desahogó, y luego sonrió con un deje de calma:
-¿Terminé pidiéndote cuidados? -Soltó una risita breve, con ironía-. ¿Quién cuida a quién?
Sin añadir más, tomó una toalla seca y empezó a frotar con delicadeza el cabello mojado de
Luciana.
-Te he dicho millones de veces que no te duermas con el pelo empapado. ¿No sabes, siendo doctora, que la humedad puede provocar dolor de cabeza y otros males? —murmuró en tono suave, pero persistente.
Luciana lo miró, y soltó una frase burlona:
-El señor Alejandro Guzmán es, sin duda, gentil y cuidadoso. Sabe cuidar muy bien a la gente.
-Mmm… -musitó él, sin dejar de secarle el cabello. Luego bajó la voz-. Y lo seguiré haciendo, siempre. Cuidaré de ti… y del bebé.
-¿En serio? -ella alzó las cejas, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aun así, apoyó la mano en el pecho de Alejandro-. Debo admitir que tus palabras suenan tentadoras. Quizá por eso cometí la tontería de ilusionarme más de una vez.
-¿Tontería? -replicó él, sujetándole el mentón con cuidado-. ¿Te parece un error quererme?
-Sí–afirmó con rotundidad, su sonrisa apagándose-. Eres un hombre encantador, pero si andas “pisando dos barcas,” con el corazón a medias, entonces por más cualidades que tengas
para mí, solo eres un canalla.
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-Luciana… -murmuró Alejandro, apretando un poco los labios.
-Ah, y otra cosa añadió ella-. Dije que antes fui una tonta. Ahora y en el futuro, ya no repetiré esa tontería. Así que no malgastes tu tiempo conmigo.