Capítulo 482
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Tras terminar de comer, Alejandro cumplió lo prometido y la llevó a la casa de Martina. Simón ya había llevado el equipaje antes.
-Listo, ya llegamos. Voy contigo arriba -anunció Alejandro en cuanto se estacionaron.
Luciana agitó la mano con un gesto impaciente y empezó a subir las escaleras.
De pronto, sintió que él le tomaba la mano. Sin mirarla directamente, Alejandro comentó con naturalidad:
-Este edificio es viejo y la luz del pasillo está fundida. ¿Qué pasa si te tropiezas?
Así de minucioso y considerado era él. Incluso en ese momento, ¿realmente era necesario tanto cuidado?
Luciana ya no quiso discutir. Dejó que la ayudara. Con el tiempo, Alejandro entendería que ella no estaba haciendo un berrinche ni jugando a hacerse la difícil.
***
Al día siguiente, Luciana tuvo un día muy ajetreado. Por la mañana, tenía un montón de expedientes y de historias clínicas que revisar; por la tarde, debía atender la consulta externa.
Estaba a punto de terminar con sus pacientes cuando, de repente, escuchó un gran alboroto en el vestíbulo.
Al terminar con su último paciente, Luciana le pasó la historia clínica y le dio algunas indicaciones cuidadosas.
-Asegúrese de venir puntualmente a la próxima revisión.
-Sí, doctora. Gracias.
El escándalo afuera seguía, y a Luciana le picó la curiosidad. ¿Qué estaría pasando? Quiso salir a ver, pero no alcanzó a dar ni dos pasos cuando oyó una voz estridente gritando fuera de sí:
-¡No vean! ¡No hay nada que ver aquí! ¿Por qué se quedan mirando?
A Luciana aquella voz le sonó extrañamente familiar. Se quedó inmóvil un par de segundos, y un nombre pasó fugazmente por su mente. Enseguida, la vista confirmó sus sospechas: era Leticia.
El alboroto provenía de la zona del tablón de anuncios en el vestíbulo, donde se había congregado mucha gente. Había personal del hospital, pero la mayoría eran pacientes.
-¡Fuera! ¡Lárguense todos! ¿Qué miran? ¡Fuera!
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Capítulo 482
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-Oigan… Creo que es la misma mujer de la foto, ¿no?
-¿En serio?
-Miren la identificación que trae en el pecho.
-Cierto, revisen su gafete.
-¡Vaya, sí es… Leticia!
-¡Ahí está! ¡Eres la doctora sin vergüenza de la foto, ¿verdad?!
-¡Ah…!
Los ojos de Leticia estaban rojos de furia y vergüenza. Desesperada, se abalanzó contra las fotografías pegadas en el tablón y empezó a arrancarlas. Al mismo tiempo, empujaba a quienes se acercaban a curiosear.
-¡Que se larguen, carajo!
—¡Oye, desgraciada, no me toques! ¡Qué asco!
-¡Ay…!
¿Pero qué demonios estaba pasando? Luciana se acercó más. Una de las enfermeras más jóvenes, que había llegado antes, le contó todo a media voz.
-Doctora Herrera… se rumora que la doctora Sánchez, de su área, tuvo un lío con uno de sus pacientes. ¡Un amorío extramatrimonial!
-¿Cómo? -Luciana se quedó boquiabierta. Le sonaba tan descabellado que tardó en creerlo.
-Y eso no es lo único. Dicen que también anda con un representante farmacéutico bastante más joven que ella. ¡Le lleva más de diez años!
La enfermera se llevó una mano a la boca, impresionada.
-En fin, no quiero sonar chismosa, pero… ya ve, esto es todo un escándalo.
A Luciana casi se le cayeron los papeles de la sorpresa. Sentía que su sentido común se tambaleaba.
-¿De verdad…?
-Sí, mire la enfermera señaló las hojas regadas por el piso-. Además de las fotos en el tablón, alguien sacó unos folletos con toda la evidencia. Déjeme recoger uno para que lo vea.
-Gracias…
Efectivamente, ahí estaba todo detallado. Quién lo iba a pensar: la vida privada de Leticia era
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Capítulo 482
mucho más… intensa de lo que nadie hubiera imaginado. Que fuera “liberal” no era el problema, cada quien con sus decisiones, pero parecía que la mayoría de los hombres con los que se metía ya tenían pareja. Eso sí que no tenía justificación.
-¡Dejen de ver! ¡No miren más! -gritó Leticia, volteando hacia todas partes con la
respiración agitada.
Pero ya era imposible detener la avalancha de miradas. Aquel alboroto había escalado a niveles impensados, y Leticia, al borde de un colapso, se dejó caer al piso. Cubriéndose el rostro con ambas manos, rompió en llanto.
-Estoy acabada… ¡Mi vida se arruinó!
Justo en ese momento, la puerta principal del vestíbulo se abrió, y Alejandro entró con paso firme. Se abrió paso entre la multitud, frío y elegante. Echó una mirada gélida a Leticia, sin siquiera inmutarse.
<<Humf>>, pensó. ¿Se había atrevido a calumniar a Luciana, insinuando que ella era la que “no tenía la conciencia limpia“? Pues bien, ahora que todos vieran quién era en realidad la doctora Leticia… y cuán sucia podía llegar a ser su propia conducta. 3)
