Capítulo 483
Ella tenía la vista fija en los “folletos” que sostenía, curioseándolos. Tenía que admitir que los amantes de Leticia no estaban mal, físicamente hablando. Quizá su moral dejaba mucho que desear, pero por lo menos tenían buen aspecto.
Todavía estaba concentrada en esas fotos cuando, de pronto, se quedó a oscuras: alguien le tapó los ojos. Sintió un leve aroma a colonia con notas de menta. Ni falta hacía mirar: sólo podía ser Alejandro. 1
Él le quitó el folleto de las manos y recién entonces la soltó. 1
-No sigas viendo estas cosas, no quiero que te ensucies la mirada -dijo con un tono que mezclaba cariño y autoridad.
Luciana se quedó sin palabras. ¿Otra vez aparecía él?
Leyó la expresión en sus ojos y Alejandro forzó una sonrisa triste, como si comprendiera que ella no quería verlo. Y lo aceptaba. Era su culpa, no de Luciana. Estaba dispuesto a aguantar su rechazo.
-Esta noche no podré cenar contigo -explicó. En un rato me toca ponerme el suero y luego tengo que salir de inmediato a la ciudad vecina por asuntos de trabajo.
-No tienes por qué informarme de nada -respondió Luciana, cruzándose de brazos, con aire indiferente.
Él ya se lo esperaba, pero al menos esta vez no se molestó tanto como en días anteriores.
-Al contrario. No sólo quiero que lo sepas hoy, sino que, en adelante, siempre te lo diré.
—¿Ah, sí? —Luciana no dijo nada más. Prefería dejarlo hablar.
-¿Ya terminaste? -añadió al final-. Entonces ve a que te pongan el suero, y listo.
Por la forma en que Luciana torcía los labios, quedaba claro que deseaba que él se marchara cuanto antes. Alejandro frunció el ceño. Ella ni se esforzaba por disimular su fastidio.
-Entonces me voy. Mañana por la tarde, a más tardar por la noche, ya estaré de regreso.
-Ajá.
Luciana asintió con aparente desgana. Alejandro, sin otra opción, se marchó.
Mientras veía cómo se alejaba, Luciana soltó un suspiro largo. Al menos esa noche no tendría que enfrentarse a él.
Enseguida se dio la vuelta y casi choca con Simón. Al igual que siempre, él seguía cuidándola,
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Capítulo 483
de eso estaba segura. En ese instante, Simón sostenía una bolsa que, al notar la presencia de Luciana, escondió apresuradamente detrás de su espalda.
-Luciana… ¿ya terminaste tu turno?
-¿Y tú qué traes ahí? -preguntó ella, mirando la bolsa con curiosidad y sin poder contener una leve sonrisa-. ¿Por qué tan misterioso?
-No… nada contestó Simón con un titubeo bastante evidente.
Ese tono sólo confirmaba que había algo.
Luciana, con ojos avispados, alcanzó a ver un fajo de papeles. Su mente ágil conectó los puntos de inmediato.
-¿Esos…? —dijo, abriendo la boca con expresión sorprendida mientras señalaba primero la bolsa y luego el tablón de anuncios en el vestíbulo-. ¿Fuiste tú quien repartió los folletos y pegó las fotos?
<<¡Ay, por favor!» Simón, frustrado, cerró los ojos un momento.
Sabía que no iba a poder ocultártelo.
Con resignación, le pasó la bolsa. Luciana se asomó y, efectivamente, eran los mismos ” folletos” de Leticia.
-¿Qué es todo esto? -preguntó, sorprendida.
-Fue Sergio quien me lo pidió -explicó Simón, mostrando un brillo de satisfacción en la mirada. Me dijo que, como casi siempre ando cerca de ti en el hospital, sería fácil encargarme de esto. 1
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Luciana guardó silencio. Si Sergio lo ordenó, eso en realidad significaba que Alejandro estaba detrás de todo. Ahora entendía por qué, hacía unos instantes, él mismo le había cubierto los ojos diciendo que esas cosas “ensuciaban su mirada“. Pero, ¿por qué llegar tan lejos?
De pronto recordó la escena de la noche anterior, cuando Leticia le exigió cambiar una historia clínica y luego regresó muy alterada. Poco después, apareció Alejandro… ¿Sería que la actitud tan rara de Leticia esa noche también se debió a algo relacionado con él?
Hasta cierto punto, Luciana podía entender la idea de que la doctora revisara sus propias historias clínicas, pero… ¿por qué exponerla de esta manera tan humillante? 1
En ese momento, Simón retomó la palabra:
-Alejandro dijo que esta señora, Leticia, no dejaba de difamarte, de hablar pestes de ti. Y que era hora de darle un buen escarmiento -comentó con una mueca a medio camino entre la seriedad y la satisfacción-. ¡Y mírala! Nos facilitó todo el trabajo ella solita… Ni siquiera
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Capitulo 483
tuvimos que ensuciarnos las manos; se enterró solita con ese escándalo.
Así que por eso… Leticia la había difamado, y Alejandro, furioso, había decidido acabar con su reputación. 19
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