Capítulo 484
Capítulo 484
Qué enojado estaba. ¿Sería por protegerla?
Simón vaciló un segundo, pero finalmente se atrevió a decir:
-Luciana… todos creemos que Alejandro sí siente algo fuerte por ti. Él te cuida y se nota que te aprecia de verdad.
-Ajá —musitó ella, asintiendo con lentitud. No lo negaba.
-Sí, me trata muy bien -reconoció-. Pero no soy la única a la que cuida. A Mónica también la trata estupendamente. Es más… podría decirse que incluso mejor que a mí, ¿no crees? 1
***
Al día siguiente, Luciana tenía su día de descanso. Era un lujo poder darse el gusto de dormir hasta casi el mediodía. Martina había dejado algo de comer antes de salir y, justo cuando Luciana estaba a mitad de su desayuno, recibió una llamada de Ricardo.
-¿sí? ¿Qué pasó?
-Luciana, ¿dónde estás? Necesito verte. Mejor hablemos en persona.
Ella se extrañó. ¿En serio él tenía tiempo para verla? Con todo el caos que debía de haber a raíz de la grave lesión de Mónica, le parecía increíble que se desocupara para buscarla.
-¿Dónde nos vemos?
-En la calle trasera de la UCM.
-De acuerdo.
Colgó sin demasiada prisa. Terminó de comer, ordenó un poco y se dirigió a pie a la parte de atrás de la UCM, donde habían acordado reunirse. Al llegar, vio a Ricardo esperándola desde
hacia un rato.
-Luciana, por aquí -la llamó él.
Ella asintió y se sentó a su lado.
¿Y bien? Suelta lo que tengas que decir. Imagino que no tienes mucho tiempo libre, ¿o sí? lo provocó, con tono algo impaciente.
–
-Ya te enteraste, ¿verdad? -La expresión de Ricardo cambió-. Lo de la lesión de Mónica… es grave. No me sorprende que estés al tanto.
-¿En serio crees que viniste a hablarme de eso? -replicó Luciana, un tanto molesta. ¿Vas al
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Capítulo 484
grano o no?
Al ver el semblante tenso de su hija, Ricardo se apresuró a explicar. Tomó un portafolio de papel kraft que tenía en la silla de al lado y lo colocó frente a ella.
-Esto es para ti.
Luciana lo miró con recelo.
-¿Qué contiene?
-Dentro están las llaves y la escritura de la casa en la Calle del Nopal, además de la tarjeta que no aceptaste la última vez.
-¿Qué…?–Luciana levantó la mirada, incrédula, fijando sus ojos en Ricardo.
Él sonrió con amargura.
-Te lo ofrecí varias veces y lo rechazaste. Espero que ahora sí lo tomes.
Antes de que ella pudiera decir que no, Ricardo continuó:
-Mónica está muy grave, y está claro que Alejandro no la va a abandonar. Con las cosas así, si tú sigues a su lado, sólo vas a terminar lastimada.
Cada palabra apuntaba a lo que, según él, más le convenía a Luciana. Ella lo escuchaba con cautela. ¿Sería sincero?
-Acéptalo, por favor–insistió Ricardo, con los ojos un poco enrojecidos-. Alejandro va a repartir su atención entre ustedes dos, pero tú no eres como Mónica. Tú no toleras las mentiras ni los engaños, y además, eres capaz de salir adelante sola. No lo necesitas para vivir bien.
Luciana se mordió los labios, sin responder.
Ricardo soltó una risita seca, la risa de quien se sabe sin salida.
-Tranquila. Si te lo llevas ahora, no podrá obligarte a nada. Ya no puede pedirme ese favor que tanto le pesa en la conciencia.
El quid del asunto era precisamente ése. Que Luciana aceptara esas cosas no conllevaba ningún compromiso como, por ejemplo, donarle parte de su hígado o lo que fuera que Ricardo pretendiera antes. ¿Le estaba realmente entregando todo sin condiciones? Luciana desconfiaba, y no era para menos, dada su historia.
–Dame una razón de peso para aceptar. Si no, no lo haré.
-Porque… -Ricardo la miró con un velo de tristeza-. Porque estoy a punto de morir y mi conciencia no me deja en paz. 2
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-¿Qué?
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Luciana se quedó atónita. ¿En serio estaba sintiendo remordimientos ese hombre que, biológicamente, era su padre, pero que jamás se había comportado como tal?
-Acéptalo, por favor -insistió Ricardo-. Tú lo necesitas, ¿no es cierto?
Luciana no respondió. En efecto, lo necesitaba… pero lo encontraba sencillamente ridículo.
-Vaya, qué curioso. Durante tantos años ni te molestaste en saber de nosotros, ¿y ahora sales con que te remuerde la conciencia? -soltó con frialdad.
-Luciana… trató de interrumpirla Ricardo.
¿Por qué tendría que colaborar con tu “despertar de conciencia” y darte la tranquilidad que tanto buscas?
Ella seguía sin creerle. ¿Él, tener conciencia? Qué absurdo.
