Capítulo 485
-Por favor, ya basta de juegos. Hasta aquí llegué -dijo, poniéndose de pie y agarrando su bolso.
-¡Luciana! -Ricardo, desesperado, la sujetó de un brazo-. No te vayas.
Lo había intentado de buena manera, y aun así su hija se negaba a recibir nada de él. De pronto, se dio cuenta de que Luciana lo odiaba. Lo odiaba a muerte.
Entendió que suplicar ya no funcionaría. Ricardo apretó los dientes y lanzó una risa amarga.
-¿De verdad te irás así? ¿Estás segura?
-¿Qué quieres decir? -Luciana lo miró con sospecha.
-Me queda poco tiempo de vida. Si no tomas la casa y el dinero, todo acabará en manos de tu tía Clara y de tu… “hermanita” -advirtió, subrayando cada palabra. 1
Luciana se quedó helada. Eso le tocaba el punto débil.
Ricardo prosiguió:
-Tu madre me apoyó desde cero cuando inicié mi negocio. Toda mi fortuna tiene que ver con el esfuerzo que ella hizo a mi lado. ¿De verdad vas a renunciar a lo que legítimamente te corresponde?
Luciana guardó silencio y sintió cómo su corazón se encogía de rabia. Era cierto: su mamá había pasado muchos sacrificios con Ricardo. Apenas habían empezado a salir adelante cuando ella falleció. Y entonces Clara llegó, se instaló en la casa y se apropió de todo.
Aunque no dijo nada, Ricardo percibió su cambio de actitud. Se inclinó, tomó la mano de Luciana con suavidad y puso el portafolio de papel kraft en sus dedos.
-Llévatelo. Es tuyo. Te pertenece a ti y a Pedro.
Luciana bajó la mirada y, tras un par de segundos, lo sujetó con fuerza. Al final, no se negó de
nuevo.
A pocos metros de ahí, casi oculto tras una esquina, Simón estaba presenciando todo con el corazón en un puño. No alcanzaba a oír la conversación, pero ver a ese “viejo” tomando de la mano a Luciana le puso los nervios de punta.
Sin perder ni un segundo, sacó su celular y, enfocando a los dos, presionó rápido el botón de la cámara. Enseguida, envió la foto a Alejandro.
Mientras tanto, Alejandro acababa de salir de una junta con dos socios comerciales y, tras un
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breve respiro, revisó su teléfono. Al abrir el mensaje de Simón y ver la foto, se le heló la expresión.
¿Ricardo otra vez? ¿Qué hacía rondando a Luciana de nuevo? ¿Y encima se atrevía a tocarle la mano?
La rabia empezó a subirle a la cabeza y se extendió por todo su cuerpo.
¿Y Luciana? ¿Por qué no se apartaba? ¿Por qué permitía que ese tipo desagradable la agarrara así?
a
Alejandro cerró los ojos un segundo, con la furia incendiándole las sienes.
-¡Sergio!
-Aquí estoy, Alejandro.
Él aflojó el nudo de su corbata, con el ceño fruncido.
-Prepara todo para volver a Muonio de inmediato.
-¿Eh?-Sergio parpadeó sorprendido. Pero… ¿no íbamos a cenar esta noche con ese cliente?
-¿Cenar? ¡Olvídalo! -espetó Alejandro, consumido por el enojo.
-Explícaselo tú y arregla otra fecha con ellos.
–
De acuerdo.
***
Luciana guardó el portafolio en su mochila mientras Ricardo dejaba escapar un leve suspiro de alivio. Luego se levantó para seguirla.
-Luciana, ¿a dónde vas? Yo puedo llevarte.
-No hace falta contestó ella, con una expresión neutra.
-Hay algo que quisiera aclarar agregó Luciana, mirándolo con seriedad.
-Te escucho.
–
-Tomé estas cosas, pero eso no significa que nuestra relación cambie en absoluto. ¿Lo entiendes?
Ricardo asintió con una sonrisa triste.
-Lo… lo entiendo perfectamente.
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-Bien.
Luciana le dirigió una mirada rápida, notando lo demacrado que parecía. Hubo un instante en que quiso preguntarle cómo llevaba su tratamiento, pero terminó guardando silencio. ¿Para qué fingir una preocupación que no sentía?
-Entonces, me voy.
-Está bien.
Ella se dio la vuelta y empezó a caminar. Aunque no miró atrás, podía sentir la intensa mirada de Ricardo, clavada en su espalda… Su estado de ánimo se tornó sumamente complicado.
En la siguiente esquina, en lugar de regresar al departamento de Martina, Luciana se subió a un autobús rumbo al Sanatorio Cerro Verde.