Capítulo 487
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<<¿Ahora quiere que lo salude de mano?» pensó Luciana. Aquello era absurdo y no tenía intención de seguirle el juego.
-¿Tienes algo importante que decirme o me regreso con Pedro?
Antes de que terminara de hablar, Alejandro avanzó dos pasos, le sujetó la mano y la atrajo con fuerza hacia su pecho. Luciana casi pierde el equilibrio y tuvo que apoyarse en él, indignada. Con sus dedos firmemente entrelazados, levantó la cabeza para fulminarlo con la mirada.
¿Se puede saber por qué actúas como un demente en plena noche?
-¿Yo, loco? -Los ojos de Alejandro se habían endurecido como témpanos. Apretó la mano de Luciana y la llevó hasta sus labios-. Eres mi esposa. ¡Eres mía! Y nadie, absolutamente nadie, aparte de mí, puede tocarte. ¿Está claro?
-¡Estás mal de la cabeza! Nadie me ha tocado -replicó Luciana, furiosa y avergonzada. ¿De nuevo con sus dudas sobre su lealtad?
-¿Ah, no? -Él entornó los ojos con evidente ironía-. Piénsalo bien. Te doy una pista: sucedió hoy mismo.
Luciana se quedó en silencio unos segundos. Luego, su mente dio un brinco. «¿Se refiere a Ricardo?» Claro… Simón había estado siguiéndola todo el día. Además de ser su guardaespaldas, también era los ojos y oídos de Alejandro.
-Vaya, ¿así que lo tuyo es vigilarme a través de Simón? -bufó Luciana, con una sonrisa sarcástica. Si pretendes tenerme controlada, entonces no necesito ningún “protector“. Llévatelo ahora mismo.
Intentó zafarse de él, incómoda con tanta cercanía. Alejandro, sin embargo, la sujetó con firmeza, reacio a dejarla escapar. Le dolía verla siempre tan distante, como si quisiera poner un océano entre ambos. Con un brazo la rodeó y con la otra mano le sostuvo la barbilla.
-Luciana, me prometiste que no volverías a ver a Ricardo. ¿Ya te olvidaste de tu palabra?
—Sí, lo prometí. —Los ojos de Luciana se encontraron con los de él, sin huir ni un poco-. Y hoy lo vi, efectivamente.
—Luciana… —susurró Alejandro, con un dejo de súplica en su voz.
-Eso fue antes. -Ella se encogió de hombros-. En ese entonces todavía quería estar contigo, pero ahora ya no.
—¡Luciana! —El tono de Alejandro se alzó. La miró con furia, contemplando esa piel clara y ese rostro que tanto lo desarmaba, y la ira le caló hasta los huesos-. ¿Te acuerdas de que eres
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Capítulo 487
una mujer casada?
-¿Y tú no lo eres? -Lo rebatió Luciana con una sonrisa mordaz-. ¿No acabas de ver a tu Mariposita“? 1
La mención de Mónica le sacudió.
-Mejor dejémoslo así. -Luciana sonrió, pero su expresión era más de resignación que de alegría-. Cada quien por su lado, sin meternos uno con el otro. Así todos estamos más tranquilos.
-No. Yo no estoy nada tranquilo, ¡me siento fatal! -El fuego seguía ardiendo en la mirada oscura de Alejandro-. ¿Hasta cuándo vas a seguir con esto? Si ni siquiera soportas que yo me ocupe de Mónica… y no olvides que Ricardo es el padre de ella. ¡Él también tiene su familia! 2
-Lo sé. —La voz de Luciana sonó extrañamente serena-. Claro que lo sé.
“¿Y aun así te atreves a verlo? ¿Y a dejar que te tome de la mano?” pensó Alejandro, frustrado, mordiéndose la lengua para no gritar.
Si vuelves a verlo, te advierto que lo lamentarás -soltó, tenso.
-¿Ah, sí? -Luciana se cruzó de brazos-. Entonces dime, ¿qué piensas hacer? ¿Matarme a mí
o a él?
-¿Matarte? Pues adelante, inténtalo. ¿A Ricardo? Adelante también -agregó con una risa desafiante. Me encantaría ver cómo lo eliminas y descubrir si a tu “Mariposita” le dolería. ¿ No crees que lloraría sin consuelo? ¿Y no te partiría el alma verla así?
La mano de Alejandro, que todavía le sostenía la barbilla, se tensó con tanta fuerza que Luciana soltó un quejido. 2
-¡Me haces daño!
-¡Tómate esto en serio! -bramó él, hirviendo de rabia—. ¡No estoy bromeando, Luciana!
Yo tampoco. —Ella dejó de sonreír, su semblante se volvió serio-. Recién estabas muerto de ganas de “hacer pedazos” a Ricardo, pero apenas mencioné a Mónica, reculas. ¿No te queda claro quién pesa más en tu corazón? 14
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