Capítulo 49
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Luciana se quedó en silencio por un momento, considerando su respuesta. Finalmente, decidió ser honesta.
-No lo sé —respondió con seriedad. Puede ser que sea lo primero, puede que sea lo segundo, o incluso puede que no sea ninguna de las dos.
La respuesta de Luciana dejó a Alejandro atónito. El rostro de él se oscureció, sus ojos se entrecerraron con incredulidad y enojo. ¿Qué clase de hombre había dejado a Luciana en esta situación? El pensamiento de que pudiera ser un irresponsable, un hombre que abandonara a una mujer y a su hijo por nacer, lo llenó de una furia que apenas podía contener.
—¿Y aún así quieres tener ese bebé? –Su voz, aunque baja, tenía un filo cortante.
Luciana acariciaba suavemente su vientre, aún indecisa sobre si debía seguir adelante con el embarazo. Aunque la decisión pesaba sobre ella, todavía no tenía el valor suficiente para renunciar. Sin embargo, desde la perspectiva de Alejandro, su expresión no era más que la de una mujer ingenua atrapada por un hombre sin escrúpulos.
-No tienes que responderme -interrumpió Alejandro de repente, tomando su cigarrillo y encendedor mientras se dirigía al balcón. Su figura irradiaba un enfado contenido, y hasta su silueta parecía cargada de ira.
<<¿Está molesto otra vez?» pensó Luciana con una leve sonrisa resignada. Alejandro era un hombre de carácter volátil, con un temperamento que cambiaba sin previo aviso. Se preguntó cómo Mónica lograba soportarlo. Pero enseguida recordó que, seguramente, él no se
comportaba así con Mónica. Después de todo, un hombre trata de manera diferente a la mujer que ama.
Luciana continuó comiendo su sopa de fideos con trocitos de masa, consciente de su situación: era una esposa en nombre, una que había usurpado ese lugar en su vida. No tenía derecho a compararse con la mujer que él amaba.
Después de la cena, Alejandro insistió en llevarla de vuelta.
-¿Vas al hospital o a la residencia? -preguntó, su voz aún tensa.
-A la residencia -respondió Luciana.
Alejandro la dejó frente a su edificio de dormitorios, observando con disgusto las instalaciones.
–
Este lugar es bastante viejo comentó con desaprobación.
-Sí–admitió Luciana, sonriendo con suavidad. La UCM tiene mucha historia, así que es normal que las residencias sean antiguas. Con una inclinación de cabeza en señal de agradecimiento, abrió la puerta del coche. Gracias por traerme.
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Alejandro asintió levemente, viéndola descender y caminar hacia la entrada. Sin embargo, no se marchó de inmediato. En la puerta de la residencia, Jhonny esperaba a Luciana.
-¡Luciana! llamó Jhonny desde las escaleras.
-Jhonny, ¿qué haces aquí? ¿Estás buscando a alguien? -preguntó ella, un tanto sorprendida, ya que se trataba de una residencia femenina y no era común ver a chicos por ahí.
-Sí, estoy aquí para verte–respondió Jhonny, rascándose la cabeza con nerviosismo antes de armarse de valor—. Luciana, ¿tienes tiempo este fin de semana? Me gustaría invitarte a cenar y … a ver una película.
La intención de Jhonny era clara, y Luciana lo entendió perfectamente. Tras pensar por un momento, sugirió:
-¿Qué te parece si tomamos un café ahora mismo? Yo invito.
Los ojos de Jhonny brillaron de emoción, asintiendo con entusiasmo.
-¡Sí, claro! ¡Tengo tiempo!
-Entonces, vamos -dijo Luciana con una sonrisa.
-¡Perfecto! -respondió Jhonny, y juntos se encaminaron hacia la calle trasera de la UCM.
Desde su coche, Alejandro observaba a la pareja con una mezcla de celos y frustración. Apretó el volante con fuerza mientras los veía alejarse. «¿Ese no es el chico que la llevó en bicicleta la otra vez? ¿Qué hacen juntos tan tarde, riendo y charlando como si nada?» Sin pensarlo demasiado, Alejandro desabrochó su cinturón de seguridad, salió del coche y decidió seguirlos, incapaz de controlar la inquietud que sentía al verlos juntos. 1
***
Alejandro los siguió y entró en una pequeña cafetería. Encontró un asiento justo al lado de Luciana y se sentó, quedando de espaldas a ella. En un lugar tan reducido, era imposible que las paredes bloquearan el sonido, así que pudo escuchar claramente su conversación. 1
-Luciana, déjame pedir la orden -dijo Jhonny.
-Te invité yo, así que naturalmente yo pido -respondió Luciana,
-No, no, no exclamó Jhonny, apresurado, ¿cómo podría dejar que la chica que me gusta me invite? –Tan pronto como terminó de hablar, su rostro se puso rojo de la vergüenza. Decidió no esconderlo más y confesó: Luciana, me gustas, yo… ¡quiero conquistarte!
Desde la mesa de al lado, Alejandro se rio en silencio. ¡Luciana definitivamente tenía un encanto irresistible! A pesar de estar embarazada, aún así no le faltaban pretendientes. Sin
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embargo, apretó los puños en silencio y pensó: «Luciana, ¡más te vale rechazarlo!»
Pero escuchó la suave y tierna voz de Luciana decir:
-Gracias por gustar de mí, eso me hace feliz.
Alejandro se alertó: «¡¿Cómo se atreve a estar feliz?! ¡¡¿Acaso ha olvidado que sigue siendo mi esposa legítima?!!» 1
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