Capítulo 491
-Te ayudo a levantarte -dijo ella, apoyando a Ricardo con cuidado.
Cada segundo que pasaba, Alejandro se sentía más furioso, la sangre le hervía sin control.
-¡Luciana, suéltalo! ¡Déjalo! ¡No te permito que lo toques, ¿me oíste?!
Sus ojos parecían llamas a punto de estallar.
-¡Ricardo, vete ya! -pidió Luciana, con el rostro crispado de preocupación-. ¡Rápido!
-Pero, Luciana… -él dudó, inquieto por dejarla sola. ·
-¡Te digo que te vayas! ¡Esta es mi decisión! ¿Acaso quieres quedarte a que te golpee otra vez?
-Está bien… aceptó Ricardo al fin, sin más opciones.
-¿Irte? -Alejandro tenía la mirada desquiciada. Cuanto más veía a Luciana protegiendo a Ricardo, más se nublaba su razón—. ¡A ver si te atreves a salir!
-¡Alejandro! -Luciana se interpuso, dispuesta a frenarlo-. ¡No sigas golpeando a nadie, por favor!
—¡Luciana! —La voz de Alejandro se quebraba entre enojo y dolor-. ¿Te enojas conmigo? Lo entiendo… Pero este viejo…
Al verlos forcejeando, Ricardo se detuvo y se giró hacia él:
-Señor Guzmán, deje a Luciana en paz -dijo con seriedad.
-¡Tch! -soltó Alejandro un gruñido iracundo-. ¡No digas estupideces!
Se abalanzó de nuevo, con el puño apretado, listo para asestar otro golpe.
¡Alejandro! —exclamó Luciana, abrazándose a su cintura para detenerlo. ¡No lo golpees otra vez!
Ricardo, sin inmutarse por el insulto, se mantuvo a unos pasos.
-Señor Guzmán, conozco bien a mi hija. Créame, con Mónica en ese estado, siempre vas a estar a su lado. Jamás podrán romper ese lazo que tienen…
Alejandro se puso tenso, sin admitirlo pero tampoco negarlo.
-Eso es asunto mío. Voy a cuidar de Mónica, sí, ¡pero eso no significa que toleraré que pongas un dedo sobre mi esposa!
Ricardo negó con la cabeza, con un suspiro.
1/2
Capítulo 491
+25 BONOS
-Luciana y yo no tenemos la clase de relación que te imaginas. Quédate tranquilo en ese sentido. (1
¿De verdad? Alejandro recordó que Luciana había dicho algo parecido, pero seguía sin creerlo. ¿ Cómo no sospechar, si Ricardo la trataba tan bien?
-Luciana es una mujer formidable continuó Ricardo-. Tiene principios, aspiraciones y un gran futuro por delante. Señor Guzmán, estoy seguro de que siente algo por ella, pero… ¿puede verla vivir a su lado sin ser feliz?
Ese comentario hizo que la rabia de Alejandro volviera a latir con fuerza.
-¡No te corresponde meterte en si mi esposa está feliz o no! -espetó, dando dos pasos amenazantes hacia él.
Asustada de que lo golpeara otra vez, Luciana se aferró a Alejandro mientras le gritaba a
Ricardo:
-¡Por favor, vete ya! ¡Date prisa!
-Entendido
accedió Ricardo. No sin antes lanzar una última mirada a Alejandro-: Piénsalo bien, señor Guzmán. Con permiso. (1)
Dicho esto, se fue casi corriendo, dejando la puerta abierta de par en par. Aun así, Luciana no soltó a Alejandro; quería asegurarse de que Ricardo se alejara lo suficiente.
-Luciana -dijo él, mirándola de arriba abajo, con un gesto desconcertado. ¿De veras no eres feliz conmigo?
Ella vaciló un momento ante su pregunta.
-Con la situación actual, si pretendes retenerme a la fuerza, no voy a ser feliz. Por favor, libérame para que pueda vivir tranquila, ¿sí?
<<Libérame>>. Otra vez esas palabras que lo desconcertaban y dolían a la vez. ·
-¿No hay nada que negociar? -insistió, con la voz cargada de frustración.
-No. La negativa de Luciana sonó firme y sin titubeos.
Alejandro la soltó, cabizbajo, y fue hacia la puerta. Por un instante, ella pensó que de verdad se rendía. Pero justo al llegar al umbral, él se detuvo y volteó:
-Habrá una forma de negociar, aunque no la veas. Tranquila, ya la encontraré. 14
2/2