Capítulo 492
Con el corazón encogido, Luciana se quedó inmóvil, observando su espalda mientras se alejaba. ¿A qué se refería? ¿Qué planes tendría en mente?
***
+25 BONOS
Los días siguientes transcurrieron sin que Alejandro hiciera acto de presencia. Luciana se instaló definitivamente en el departamento de la Calle del Nopal. Todas las mañanas caminaba hasta el hospital UCM para trabajar, tal como lo había planeado. Además, Alejandro dejó de aparecer para molestarla. Aun así, un presentimiento extraño la rondaba, un ligero malestar que no podía explicar.
Esa tarde, que tenía libre, decidió tomar el autobús hacia el Sanatorio Cerro Verde para visitar a Pedro. Al llegar, el guardia de seguridad la miró con evidente asombro.
-¡Oh! Eres la hermana de Pedro. ¿Qué haces por aquí?
Luciana no se alarmó… hasta que escuchó la siguiente frase:
-¿Acaso Pedro olvidó algo y vienes a recogerlo?
-¿Cómo dices? -replicó ella, frunciendo el ceño-. ¿Pedro dejó algo? ¿Dónde?
-¿Eh? -El guardia se encogió de hombros, algo confundido. ¿No vienes por sus cosas? Entonces… ¿a qué vienes?
-Vine a ver a Pedro, obviamente.
-Entonces… -El guardia abrió mucho los ojos. ¿No sabías que Pedro ya se fue? ¿Se mudó?
-¿Qué? -El corazón de Luciana dio un vuelco. Se quedó paralizada.
-¿Adónde se lo llevaron? -preguntó, haciendo un esfuerzo por que su voz no temblara.
-No lo sé confesó el guardia—. Tal vez los doctores o las enfermeras puedan darte más detalles.
-Bien. —Luciana, sin perder tiempo, entró casi corriendo y buscó desesperada al personal médico. Pero ellos no sabían mucho más que el guardia.
-Lo único
que sabemos es que Balma hizo el papeleo —dijo una de las enfermeras-. Mencionó que había sido idea del señor Guzmán y de ti trasladar a Pedro a un centro de rehabilitación mejor equipado. Pero no precisó la dirección.
¡Alejandro!
De pronto, todo cobró sentido para Luciana. Durante esos últimos días se había sentido
1/2
+25 BONO
Capítulo 492
extrañamente intranquila… y no era su imaginación.
Recordó las palabras de Alejandro: «Siempre existe la posibilidad de negociar.>>
¿Acaso esto era lo que él llamaba “negociar“? Quitarle a su hermano, ocultarlo, usarlo para forzarla. (1
-Gracias. Ya me quedó claro -respondió, con un nudo oprimiéndole el pecho.
Salió del Sanatorio Cerro Verde sintiendo que la invasión de dolor y rabia la sofocaba.
—¡Alejandro, maldito seas! —murmuró, con los ojos llenos de frustración.
Sabía que la tenía en sus manos. ¿Cómo rebelarse? Sin otra opción, buscó su celular y llamó a Alejandro. Escuchó el tono una y otra vez… nadie contestó.
Tal como sospechaba, era una trampa. Cuanto más desesperada se pusiera, más se vería obligada a ceder a lo que él quisiera. Tragó saliva y marcó el número de Sergio.
-¿Luciana?-contestó Sergio, casi de inmediato.
-¿Dónde está Alejandro? -exigió ella-. Necesito verlo.
-Está en el hospital.
-Bien. Voy para allá.
Cortó la llamada y se dirigió rápidamente al hospital anexo, con la mirada decidida. Sin necesidad de pedir indicaciones, fue directamente a la sección de quemaduras. Al final del pasillo, estaba la habitación privada de mayor categoría.
Luciana se detuvo en la puerta, observando a través de la ventana de cristal. En la cama, Mónica descansaba con el cuerpo envuelto en vendas. Alejandro, sentado a su lado, le ofrecía una taza de caldo. Con paciencia infinita, soplaba cada cucharada antes de acercarla a los labios de Mónica. Aunque Luciana no podía oír lo que él decía, notó la suavidad de su expresión. Después de soplar la cucharada, Mónica aceptó el alimento obedientemente. 1
Alejandro repetía el proceso con un cuidado meticuloso.
Luciana, ¿llegaste? —La voz de Sergio sonó a sus espaldas. Se había ausentado unos minutos.
-Sí–respondió ella, inexpresiva, dándose la vuelta-. Por favor, avísale a tu jefe que quiero hablar con él.
-De acuerdo…
Sergio echó una rápida mirada a la habitación y pensó: «¡Rayos! Ojalá Luciana no lo haya visto todo…>>
2/2
