Capítulo 493
Luciana, por su parte, se fue a la ventana del pasillo, dispuesta a esperar el tiempo que hiciera falta. Sin embargo, no tardó mucho en ver cómo Alejandro salía, luego de, aparentemente, dejar a Mónica bajo control.
-Luciana… la saludó él, suave, deteniéndose ante ella.
-¿Dónde está Pedro? -le soltó sin rodeos, con la voz tensa y el gesto serio-. ¿A dónde lo llevaste?
Luciana se esforzaba por mostrarse tranquila, pero sus manos fuertemente entrelazadas dejaban en evidencia su ansiedad. Alejandro lo notó y frunció el ceño, hablando con un tono engañosamente sereno:
-El Sanatorio Cerro Verde no era la mejor opción. No tienen un programa especializado para el tratamiento del autismo. Lo reubiqué en una institución más adecuada. Balma y Lorenzo siguen con él, está bien cuidado.
Respondió sin decir el nombre del lugar, evadiendo la pregunta.
La voz de Luciana se alzó con rabia contenida:
-¡Te pregunté que dónde está Pedro! ¡Quiero verlo!
Alejandro no se inmutó; al contrario, parecía haberlo previsto. La miró fijamente a su rostro pálido y declaró:
—Luciana, si quieres ver a Pedro, es muy sencillo. Tú sabes perfectamente lo que quiero.
—¡…! —Luciana se quedó helada, atónita ante semejante descaro. ¿De verdad se atrevía a usar a Pedro como arma para obligarla?
Claro… Así había sido todo desde el principio, desde que establecieron el matrimonio por conveniencia. Con el paso del tiempo, las atenciones y los cuidados de Alejandro la habían confundido, casi haciéndole olvidar su verdadera forma de actuar. Ahora lo recordaba con toda
crudeza.
Se mantuvo firme, sin quitarle la vista de encima:
-Tú ya tienes a Mónica. ¿No es ella tu amada “Mariposita“? ¿Por qué me haces esto… por qué la forzas también a ella?
Los labios de Alejandro se curvaron apenas un segundo:
-Si cooperas, no me veré obligado a tomar medidas drásticas. Luciana, jamás quise lastimarte.
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—Ja… —Una risa amarga escapó de su boca mientras negaba con la cabeza. ¿En serio esperas que me trague ese cuento barato? ¡Por favor!
-Está bien —replicó Alejandro, adoptando un tono más severo-. Entonces seré directo: no acepto eso de fingir que somos esposos sólo de apariencia. Cuando te decidas, podrás ver a Pedro.
Al fin.
El zorro había mostrado su cola.
Luciana sintió un escalofrío cuando vio la cara de Alejandro tan cerca:
—¿De verdad crees que, si me obligas de esta manera, voy a estar contigo de buena gana? ¿ Crees que esto tiene algún sentido?
«¿No va a poner su corazón en mí…?»
A Alejandro le dolieron esas palabras, pero no las creyó.
-Tus quejas de ahora las tomaré como un berrinche. Puedo ignorarlas y no discutir contigo. Pero no quiero oírlas más.
—¿Un berrinche? -repitió Luciana, incrédula—. ¿Eso crees en serio?
-¿Pues qué más puede ser? -Él entrecerró los ojos-. Sé que estás celosa, y el simple hecho de
que sientas celos demuestra que te importo. Te has encariñado conmigo y esa separación que tanto dices no es más que un arrebato. (1
-¿Celosa? —La impresión dejó a Luciana con los ojos muy abiertos—. Alejandro, ¡qué egocéntrico eres…!
-No discutamos más de esto cortó él, con un ademán—. Lo único que importa ahora es: ¿ Quieres ver a Pedro, sí o no?
Esa sola pregunta bastaba para atraparla. Luciana se quedó muda. Claro que quería ver a su hermano. Pero en Muonio, Alejandro tenía todo el poder y ella ninguna alternativa.
-¿De verdad vas a seguir con esto?
-Sí–sentenció él, sin ceder un paso.
Luciana cerró los ojos con fuerza, y al final no tuvo más opción que rendirse:
-Entendido. Llévame a ver a Pedro… y yo… haré lo que me pidas. 1
Alejandro alzó una ceja, complacido. El resultado llegaba antes de lo que esperaba, Extendió la mano hacia ella.
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-Ven.
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Mirando esa mano tendida, Luciana apretó los dientes, pero se acercó despacio y puso la suya en la de él. Alejandro la rodeó con el brazo y la atrajo contra su pecho, inclinándose para
besarle la frente. 2
-No te preocupes, Pedro está bien.
-Quiero verlo. Ahora mismo.
-De acuerdo.
Fiel a su palabra, Alejandro la llevó de inmediato a la Estancia Bosque del Verano.
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