Capítulo 499
Una vez que salieron del área de cirugía, e incluso al abandonar el edificio, Luciana continuó con el ceño fruncido.
-Luciana… Alejandro la tomó del brazo-. ¿Por qué estás tan seria?
—-
Si él preguntaba, ella respondería con franqueza.
-Invitar a mis colegas a comer debió ser mi decisión. ¿Por qué actuaste por tu cuenta y lo propusiste sin consultarme?
-¿Eh? -Alejandro sintió que lo estaban culpando injustamente-. Yo pensé que estaría bien reservar ese lugar. ¿No te encanta la comida de Cozyroom?
-¿Encantarme? -bufó Luciana, furiosa-. ¿Tienes idea de cuántas personas somos en el departamento? ¡Entre médicos y enfermeras sumamos casi treinta!
-¿Y eso qué tiene? -inquirió Alejandro, sin entender el problema.
«¿Y eso qué tiene?»>
Luciana calculó mentalmente y concluyó que la cuenta rondaría los trescientos mil. Se llenó de indignación:
-¿Te das cuenta de lo caro que es?
-¿Caro? -repitió Alejandro, frunciendo el ceño-. No es para tanto… Podemos costearlo sin problema.
<<¿No es para tanto?», pensó Luciana, sin hallarle sentido a sus palabras. Si fueran una pareja normal, tal vez estaría feliz de que su esposo quisiera darle ese gusto. Pero ahora mismo… no quería deberle nada, le resultaba repulsivo.
Viendo que Luciana estaba genuinamente enojada, Alejandro optó por suavizar el tono para calmarla:
-De acuerdo, acepto que me precipité. Prometo consultarte antes de tomar decisiones así de ahora en adelante. ¿Está bien?
¿De ahora en adelante? Luciana se rió para sus adentros. ¿Es que aún pensaba en un “futuro juntos“?
***
La cena quedó programada para ese fin de semana. Salvo dos personas que tenían guardia nocturna, todo el equipo iría. Conforme se acercaba el final de la jornada, la mayoría no podía
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Capítulo 499
concentrarse en su trabajo. Únicamente Luciana, firme en su puesto, terminaba de revisar historias clínicas con tranquilidad.
Dado que estaba embarazada, no participaba tanto en las cirugías, así que la mayoría de la documentación y los expedientes quedaban a su cargo. De alguna forma, sus compañeros estaban siendo considerados con ella.
-Luciana, deja eso ya. Ve a cambiarte.
-Sí, en serio. ¿No ves qué tarde es? Seguro tu esposo está por llegar.
Luciana miró la hora:
-Tienen razón, ya casi es hora.
La noche anterior, Alejandro le había dicho que pasaría a recogerla, y que incluso enviaría más vehículos para llevar a todos sus compañeros. Por esa razón, la sala estaba llena de gente esperando, con un ambiente más festivo que en una fiesta de fin de año.
Luciana terminó de archivar los expedientes:
-Bien, me cambio y vuelvo en un instante.
-¡Sí, corre, corre! -la apuraron desde varios rincones.
Se levantó y caminó hacia el vestidor. Pero cuando llegó a la puerta, una figura se le vino encima sin previo aviso.
¿Mónica?
Vestida con una bata de hospital, envuelta hasta la mitad en vendas y el cabello despeinado, Mónica presentaba un semblante desolado, con los ojos hinchados de tanto llorar.
-¡Luciana! -exclamó ella, aferrándose con fuerza al brazo de Luciana.
Parecía confusa, pero al mismo tiempo su mirada era agresiva-. ¿Dónde está Alex? ¡Está contigo, ¿verdad?!
—¿…?!
Luciana retrocedió un paso con el ceño fruncido, intentando soltarse.
-Él no está aquí.
-¡Mentira! —chilló Mónica, clavándole los dedos con más fuerza—. ¡Claro que está aquí! ¡Tú lo tienes escondido! ¡Lo sé!
Descontrolada, Mónica empujó a Luciana y quiso meterse en la oficina.
Capítulo 499
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-¡Oye, Mónica!
Desesperada, Luciana la sujetó. Ahí dentro trabajaban todos sus compañeros; no podía dejar que entrara a armar un escándalo.
-¡Espera! ¡Alejandro no está ahí dentro!
—¡Calla! —gritó Mónica con ojos encendidos de rabia—. ¡Ayer y hoy, Alejandro no fue a verme! ¡Él jamás haría eso! ¡Eres tú, maldita víbora! ¡Tú lo apartaste de mí! ¡Le prohibiste verme! ¡Es tu culpa, aaaah! 10
El arrebato de Mónica dejó pasmada a Luciana y, de paso, congeló a todos en la oficina. a
