Capítulo 502
Rosa, muy atenta, le colocó una albóndiga de camarón en el plato, pero Luciana la miró extrañada.
-No la quiero.
Rosa se quedó fría. Esa no era la Luciana de siempre. Se inclinó hacia ella, preocupada:
-Luciana… ¿estás segura de que no te emborrachaste?
-¿Eh? -Luciana giró la cabeza con la mirada algo perdida-. No, estoy perfectamente bien.
Claramente no lo estaba.
Rosa tragó saliva y se inclinó hacia ella, preocupada.
-¿Te sientes mal en alguna otra forma?
-No–respondió Luciana, soltando una risita.
-¿Y… tu vientre? -Rosa dirigió la mirada a su abdomen. Dentro de él crecía el futuro heredero de la familia Guzmán; cualquier detalle era importante.
-¿No te duele el estómago?
-¿El estómago?
Luciana posó ambas manos sobre su vientre, acariciándolo con cuidado.
-Ah, es mi bebé…
Rosa intercambió una mirada de alarma con Jhonny. ¿Qué podían hacer?
De repente, un murmullo se propagó por la mesa. La gente se levantó y volteó hacia la puerta.
-¡Señor Guzmán!
-Señor Guzmán, buenas noches.
Delio se apresuró a avanzar un par de pasos y estrechar la mano de Alejandro.
-Disculpe la tardanza. ¿Usted sabe? Quedamos en que Luciana y yo los invitaríamos, así que no podía faltar. -Sonrió y se volvió hacia Delio-. Lamento llegar tan tarde. 1
-No hay problema, señor Guzmán. Luciana está allá al fondo. -Delio señaló con un ademán.
Alejandro, totalmente pendiente de Luciana, tras un saludo rápido, se acercó a ella. Rosa y Jhonny se hicieron a un lado para cederle espacio.
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Capítulo 502
Sin embargo, Luciana seguía mirando fijamente su plato, con la mirada algo perdida y un aire de ingenuidad que no era propio de ella.
-¿Qué pasa? -preguntó Alejandro con suavidad
¿No te gusta la comida?
-No es eso negó Luciana, sin apartar la vista de su plato. Tragó saliva con nerviosismo.
Alejandro siguió su mirada y se percató de lo que contemplaba:
El sancocho que uno de sus compañeros tenía en su plato, una versión personal con una pieza entera para
cada persona.
-¿Quieres sancocho? -Alejandro esbozó una sonrisa.
—Sí… -respondió Luciana, sin pizca de disimulo, asintiendo.
—De acuerdo, yo te lo traigo -replicó con ternura, casi riendo por su ocurrencia. Pero de pronto, se dio cuenta de que algo andaba mal en su expresión. Luciana, ¿te sientes bien?
Entonces ella lo miró con el entrecejo fruncido.
-¿No ibas a traerme mi sancocho? ¿Por qué sigues aquí?
Alejandro se quedó sin palabras. Desvió la mirada hacia Rosa, con un tono contenido pero firme:
-¿Qué sucedió?
Rosa casi se encogió, atemorizada:
-Y…yo… lo siento mucho, señor Guzmán. Fue… mi culpa.
Balbuceando, le explicó la confusión con la bebida alcohólica. El gesto de Alejandro se endureció, y una oscuridad amenazante asomó en sus ojos.
-¿Le diste alcohol a Luciana?
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-Lo siento, de verdad… No fue a propósito. Pedí un refresco y…
-¿“No fue a propósito“? -soltó él con una risa seca-. ¿Te parece suficiente excusa considerando lo valiosa que es Luciana? ¿Basta con decir “no fue intencional” y ya?
Rosa se quedó helada, sin saber qué responder. El ambiente entero se tensó. Nadie probó bocado; el silencio pesaba como una losa.
En ese momento, Luciana, que parecía estar a punto de explotar, se levantó con gesto impaciente y alzó la voz:
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Capitulo 502
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-¡Oye, ¿vas o no vas por mi sancocho?!
Su tono era de fastidio, y al intentar ponerse de pie, casi perdió el equilibrio.
—Luciana… —Alejandro la sostuvo con cuidado, sin saber si reír o preocuparse.
-¡Te tardas demasiado! Si no piensas ir por él, yo misma lo hago. ¿Te crees que te lo estoy rogando?
-Tranquila, yo iré -respondió Alejandro, tomándola con suavidad para que volviera a sentarse-. Quédate aquí, ¿sí?
-¡Pues apúrate! ¡Ve ahora mismo! -exclamó ella, todavía con un tono irritable.
—Sí, sí. Justo ahora
contestó él con cariño, logrando que Luciana se calmara y tomara asiento. Era su pequeña diva, y Alejandro no podía dejar de sonreír con resignación.