Capítulo 505
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Alejandro acomodó a Luciana en el asiento del auto con cuidado, aunque sin querer le rozó la cabeza contra el marco de la puerta. No fue gran cosa, pero ella abrió los ojos y lo miró, molesta.
-Me lastimaste -murmuró, con esa mezcla de ternura y reproche que solo alguien medio mareado puede tener.
A sus ojos, estaba adorable. Llevaban mucho tiempo enfrascados en peleas y distancias. Si Luciana no hubiese tomado ese sorbo de alcohol por accidente, tal vez no se mostraría tan cercana. El corazón de Alejandro palpitó con fuerza, su nuez de Adán subió y bajó visiblemente.
-Luciana, por favor, no me provoques -dijo con voz ronca.
-¿Eh? -Ella ladeó la cabeza-. Ni siquiera te estoy tocando. No soy un “anzuelo,” soy doctora. Mmm…
Él no pudo contenerse más. Con una mano le alzó el mentón y la besó con un dejo de pasión contenida, suave pero persistente.
-Mmm… -Ella se quedó sin aire y lo apartó un poco-. ¡No puedo respirar!
Alejandro se rió entre dientes:
-Todavía no aprendes a besar, ¿verdad?
Luciana lo miró fijamente, como si de pronto recobrara un atisbo de lucidez.
-¿Te pasa algo, Luciana? ¿Te duele? -preguntó él, alarmado.
-Alejandro…
susurró ella, tomando su camisa entre los dedos. Parecía más despierta que un minuto antes, pero igual de cansada. Bajó la vista y negó despacio—. No es nada. 1
Con esa actitud tan pacífica, casi dócil, descolocó a Alejandro. Conmovido, no pudo evitar acercarse y rozar su mejilla con un beso suave. Luciana no se apartó; tampoco lo rechazó. Únicamente se quedó mirando el techo del auto con la vista perdida, mientras una lágrima furtiva se deslizó hasta caer sobre la mano que la sostenía.
Alarmado, Alejandro levantó la cabeza de golpe.
-¿Luciana?
Los ojos de ella estaban nublados de lágrimas. Era evidente que estaba llorando otra vez, esta vez con un sollozo contenido. Tal vez era por todo lo ocurrido esa noche: Mónica, su llegada tardía… todos los sucesos que la habían obligado a tragarse su incomodidad y frustración. Él había permitido que volviera a sentirse lastimada.
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-Mmm… -sollozó Luciana con un gemido ahogado. Alejandro la atrajo contra sí, apoyando su mano con cuidado en la parte posterior de su cabeza, acariciándola con ternura.
-Perdóname, Luciana. Perdóname de verdad.
-No me gustas… —alcanzó a pronunciar ella, entre hipidos.
Aquellas palabras cayeron como un balde de agua helada sobre Alejandro; sintió que se le estremecía.
-No me gusta que me obligues a estar contigo. De verdad… no me gusta nada.
el corazón
¿De verdad no le gustaba él o sólo la situación de estar forzada? Para Alejandro, la diferencia era crucial. Con voz ronca y temblorosa, le sostuvo el mentón.
-¿No te agrado yo… o no te gusta que te presione? Son dos cosas distintas.
Pero Luciana, lejos de responderle, se sumió en una confusa mezcla de sollozos y frases ininteligibles.
-No… no me gusta. No me gusta nada…
Sin poder sacarle nada más, Alejandro desistió, apoyando la frente en su hombro y murmurando:
-Está bien si no soportas que te obligue, pero no puedes… no puedes odiarme–susurró—. Luci, no soporto la idea de que no te guste. (1)
Minutos después, llegaron a casa. Alejandro la acomodó para que descansara y se aseguró de que estuviera lo más cómoda posible. Luego salió de la habitación y se dirigió al estudio, donde Sergio y los demás lo aguardaban.
-Alejandro lo llamó Juan apenas entró-. Aquello que investigamos hace
—
poco…
resultó
más extraño de lo que creíamos.
-¿A qué te refieres?
-Le dimos varias vueltas y parece que nuestras suposiciones eran erróneas. Desde Canadá… al parecer, no saben nada del asunto.
«¿No saben nada?»
Alejandro frunció el ceño, reflexionando.
–
-¿Entonces no fueron ellos?
–
-Tiene toda la pinta de que no añadió Simón con un leve asentimiento-. Felipe los mantiene muy controlados; en lo inmediato, no tienen margen para maniobras. Siguen
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lidiando con un lío enorme.
Así
que no fueron ellos…
-Entonces, ¿quién fue? -preguntó Alejandro, con los ojos cargados de determinación.
-Seguimos investigando -respondió Sergio-. Salvador también está buscando pistas. Creemos que en el mercado negro puede haber algo de información. 2
-De acuerdo asintió Alejandro, masajeándose el entrecejo-. Hagan lo que tengan que hacer, pero no se relajen. Quiero dar con los responsables, cueste lo que cueste. 10
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