Capítulo 508
-Llámame al salir de tu turno. Si termino temprano, te recogeré -añadió él.
Ella no respondió.
-Ya, vete de una vez contestó con frialdad.
Tenía claro que él no iría directo a la oficina. Al cabo de un rato, sin duda pasaría por la sección de quemados para ver a Mónica.
-De acuerdo…
Justo en ese momento, la puerta de la unidad se abrió de golpe, dejando entrar una voz aguda que rebotó por el pasillo.
-¡Luciana!
Clara, con un porte agresivo y pisadas decididas, se presentó con cara de pocos amigos. Luciana frunció el ceño; ¿qué hacía ella ahí?
-¿Te pasa algo?
-¿Te haces la tonta? ¡Claro que sabes a qué vine! -reclamó Clara, llena de rabia. ¡La casa de la Calle del Nopal y el dinero que te llevaste! ¡Exijo que me lo devuelvas! ¡No sé cómo puedes tener la cara para quedarte con algo que es mío y de Mónica!
Ah, Luciana lo captó al instante: venía por el asunto de la propiedad. ¿Sinvergüenza? ¿En serio?
-Ja–dejó escapar una risa seca, arqueando una ceja-. Si vienes por eso, lo lamento. Ya es mío.
-¿Qué? —Clara se quedó de una pieza, abriendo los ojos con incredulidad. De inmediato miró a Alejandro, señalando a Luciana con el dedo-. Señor Guzmán, ¿no ve la falta de vergüenza de esta mujer? ¿No va a hacer algo?
Sin permitirle hablar, Clara siguió gritando:
-¡Devuélveme lo que es mío! Se supone que no te hace falta, ¿no es así? Si te casaste con la familia Guzmán, bien podrías vivir sin mi dinero, ¿cierto? ¡Es mío y de Mónica!
Al ver que Luciana no se inmutaba, Clara se puso roja de coraje:
-¡Habla, maldita! ¿Se te pegaron los labios? ¡Vamos, deja que te los revise…!
Alzó ambas manos e intentó lanzarse sobre Luciana.
-¡Ah…! —exclamó ella, algo sorprendida. Pero Clara ni siquiera pudo rozarla, pues Alejandro
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Capítulo 508
se interpuso, sujetándole la muñeca con firmeza. Su ceño se marcaba, lleno de desagrado.
-¿Te atreviste a agredirla? ¿De verdad?
-¡Señor Guzmán…! —Clara se quedó pasmada, sintiendo dolor por la presión de su agarre―. ¿ Por qué… la defiendes?
Qué pregunta tan absurda. Ni siquiera ameritaba respuesta. Luciana era su esposa; ¿a quién protegería si no era a ella? Pensar que Clara creía que, por ser la madre de Mónica, podría hacer lo que quisiera.
-Luciana -dijo él, cubriéndola con un brazo y bajando la voz-, devuélvele la casa y el dinero
—¿Qué? —Luciana lo miró sin disimular la sorpresa, con la sangre helada-. Si me niego, ¿qué harás conmigo?
¿De nuevo la amenazaría usando a Pedro?
—Luciana… —alcanzó a decir Alejandro, interpretando la insinuación. Sus nervios se encendieron . ¿Qué piensas hacer? ¡La esposa está reclamando a gritos! -gruñó, mordiéndose las palabras con frustración, y acercó sus labios al oído de Luciana para susurrar: Hazlo. Tú no necesitas ese dinero si me tienes a mí. Menos aún si proviene de un hombre casado… (3
–
Cada palabra dejaba clara su desconfianza. Y no sólo la de él: los colegas que estaban alrededor, así como algunos pacientes que se asomaban curiosos desde las habitaciones, empezaron a
murmurar. 1
-¿Qué pasó? ¿La doctora Herrera le quitó el dinero a esa señora?
-¿Eh? ¿Será que Herrera tiene algo con el esposo de la señora?
-¿No se supone que la doctora es la señora Guzmán? ¿Por qué necesitaría dinero ajeno?
-En el mundo hay de todo… uno nunca sabẹ.
Alejandro sintió que el rumor crecía como una nube verde sobre su cabeza. Cada segundo que pasaba incrementaba su impaciencia.
-¡Luciana! Te lo dije… ¡devuélvele la casa y el dinero!
-¡Luciana! —interrumpió otra voz, justo en ese momento. La puerta del pasillo se abrió de nuevo y Ricardo apareció a toda prisa, llamando la atención de la multitud.
-¿Él quién es?
-Pues… parece mayor, y ni de lejos es tan apuesto como el señor Guzmán…
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-Ha de ser la persona involucrada en todo este embrollo.
Al escuchar los cuchicheos, Ricardo dedujo enseguida la escena que se estaba desarrollando. Su mirada se posó en Luciana, quien tenía el rostro pálido y la mirada ausente. 4