Capítulo 509
Clara estaba de espaldas a la entrada, así que no lo vio enseguida. Sólo escuchó lo que Alejandro decía y lo tomó como si fuera una orden a su favor.
-¿oíste? ¡Venga, devuélveme todo de una vez! ¡Hasta tu marido te dio la espalda! ¿No te da vergüenza?
Se giró hacia el resto de gente en el pasillo, elevando la voz:
-A ver, aprovechemos que hay testigos: el señor Guzmán y mi hija Mónica andaban juntos, todo Muonio lo sabe. Y al final, llegó Luciana a meterse en medio, a arrebatarlo, la clásica ” tercera en discordia,” para acabar como la “esposa oficial.”
-¡Mi hija está postrada en el hospital, y encima esta mujer se apropió de mi casa y mi dinero! De pronto, se volvió hacia Luciana, con rabia en los ojos.
¿Es que te debemos algo? ¡¿Por qué nos haces tanto daño, ah?!
Distorsionando los hechos sin el menor pudor. Aun cuando Luciana se lo veía venir, igual le hirvió la sangre. Apretó los puños, temblando de furia, con la respiración entrecortada.
—Luciana… —advirtió Alejandro, notando su palidez-. ¿Te sientes mal?
Ella negó con la cabeza, su semblante estaba lívido. En ese momento, Alejandro se giró hacia Ricardo y, con el ceño fruncido, le soltó una orden:
-¡Ricardo! ¿No vas a llevarte a esta mujer de aquí?
-Eh… —Ricardo, algo descolocado, asintió y avanzó para sujetar a Clara-. Vámonos, Clara. ¡ Rápido!
-¿Y tú qué haces aquí? —replicó ella, apenas dándose cuenta de su presencia.
¿Que “qué hago aquí“? -Ricardo soltó una risa amarga-. Si no vengo, ¡habrías terminado de hacer el ridículo por los dos!
-¡Pues no me voy! -soltó ella, negándose a escucharlo.
En realidad, Clara había venido para armar un escándalo.
-¿Ridículo yo? ¡La vergüenza la debería sentir la que se metió de amante, le quitó el marido a otra y se quedó con su patrimonio! ¡Jajaja…! —soltó una carcajada llena de burla.
La muchedumbre presente comenzó a susurrar.
-¿Pero qué pasa aquí?
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Capítulo 509
-Vaya, no lo hubiera creído de la doctora Herrera…
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Luciana empezó a palidecer más y más, con la respiración cada vez más entrecortada.
-¡Luciana!
De pronto, su cuerpo cedió hacia un costado. Fue Alejandro quien logró sostenerla a tiempo, alarmado:
-¿Qué sucede?
-¡Vaya! -Clara se zafó de Ricardo y soltó una risa sarcástica—. ¿Ahora resulta que se va a morir? ¿O sólo finge porque la descubrieron?
La paciencia de Alejandro estaba al límite; apenas y podía contenerse de no estrangular a esa mujer.
-¡Basta!
Ricardo, viendo el peligro, se interpuso y la agarró con firmeza, cambiando su tono a uno de advertencia:
-¡Te vienes conmigo de inmediato! Si no…
—¿Si no, qué? —Clara, sintiéndose fuerte, lo retó-—. ¡Vamos, dime! ¿A quién crees que asustas? Si hoy no me voy satisfecha, esto no termina.
-Bien, ¡bien! —exclamó Ricardo, con el rostro descompuesto por la ira—. ¡Lo pediste tú!
No pudiendo aguantar más, Ricardo se dispuso a hacer algo drástico. Clara se dio cuenta de su intención y un mal presentimiento le recorrió el cuerpo. 2
-Ricardo Herrera, no te atrevas a…
-Luciana… Ricardo no la escuchó; miró a su hija con el semblante pálido, a punto de desvanecerse. Se sentía culpable y conmovido. Dio un par de pasos hacia ella, con los ojos enrojecidos. Perdóname, Luciana, perdóname… 4
Ella alzó la vista y se encontró con la mirada de su padre. En sus ojos había una frialdad acompañada de un ligero matiz de burla. Su voz salió débil:
-No necesito tus disculpas. Vete… lárguense los dos… 2
Sus miradas se cruzaron por un instante. Era como si el resto del mundo no existiera.
Alejandro, incómodo ante ese intercambio, estrechó a Luciana contra su pecho:
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Capítulo 509
-Entra. Ni lo mires. No lo permito, ¿me oíste?
Temía perder el control y acabar golpeando a alguien.
-Está… bien… -asintió Luciana, dócil. Se volvió para marcharse. 39
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