Capítulo 510
Justo antes de que diera un paso, Ricardo exclamó con apremio y arrepentimiento:
—¡Luciana! ¡Fue error mío! ¡Soy yo el que te falló!
Papá…
El cuerpo de Luciana se tensó de golpe. Cerró los ojos, y de inmediato unas lágrimas rodaron veloces por sus mejillas.
-¡Ricardo! -exclamó Clara, asustada. Lo tomó del brazo, desesperada-. ¿Qué demonios dices? ¡Vámonos ya!
-¡Suéltame! —Ricardo se zafó de un tirón, soltando una risa amarga—. Hace un momento te pedí que te fueras y no quisiste. ¿Ahora sí quieres huir? ¡Muy tarde!
—Señor Guzmán… —Ricardo se volvió hacia Alejandro, mirándolo de frente y pronunciando con absoluta claridad-: Luciana es mi hija. Mi hija de sangre, fruto de mi primer matrimonio. Su madre… fue mi esposa legítima. 24
Al oír esto, un silencio radical se extendió entre los presentes, todos estupefactos. ¿No se trataba de una relación clandestina, sino de un lazo padre–hija? Entonces la que estaba armando lío… era la madrastra. 3
Tras un breve mutismo, el murmullo de la multitud volvió a elevarse:
-¡Con que es la madrastra malvada!
-Pues sí… el padre puede darle dinero a la hija, ¿no es lo normal?
-Y ya sabemos cómo suelen ser las madrastras en las historias…
-Mírala, con esa expresión rabiosa. Se ve que muy buena no es.
El viento cambió de dirección en un segundo, y Clara se quedó pálida, sin saber cómo reaccionar. Esto no era lo que esperaba. Miró a Ricardo con auténtico pavor.
-¡Tú…! ¿Te atreves? ¿Y olvidaste lo que prometiste que harías por Mónica y por mí?
Con el rabillo del ojo, siguió escudriñando a Alejandro, recordando perfectamente cómo Ricardo había jurado mantener en secreto su vínculo con Luciana frente a él.
Y en efecto, la reacción de Alejandro era poco alentadora. Estaba aturdido, tan sorprendido que apenas lograba procesar otras emociones. ¿Cómo era posible? ¿Ricardo y Luciana… padre e hija?
¿Cómo…? Pero… Luciana siempre había dicho que sus padres murieron cuando ella y su
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Capitulo 510
hermano eran muy pequeños. ¿Significaba eso que su padre llevaba años vivo?
¡Vivo y coleando! Eso, sin duda, trastocaba todo lo que él creía saber.
Además, ambos se apellidaban Herrera.
No era ninguna coincidencia ni un parentesco lejano. Todo, desde la relación tensa con Clara y Mónica hasta la cercanía que Ricardo había mostrado hacia Luciana, encajaba perfectamente bajo esta nueva luz.
Pero Luciana, al igual que Alejandro, estaba conmocionada. Jamás pensó que Ricardo proclamaría de esa manera que era su hija. Y no sentía alegría alguna… sólo repulsión.
-Ja… -soltó una risa amarga—. ¡Cierra la boca! No soy tu hija. Jamás he tenido padre…
Se llevó la mano al pecho, respirando con dificultad.
-Ah…
-¡Luciana! ¿Qué te pasa? -inquirió Alejandro, dejando de lado la revelación sobre la paternidad y sosteniéndola con apremio.
Ella alzó la mirada y lo fulminó con un brillo frío en los ojos.
-No me toques… ¡Tú también me das asco!
Conmovida por la ira, empujó a Alejandro con torpeza.
-¡Largo! ¡Que se larguen todos… ah…!
Se interrumpió, abriendo la boca para tomar aire y soltando jadeos desesperados.
-¡Luciana!
-¡Luciana! -llamaron varios a su alrededor.
Los pulmones de Luciana fallaban, no conseguía respirar bien, y las lágrimas brotaron de sus ojos por la angustia. Con un reflejo inconsciente, se aferró a la solapa de Alejandro,
murmurando con un hilo de voz:
-Váyanse… todos…
Antes de terminar, sus párpados cayeron. Se desmayó en los brazos de Alejandro.
-¡Luciana! -gritó él, alzándola con un movimiento protector, la vena de su frente palpitando de la tensión. ¡Delio, tráiganme al doctor Delio rápido!